Fundado en 1910
Intento de asesinato de Napoleón, 24 de diciembre de 1800

Intento de asesinato de Napoleón, 24 de diciembre de 1800

El día que intentaron asesinar a Napoleón con un barril de vino cargado de pólvora

Tuvo lugar en la Nochebuena del año 1800. Murieron cinco personas, hubo varios heridos y edificios destruidos o dañados, pero el general coros consiguió salir ileso

«A las ocho de la tarde, el primer cónsul se dirigía a la Ópera con su escolta» desde el patio de las Tullerías cuando se produjo una «terrible explosión», según informaba el Moniteur Universel. Tuvo lugar en la Nochebuena del año 1800, pero el atentado contra Napoleón Bonaparte fracasó. Los autores del atentado colocaron un barril de vino cargado de pólvora en el recorrido que debía realizar para llegar al Teatro de la República y de las Artes, sin embargo, el carruaje iba más rápido de lo previsto y el barril explotó cuando el carruaje del general corso ya había pasado de largo.

«Mató a tres mujeres, un tendero y un niño. El número de heridos es de quince […]. Cerca de quince casas han sido dañadas considerablemente», recogió el periódico francés. Por aquel entonces, Napoleón ostentaba el puesto de primer cónsul de la República francesa, pero no todos vieron su ascenso con buenos ojos.

Muchos consideraron al primer cónsul de la República un enemigo: desde los radicales jacobinos que lo vieron como un traidor a la Revolución hasta los nostálgicos del Antiguo Régimen, que soñaban con la restauración de la dinastía borbónica. Como bien diría el general corso durante su exilio en la isla de Santa Elena que eran muchos los que no tenían otro objetivo diario que quitarle la vida. «Me asaltaban por todos lados y a cada momento: cañones de viento, máquinas infernales, conspiraciones, emboscadas de todo tipo».

Lo cierto es que, Napoleón fue objeto de numerosos intentos de asesinato, tal y como recoge la página web de la Fundación Napoleón. En octubre de 1800, a la salida de la Ópera, cuatro individuos armados con puñales intentaron asesinar a Bonaparte, pero fueron rápidamente detenidos. Poco después, un grupo de jacobinos intentó atentar contra la vida del primer cónsul.

Tal y como indica la Fundación Napoleón, su método fue «una máquina de fuego que seis hombres lanzarían al coche del cónsul, cuyo efecto sería incendiar, sin explosión, el coche y, al mismo tiempo envenenar a las personas que estuvieran dentro». En estas circunstancias, no es de extrañar, que Bonaparte responsabilizase, en un principio, a los jacobinos del atentado el día de Nochebuena de 1800.

Aquella noche, él, su esposa Josefina, familiares y amigos planeaban asistir al estreno de La Creación, un oratorio de Joseph Hydn en la Ópera (conocida como el Teatro de la República y las Artes) en la calle de la Loi, no lejos del palacio de las Tullerías. Los periódicos de la época habían dado cuenta de que Napoleón estaría presente esa noche.

Retrato de Georges Cadoudal

Retrato de Georges Cadoudal

La ocasión lo merecía: el célebre cantante Pierre Garat regresaba por una noche de su retiro para cantar el papel del ángel Gabriel; se estrenaba un nuevo libreto francés escrito por el talentoso Louis-Philippe y el coro, de 250 cantantes y reforzado con cantantes del Teatro Feydeau, fue dirigido por el veterano Jean-Baptiste Rey, quien había ocupado por primera vez el puesto de maestro de música de Luis XVI.

Sabiendo esto, un pequeño grupo liderado por Georges Cadoudal, antiguo jefe de los rebeldes monárquicos de la región de La Vendée, decidió actuar. Para este ataque, conocido como «la máquina infernal de la calle Saint-Nicaise», participaron Pierre Robinault de Saint-Régeant y Pierre Picot de Limoëlan. El grupo se completaría con François-Joseph Carbon. Todos ellos formaban parte del grupo de insurgentes realistas llamados Chuanes y estaban decididos a matar a Napoleón «para restablecer la libertad», advierte la Fundación Napoleón.

Carbon se encargó de adquirir un pequeño carro y una yegua. Días previos al gran estreno en la Ópera de París, los conspiradores fijaron, mediante diez anillas de hierro, un enorme barril de vino lleno con una gran cantidad pólvora al carro: una «máquina infernal», según las crónicas de la época. Al atardecer del 24 de diciembre, Limoëlan y Carbon condujeron el carro desde un edificio vacío en las afueras de la capital y llegaron hasta la Puerta de Saint-Denis, un arco del triunfo en el centro de París.

La máquina infernal - Atentado en la calle Saint-Nicaise

La máquina infernal - Atentado en la calle Saint-NicaiseFundación Napoleón

Se sabía que el general corso tomaba siempre la misma ruta para ir al teatro. Su carruaje salía del palacio de las Tullerías, cruzaba la plaza del Carrusel y giraba a la izquierda por la calle Saint-Nicaise, donde Robinault había colocado el carro al final de la calle, amontonando piedras y escombros a su alrededor para dar la impresión de que se había averiado.

Además, el carro se había colocado de modo que bloqueaba parcialmente la carretera. Limoëlan esperó en la plaza del Carrusel para poder ver cuándo salía la escolta del palacio de las Tullerías. Una vez avistado el convoy, daría a Robinault la señal para encender la mecha, la cual tardaría unos segundos en arder. Para asegurarse de que nadie interfiriera o moviera el carro, Robinault pagó a una niña de 14 años llamada Marianne Peusol para que llevara las riendas del caballo mientras él se mantenía a la espera y sujetaba la mecha.

Mientras los chuanes aguardaban, en el palacio, Napoleón y su familia se preparaban para el concierto. Según relató después el general Jean Rapp, ayudante del primer cónsul, éste se impacientaba mientras su esposa se afanaba con un chal que acababa de recibir de Constantinopla. Así, Napoleón decidió partir primero, acompañado del general Bessières, el cónsul Lebrun y el general Lannes. Su esposa, su hija Hortensia y su hermana Carolina, quien estaba embarazada, lo alcanzarían en un segundo carruaje, donde también se encontraba el general Rapp.

La plaza del Carrusel en el Plano de Turgot

La plaza del Carrusel en el Plano de Turgot

El carruaje de Napoleón se alejó rápidamente, dejando atrás a la escolta de caballería. Algunos dijeron que el cochero iba borracho y, por ello, avanzó con gran velocidad, pero lo más probable es que hubiera recibido instrucciones de apresurarse. Limoëlan, sorprendido al ver que la escolta iba detrás del carruaje de Napoleón, tardó en hacer la señal acordada para que Robinault prendiese fuego a la mecha.

Como consecuencia, ésta se encendió demasiado tarde y la bomba explotó cuando Napoleón ya había pasado de largo. La explosión reventó las ventanillas de ambos carruajes, hiriendo a Hortensia en la mano. Marianne Peusol y la yegua murieron en el acto; algunos edificios cercanos a la explosión resultaron gravemente dañados o destruidos, y numerosos transeúntes de Saint-Nicaise —una calle animada y concurrida— salieron heridos.

Cuando el general Rapp llegó al teatro, encontró a Napoleón «tranquilo y sereno», observando al público que aplaudía a través de su cristal de ópera. Napoleón dijo entonces «muy fríamente» a Rapp: «Los bribones querían volarme por los aires. Tráeme un libro del Oratorio».

Napoleón culpó del atentado a los jacobinos «bebedores de sangre», a pesar de que su jefe de policía, Joseph Fouché, sugirió que los monárquicos habían planeado el ataque. «Por un crimen tan atroz, debemos vengarnos como un rayo. La sangre debe correr. Debemos fusilar a tantos culpables como víctimas ha habido», comentó furioso a Fouché, quien siguió las órdenes de Napoleón y arrestó a 130 de ellos.

comentarios
tracking