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El teniente Hite, de la incursión Doolittle, con los ojos vendados por sus captoresFuerzas Aéreas de EE.UU.

Cuando Stalin apresó en campos de concentración a pilotos de Estados Unidos de la incursión Doolittle

Quince de los dieciséis aviones se estrellaron o fueron abandonados sin combustible y en pésimas condiciones meteorológicas: el ataque estaba planificado, pero la retirada no

Tras el ataque japonés a su base de Pearl Harbor, en el Pacífico, en diciembre de 1941, Estados Unidos precisaba una operación de venganza para satisfacer al público estadounidense y para demostrar a Japón que no estaba fuera de su alcance militar. Los norteamericanos, como cualquier imperio marítimo, habían puesto un especial énfasis en su Armada.

Por ello recurrieron a los portaaviones. Con ese ánimo, eligieron y modificaron bombarderos B-25, capaces de despegar de un barco. Aligerándolos hasta el límite, llegaron a quitar, entre otras cosas, los elementos de puntería para arrojar bombas con precisión, y añadieron depósitos suplementarios de combustible para incrementar su alcance al máximo. Como jefe de la misión, que era casi suicida, escogieron a un veterano piloto, el mayor Doolittle, al que ascendieron a teniente coronel.

La operación consistiría en el ataque de 16 bombarderos B-25 lanzados desde la pista de despegue del portaaviones Hornet. Bombardearían objetivos militares e industriales previamente fijados: fábricas de armamento y aviones en Tokio y Nagoya; astilleros navales y bases militares en Yokosuka y Kōbe; refinerías y depósitos de combustible en Yokohama y Ōsaka.

El daño material fue limitado, pero no era ese el objetivo buscado, y el Gobierno nipón les acusó posteriormente de bombardear zonas civiles y colegios. Pero el impacto psicológico fue considerable, lo que buscaba Washington: demostrar que el lejano Japón no era invulnerable a los ataques aéreos estadounidenses y elevar la moral norteamericana tras el bombardeo de Pearl Harbor. Esta primera agresión, conocida como la incursión Doolittle, tuvo lugar el 18 de abril de 1942, pocos meses después del ataque a Pearl Harbor.

Jimmy Doolittle, en el centro, posa con miembros de su tripulación de vuelo y funcionarios chinos en China tras la incursión de Doolittle en Japón el 18 de abril de 1942Archivo Nacional de Estados Unidos

La irrupción de los aviones de bombardeo se precipitó y se adelantó sobre lo previsto cuando un buque japonés descubrió a la flota estadounidense —petrolero incluido— que acompañaba al portaaviones Hornet, cuya pista de despegue estaba totalmente cubierta por los aviones B-25 modificados. El teniente coronel Doolittle dio la orden de despegue y sus aviones atacaron las ciudades niponas citadas.

Ninguno de los aparatos participantes en la incursión Doolittle pudo regresar a su base ni aterrizar de nuevo en su origen. Los 16 bombarderos B-25 se dirigieron hacia China, sin suficiente combustible para regresar al portaaviones USS Hornet. Quince de los dieciséis aviones se estrellaron o fueron abandonados sin combustible y en pésimas condiciones meteorológicas, sumadas a la imposibilidad de encontrar pistas de aterrizaje seguras. El ataque estaba planificado, la retirada no.

Restos del B-25 de Doolittle en las montañas chinas

Uno de esos aviones se estrelló sin víctimas cerca de Vladivostok, en la Unión Soviética, donde su tripulación fue internada de forma inmediata por los rusos en un campo de concentración. El camarada Stalin no quería molestar a Tokio ni dar excusa alguna que sirviera para romper el pacto de neutralidad con los japoneses, firmado oportunamente en abril de 1941, que le había permitido a Moscú retirar muchas fuerzas del oriente soviético, al quedar libre de amenazas potenciales, para llevarlas a luchar contra los alemanes que avanzaban imparables.

De hecho, las reiteradas solicitudes del presidente Roosevelt a Stalin de crear operaciones de distracción contra los japoneses cayeron todas sin excepción en saco roto, a pesar de que Estados Unidos suministraba de forma gratuita a la URSS armamento, blindaje, materias primas, explosivos y grano, incluso detrayéndolos del material que se iba a enviar al Reino Unido, a pesar de que Churchill sí pagaba la ayuda, cosa que no hacía ni haría Stalin.

Las propias fuerzas estadounidenses quedaron atrás en la cola de la producción bélica de su propio país. Carros de combate y aviones de producción anglosajona formaban en las filas bolcheviques contra los alemanes.

Los cinco tripulantes prisioneros de los soviéticos contrajeron pelagra y escorbuto por el mal trato y la escasa alimentación que les daban los bolcheviques. En abril de 1943 lograron fugarse y llegar a Irán. Para no soliviantar a la población americana, no muy favorable a la Unión Soviética de Stalin, falsearon el relato y lo presentaron como una fuga falsa preparada por los soviéticos para no enojar a los japoneses. La épica cinematográfica norteamericana realizó una película llamada 30 segundos sobre Tokio, que ganó el Óscar a los efectos especiales.

Moscú no declaró la guerra a Japón hasta el 8 de agosto de 1945, en los días finales de la Segunda Guerra Mundial y de forma oportunista, justo después de que Estados Unidos arrojase dos bombas atómicas sobre Japón, el 6 y el 9 de agosto de 1945.

Doolittle recibe la Medalla de Honor en 1942 de manos del Presidente Roosevelt

Destino de las tripulaciones

La mayoría de las demás tripulaciones sobrevivió al aterrizaje forzoso o al salto en paracaídas y fue rescatada por civiles y soldados chinos. Tres murieron. Ocho miembros fueron capturados por los japoneses, que ejecutaron a tres y otro murió en cautiverio. Cuatro sobrevivieron hasta el final de la guerra, en 1945.

Doolittle regresó a Washington pensando que había fracasado —ninguno de sus aviones regresó—, pero, para su sorpresa, fue condecorado y ascendido a general.