Fundado en 1910
Lucia Pisapia, la madre de los soldados olvidados

Lucia Pisapia, la madre de los soldados olvidadosBiblioteca Comunale Avallone Cava de' Tirreni

Picotazos de historia

Mamma Lucia, la italiana que dio una sepultura digna a 800 soldados alemanes de la Segunda Guerra Mundial

El 3 de septiembre de 1943 los aliados ejecutaron la Operación Avalancha, un desembarco en la costa occidental de la península italiana: los alemanes tuvieron que ceder y se retiraron el 28 de diciembre. Los montes quedaron cubiertos de miles de cadáveres insepultos

Ella fue la séptima y última hija del matrimonio formado por Francesco Pisapia y Carmela Palumbo. Su padre era comerciante en maderas y su madre luchaba para sacar adelante a su numerosa familia. A los dos años quedó huérfana de madre; apenas asistió a dos cursos en la escuela primaria y, a lo largo de su vida, leyó con dificultad. Pero desde muy niña, si destacó en algo, fue en su gran amor y consideración hacia las personas que sufrían.

Desobedeciendo a su familia, que expresamente le había prohibido visitar a los enfermos por temor al contagio de alguna enfermedad incurable —como era el caso de la tuberculosis—, acudía al hospital local y ayudaba a las enfermeras. Como confesaría mucho tiempo después: «Me partía el corazón ver a un moribundo buscar en vano una mano, a la que estrechar, bajo las sábanas».

Esta fue Lucia Pisapia (1887–1992), a quien todos llamaban Mamma Lucia y que en Alemania se conoció como «la madre de los muertos».

A los veinticinco años se casó con Carlo Aspicella, propietario de una pequeña tienda donde vendían productos del campo. Dos años después de su boda, Carlo fue movilizado y partió para luchar en el frente. Isonzo, Piave, Monte Grappa... Carlo fue gravemente herido y arrastraría las secuelas durante el resto de su vida. El matrimonio Aspicella tuvo dos hijos: Vincenzo y Antonio.

Desembarco de tropas estadounidenses en las playas de Laura , en el Golfo de Paestum , el 9 de septiembre de 1943

Desembarco de tropas estadounidenses en las playas de Laura , en el Golfo de Paestum, el 9 de septiembre de 1943

Pasaron los años en el tranquilo valle del Cava, en el pequeño municipio de Cava de’ Tirreni (región de Campania, Italia), donde había nacido y donde pasaría toda su vida. Y esos años traerían nuevas violencias y guerra. En 1943 los aliados ejecutaron la Operación Avalancha (3–16 de septiembre de 1943), consistente en el desembarco en la costa occidental de la península italiana.

Cava de’ Tirreni está a solo cinco kilómetros de la costa amalfitana y a otros tantos de Salerno, por lo que en poco tiempo la guerra mostró su rostro más cruel en los montes, valles y quebradas. Los combates fueron muy violentos, pero los alemanes tuvieron que ceder y se retiraron el 28 de diciembre. Los montes quedaron cubiertos de miles de cadáveres insepultos.

Hasta 1951 no se legisló nada a favor de los cadáveres de los soldados alemanes que yacían a lo largo del territorio italiano. Hasta entonces eran res nullius: cosas que no eran de nadie y que nadie quería.

Un soldado de infantería alemán muerto en su trinchera

Un soldado de infantería alemán muerto en su trinchera

Un día, ya terminada la guerra, Lucia vio a unos niños jugando al fútbol en la calle. Un cráneo humano hacía las veces de pelota. Esa misma noche soñó con ocho soldados alemanes junto a ocho tumbas con las cruces rotas. Los soldados le rogaron a Lucia que les ayudara, que permitiera que sus restos fueran devueltos a sus madres. Al despertar, había tomado una decisión que marcaría el resto de su vida.

A la mañana siguiente se lanzó al monte a buscar los restos insepultos. Reunió sus ahorros y adquirió unas cajas de zinc. Cuando encontraba un cadáver, guardaba en estas cajas cuantos huesos podía reunir, así como cualquier pertenencia que ayudara a identificarlo.

Pronto las cajas se multiplicaron, por lo que decidió trasladarlas a la capilla de San Giacomo, en la iglesia de Santa María de la Pietá. Al principio, el párroco puso reparos —a fin de cuentas, se trataba de soldados alemanes—, pero Lucia podía llegar a ser muy persuasiva.

El número de cajas siguió creciendo, lo mismo que la fama de la labor de Lucia. Era una labor peligrosa, pues se internaba en zonas con munición, minas y proyectiles activos. Recibió algunas ayudas de particulares, ya que sus ahorros se habían agotado hacía tiempo y los gastos los asumía su familia. El ayuntamiento le asignó dos asistentes del cementerio local, quienes se negaron a ayudarle por el peligro que implicaba la tarea.

Lucia Pisapia, la madre de los soldados olvidados

Lucia Pisapia, la madre de los soldados olvidados

Por fin, en 1951, se aprobó una ley por la cual el Estado italiano se ocuparía de la recuperación e identificación de los restos. Para entonces, Lucia ya había recuperado más de ochocientos, que reposaban en la capilla.

La prensa empezó a fijarse en su labor. Mucho antes ya era conocida en la región como Mamma Lucia. Primero a regañadientes, luego con admiración, los vecinos de los pueblos cercanos comenzaron a ayudarle. Le indicaban lugares, donaban pequeñas sumas para adquirir urnas, compartían comida…

Un día de junio, el párroco se presentó en su casa con un asombroso documento: el Papa Pío XII la invitaba a visitarle en el Vaticano. En audiencia privada, el pontífice le expresó su profunda admiración: «Verdadero ejemplo de amor», la llamó.

La prensa alemana se hizo eco de la historia. Demasiadas familias desconocían el paradero de sus seres queridos. Invitaron a Lucia a Alemania. Allí visitó al matrimonio Wagner para entregarles una pitillera, un anillo y un reloj: eran del cabo Joseph Wagner, de veintidós años. Su hijo.

Lucía Pisapia

Lucía Pisapia

En Alemania fue aclamada como Mutter der Toten («madre de los muertos»). Recibió la Gran Cruz de la Orden del Mérito de manos del presidente Theodor Heuss, pero rechazó la pensión vitalicia aprobada por el Bundestag.

Con el tiempo recibió otros honores y reconocimientos, que agradecía con amabilidad, aunque nunca buscó. En 1959 el presidente italiano Giovanni Gronchi le impuso la encomienda de la Orden del Mérito, y la ciudad de Salerno la nombró ciudadana de honor.

Pero todo eso nada significaba para Mamma Lucia, que seguía saliendo cada día en busca de restos olvidados. Empeñada en que no se perdiera ninguno, sin importar la nacionalidad. Como repetía siempre: «Todos son hijos de alguna madre». Y, entretanto, ella sería la madre de todos.

Lucia Pisapia falleció el 27 de agosto de 1992. El presidente italiano, Sandro Pertini, declaró: «La muerte de Mamma Lucia nos afecta dolorosamente a quienes reconocemos el amor y la solidaridad como valores básicos para la educación de la persona».

comentarios
tracking