Retrato de Adam Weishaupt, fundador de los Illuminati de Baviera
Picotazos de historia
Cuando los 'Illuminati' no eran un misterio: así surgió y cayó la verdadera orden
Nacieron en una universidad bávara en 1776, fueron prohibidos pocos años después, pero su leyenda oscura aún perdura gracias a la ficción moderna
Hace unos años, una obra literaria de un escritor norteamericano, llamado Dan Brown, alcanzó un enorme éxito mundial. Hasta se hizo una película protagonizada por el actor Tom Hanks.
La verdad es que el libro en cuestión, cuyo título era El código Da Vinci, jamás lo pude terminar y me dejó —lo poco que leí— la sensación de que al autor lo habían encerrado en una biblioteca y que las lecturas, durante ese tiempo, habían sido mal digeridas o, en absoluto, digeridas.
Pues bien, gracias al libro se volvió a dar fama y notoriedad a una sociedad secreta sin relevancia alguna en su efímera vida, pero que, gracias a los escritos de los novelistas de ficción —y otras obras anteriores, especialmente a partir de la década de 1970—, se convertiría en el paradigma del poder oculto, la conspiración y los conocimientos arcanos. Me estoy refiriendo a los Iluminados, más conocidos por la forma latina Illuminati.
Todo empieza en el año 1773 en la universidad de Ingolstadt, en Baviera. Aquel año fue nombrado profesor de Derecho Canónico en dicha universidad Adam Weishaupt (1748-1830), y la orden de los jesuitas fue disuelta por el Papa Clemente XIV. La universidad, empero, seguía estando muy influenciada por esta orden, que no veía con buenos ojos la visión liberal e ilustrada de Weishaupt, y mucho menos después de haber sido nombrado profesor de Filosofía Práctica. Este enfrentamiento, amargo por las circunstancias que los afectaban, trastornó al buen profesor, convirtiéndolo en un anticlerical furibundo y convenciéndolo de la necesidad de crear una sociedad, dentro de la universidad, que difundiera las ideas de la Ilustración.
Weishaupt basó la nueva sociedad en la estructura existente de la masonería y, en 1776, formó el grupo o sociedad de los Perfectibilistas. La sociedad o grupo se componía, inicialmente, por Weishaupt y cuatro alumnos de la universidad. Literalmente, cuatro gatos.
Cada miembro asumió un nombre, de raíz clásica, para ser conocido dentro de la orden (Ayax, Espartaco, Tiberio, etc.). Para 1778 ya eran doce los componentes de la sociedad. Los nuevos miembros aprobaron aplicar unos conceptos un poco más selectivos a la hora de aceptar ingresos. Para entonces, Weishaupt había conseguido ser aceptado dentro de la masonería, pero esta vez su idea era estudiar sus estructuras y ritos para poder asimilar lo aprovechable, al tiempo que se introducía en una magnífica cantera de nuevos reclutas.
Y así fue. Quiso la buena fortuna que conociera al joven barón Adolph Knigge, joven lleno de inquietudes reformistas que estaba descontento con lo que consideraba inmovilismo dentro de la masonería. Knigge pertenecía a los grados más altos dentro de ella (grados 30 al 33) y resultó ser un magnífico reclutador y difusor de la nueva sociedad secreta.
Barón Adolph von Knigge, su patrocinador más influyente
Knigge, con el apoyo de Weishaupt, reformó la estructura y aportó un nuevo nombre con el que serían conocidos: los Illuminati. En adelante estarían formados por tres grados, siendo el primero la Guardería, que se componía de: novicio, minerval e illuminatus menor. La segunda clase se basaba en los grados masónicos: aprendiz, compañero y maestro. La tercera era conocida como Misterios y se subdividía en dos grupos: los misterios menores, formados por los sacerdotes y los príncipes, y los misterios mayores, formados por los magos y los reyes.
Esta nueva estructura, el carácter selectivo de la elección de los aspirantes —que lo eran por invitación, algo muy halagador para el ego del seleccionado—, hizo que los Illuminati prosperasen y sus filas fueran nutridas por elementos de las casas soberanas y de la alta nobleza. El principal motivo de esta prosperidad es que esta sociedad secreta actuaba como sociedad parasitaria de otra sociedad secreta, como era la masonería. Ingresaron en sus filas personajes tan influyentes como Goethe o los filósofos Johann Gottfried Herder y Friedrich Heinrich Gregori. Pero este triunfo sería el desencadenante de su caída.
La rápida expansión de los Illuminati reveló su existencia, lo que hizo que fuera contemplada con desconfianza por los gobernantes y con horror por la masonería y otras sociedades secretas como los rosacruces. Este horror tenía un doble motivo: el alto grado de anticlericalismo de los Illuminati, lo que chocaba con otras sociedades secretas (agnósticas, pero no ateas ni anticlericales), y la idea de que las sociedades secretas estuvieran infectadas con estos Illuminati.
La cueva de los iluminados en Aigen (Salzburgo)
En abril de 1783 entregaron a Federico II de Prusia documentación encontrada en casa de unos Illuminati. Estos documentos explicaban con detalle la intención de los Illuminati de introducirse y controlar las logias masónicas prusianas, en vista de lo bien que les había ido con las logias en Baviera. Federico II remitió los documentos al príncipe Carlos de Hesse, gran oriente de las logias prusianas, quien decretó, para noviembre de ese mismo año, la prohibición a cualquier miembro de las logias de ingresar en los Illuminati y declaró la incompatibilidad entre ambas sociedades.
Al mismo tiempo, se estaba produciendo un enfrentamiento entre la línea original, representada por Weishaupt, y la reformista, defendida por Knigge. En julio de 1784, von Knigge abandonó a los Illuminati. Estos perdieron a su mejor teórico y al principal informador e impulsor de la orden.
Sin la personalidad del barón para controlarlos, los miembros de los Illuminati comenzaron a manifestarse públicamente como tales (la vanidad y la estulticia van siempre de la mano). El gobierno de Baviera, súbitamente consciente de la cantidad de Illuminati que formaban parte de organismos e instituciones estratégicas, empezó a legislar para controlar y, a la larga, erradicar a este grupo potencialmente peligroso. En junio de 1784 se emitió la primera de las tres leyes que acabarían con los Iluminados en Baviera, acabando los integrantes de esta sociedad secreta desterrados y sus bienes confiscados.
Los Illuminati no sobrevivieron como sociedad, pero la idea de su existencia pervivió gracias a escritos posteriores. Se convirtieron en el Coco, el grupo maligno que acechaba en la sombra, la amenaza constante ante la que todos debemos permanecer unidos y vigilantes.
Ahora, y principalmente gracias a la novela de Dan Brown, volvemos a oír hablar de estas sombras que se desvanecieron hace siglos.