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Soldados del ERVN durante la ofensiva del Tet en 1968

Soldados del ERVN durante la ofensiva del Tet en 1968

Picotazos de historia

Operación Popeye: cómo EE. UU. utilizó la lluvia como arma en la Guerra de Vietnam

El objetivo era provocar lluvias, especialmente alargando o intensificando la temporada de monzones, para inutilizar o entorpecer las líneas de suministro del enemigo

Se denomina «siembra de nubes» a un tipo de alteración meteorológica que busca modificar el tipo o la cantidad de precipitación, dispersar la niebla o mitigar tormentas de granizo. Esta técnica consiste en la dispersión, en la atmósfera, de sustancias que propician la condensación de nubes o actúan como partículas nucleantes de hielo —las cuales desempeñan un papel importante en la electrificación de las nubes y, por ende, en la formación de rayos y de las llamadas «semillas de gotas de lluvia».

La dispersión de estas sustancias se realiza mediante aviones, drones o cohetes, con el fin de inducir la lluvia. Entre los compuestos más utilizados se encuentran el yoduro de plata, el dióxido de carbono sólido (hielo seco) y el yoduro de potasio. En los últimos años se ha popularizado el intento de condensación de nubes mediante la emisión de pulsos láser. El uso de drones ha permitido abaratar considerablemente estas intervenciones.

La efectividad de la «siembra de nubes» sigue siendo objeto de debate. Existen argumentos a favor y en contra, así como registros de efectos indeseados.

La guerra climática

En 1967, un analista militar —cuya identidad permanece desconocida— recibió un informe sobre el Proyecto Stormfury. Se trataba de un intento de modificar la intensidad de los ciclones que pudieran amenazar las bases estadounidenses en el Extremo Oriente y el océano Pacífico. El método propuesto era la dispersión de yoduro o dióxido de carbono en el «ojo» del huracán.

Por descabellado que parezca, este proyecto tenía un precedente: el Proyecto Cirrus, que había intentado influir en los huracanes y fue probado el 13 de octubre de 1947, con ocasión del huracán que afectó a Florida y Georgia. Tras la siembra realizada en el interior del ojo del huracán, los pilotos informaron de una disminución significativa en su intensidad. Fue ese informe positivo el que animó al Ejército y la Marina de los Estados Unidos a respaldar futuros experimentos de este tipo.

Foto de 1966 de la tripulación y el personal del Proyecto Stormfury

Tras la lectura del informe del Proyecto Stormfury y de un documento anexo denominado Rainmaking, que analizaba sus resultados, se encargó la elaboración de un nuevo informe sobre el posible impacto de estas técnicas en operaciones militares en Camboya, Laos y Vietnam. Se puso especial énfasis en los efectos derivados de la geografía y climatología de la región, particularmente en relación con la logística. Como resultado, la oficina del secretario de Estado Henry Kissinger autorizó y promovió un proyecto de alteración climática con fines militares: la Operación Popeye.

«Haz barro, no la guerra»

El objetivo de la Operación Popeye era provocar lluvias, especialmente alargando o intensificando la temporada de monzones, para inutilizar o entorpecer las líneas de suministro del enemigo. Las selvas del Extremo Oriente representaban un desafío logístico para el sofisticado ejército estadounidense.

Por su parte, el Vietcong disponía de una enorme masa humana, capaz de subsistir con un simple cuenco de arroz diario y transportar hasta 250 kilogramos de material por sendas impracticables para los vehículos, ayudados únicamente por bicicletas. Aunque los norteamericanos dominaban el espacio aéreo y contaban con una gran potencia de fuego, no podían detener el avance de un ejército oculto bajo la frondosidad de la selva.

Por ello, intensificar las lluvias significaba volver intransitables los caminos, provocar deslizamientos de tierra y afectar directamente a las vías terrestres y fluviales del enemigo. Los cauces desbordados anegaban campos y hacían peligrosa la navegación, mientras el suelo, saturado de agua, tardaba más en secarse y recuperar su firmeza.

Se creó entonces una unidad especial, el 54º Escuadrón de Reconocimiento Meteorológico, cuyo lema, irónico y elocuente, era: «Haz barro, no la guerra». Este escuadrón se dedicó a sembrar yoduro de plata en las nubes con el fin de colapsar el llamado Sendero de Ho Chi Minh —nombre con el que los estadounidenses designaban la difusa red de suministros del Vietcong a través de la selva—. La operación estuvo activa desde 1967 hasta el 5 de julio de 1972. El análisis final la calificó como «relativamente exitosa en su intento de afectar los suministros del enemigo».

Estas actuaciones forman parte de lo que se conoce como guerra climática. Su desarrollo obligó a la creación de la Convención sobre la Modificación Ambiental, firmada el 18 de mayo de 1977 y en vigor desde el 5 de octubre del año siguiente. Según esta convención, quedan prohibidos los métodos de alteración del clima que puedan tener efectos duraderos, graves o permanentes. Sin embargo, la historia ha demostrado que, en tiempo de guerra, el objetivo es vencer, y solo es cuestión de tiempo que los tratados y acuerdos internacionales puedan ser ignorados. El tiempo lo dirá.