Fundado en 1910
Francisco de Orellana

Francisco de Orellana

La trágica y legendaria fundación de Guayaquil, la ciudad que nació para ser destruida

La dificultad de sus viajes, la voluntad de llevarlos a cabo a pesar de tener que superar problemas infinitos y el éxito de haber sido el primer europeo que navegó el río Amazonas –por lo que ha pasado a la historia de los viajes– han ocultado su perfil guerrero

En la segunda expedición, Francisco Pizarro llegó a las costas de lo que hoy es Ecuador. El piloto Bartolomé Ruiz denominó al litoral donde habitaban los huancavilcas, unos pueblos que nunca fueron sometidos por los incas, como tierra de la Confederación de Mercaderes. Los huancavilcas eran un grupo compuesto por yungas, colimas y otros pueblos menos poderosos que llegaban hasta la orilla del río Guayaquil.

Allá, el día 25 de julio de 1538, el capitán Francisco de Orellana, de Trujillo como Pizarro, fundó la ciudad de Santiago de Guayaquil, que estaría marcada por el signo de la destrucción.

Orellana fue un conquistador de ejemplo. Tuvo todos los atributos y vivió las aventuras con que se puede definir la figura de conquistador. Completó hazañas notables en un ideal de conquista y posesión. Pero, a la vez, fue un gran explorador. La dificultad de sus viajes, la voluntad de llevarlos a cabo a pesar de tener que superar problemas infinitos y el éxito de haber sido el primer europeo que navegó el río Amazonas –por lo que ha pasado a la historia de los viajes– han ocultado su perfil guerrero.

Se sabe, por un documento fechado en Guayaquil en febrero de 1541, una especie de hoja de servicios, que Orellana vivía en la ciudad cuando inició los viajes que le hicieron famoso. En marzo de 1541 salió de Quito siguiendo las órdenes de Pizarro para buscar a su hermano Gonzalo y encontrar el País de la Canela y El Dorado.

Un largo recorrido tras los mitos. En ese viaje, narrado por fray Gaspar de Carvajal, un miembro de la expedición, se toparon con la canela aunque no con El Dorado. La expedición, bien provista y acompañada de un gran número de indios, duró año y medio y discurrió por tierras inhóspitas, extrañas para los hispanos. El descubrimiento se produjo cuando Orellana, acuciado por la necesidad de encontrar comida, se separó de Gonzalo Pizarro. Algunos lo acusaron de traición, pero se defendió.

No hay que olvidar que se puso de parte de Pizarro en la guerra contra Almagro y que participó en la batalla de Salinas. De Orellana nacen mitos eternos ya que aseguró ver tribus de mujeres guerreras y llegó a vislumbrar Eldorado.

El descubrimiento amazónico parece dejar pequeña la gesta de fundar Guayaquil. La ciudad se levantó en un lugar estratégico para la provisión de bastimentos necesarios en Quito y se convirtió en un lugar imprescindible de la conquista de Perú. Sin embargo, Guayaquil tiene una trágica historia de destrucciones. En puridad, no fue Orellana el primero que la fundó, sino Sebastián de Benalcázar, otro de los personajes señeros en los primeros años de la América hispana.

Viajero sin tregua y fundador de ciudades, Benalcázar había llegado a la zona e hizo el primer asentamiento de Guayaquil donde antes había fracasado Pizarro. Era el año 1533 y lo hizo de acuerdo con los caciques locales. Esto poco tiempo allí, dejando como alcaide y capitán a Diego de Haza, según cuenta Cieza de León. Era la tercera ciudad fundada en el entonces reino de Perú, después de Quito y Lima. Entre las enfermedades tropicales y los indios chonos, la población quedó diezmaba y se abandonó el poblado en pocas semanas.

Mapa de la expedición de Francisco de Orellana, 1539 a 1542. Mapa atribuido a António Pereira, un marinero portugués

Mapa de la expedición de Francisco de Orellana, 1539 a 1542. Mapa atribuido a António Pereira, un marinero portugués

Lo volvió a intentar el capitán Francisco de Zaera en 1536, aunque de esta industria no quedan detalles ya que fue inmediatamente destruida por los indios. Poco después, Orellana haría una nueva fundación desplazando su primera ubicación. Un año más tarde, ya estaban en 1537, Pizarro ordenó que se trasladara y refundara la ciudad y Orellana cumplió llevándola a un lugar llamado Culata.

Una alianza de chonos y panaes sitió el pueblo y lo sometieron a duras luchas. En mayo de 1542 el capitán Diego de Urbina la volvió a trasladar, dispuso un nuevo asentamiento al oeste del río Guayas. Tampoco duró mucho en esta ubicación pues, en 1543, los huancavilcas la destruyeron. Cambiada al emplazamiento señalado por Benalcázar permaneció hasta que, en 1547, Francisco de Olmos la trasladó al lugar donde hoy está: a partir del cerro de Santa Ana.

Puerto de Guayaquil de Ernesto Charton de Treville

Puerto de Guayaquil de Ernesto Charton de Treville

La ciudad creció y se llenó de prosperidad. Sede de Audiencia, mantuvo lazos con todos los asentamientos españoles por su buena situación. Pero no le cabía la calma. En 1575 un violento terremoto acabó con muchas construcciones, determinando las autoridades que en adelante se construyera con madera, caña y quincha. 1632 fue un incendio lo que atacó Guayaquil. Ya era escala del Galeón de Manila con un importante astillero.

De éste escribió Dionisio de Alsedo Herrera en su Compendio histórico de la provincia de Guayaquil (Madrid 1741): «superiormente ventajosos a todos los demás de ambas Américas, y a los más celebres de la Europa, por la situación de la playa, por la inmediación de los montes, y aserraderos, y por la calidad permanente de las maderas».

Aumentaba la población. Pero este reflejo de prosperidad tenía, en ese tiempo convulso, sus consecuencias. Era un objetivo principal para piratas y corsarios que, tratando de menoscabar el poder hispano, aprovechaban los saqueos para aumentar el patrimonio. Los ataques de Cavendish en 1586, el holandés L’Hermite Clerk en 1624 y William Dampierre en 1684 destruyeron parte de una ciudad destinada a la ruina. Después fueron los franceses los que, en 1687, volvieron a atacar, destruir e incendiar los edificios.

A los ataques sucedieron las epidemias y, entre 1690 y 1696 se volvió a trasladar la planta de la ciudad, protegiéndola esta vez con fuertes y guarnición. En 1708 el capitán inglés Woodes Rogers quiso tomar la ciudad, pero fue descubierto a tiempo. No obstante, no se pudo evitar la presa de varias embarcaciones pequeñas. Esta vez la ciudad no sufrió menoscabo, aunque en 1742 y 1743, Guayaquil sufrió las erupciones del Cotopaxi.

Woodes Rogers y sus piratas asaltan Guayaquil en 1709

Woodes Rogers y sus piratas asaltan Guayaquil en 1709

Sin embargo, no acabaron ahí los males de una ciudad que siempre alternó la fortuna y la tragedia. En 1763 la ciudad dejó de depender del Perú para pasar a Nueva Granada. Un año después, un incendio de dimensiones apocalípticas destruyó, una vez más la ciudad.

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