Los «Tres Grandes» de la Conferencia de Potsdam, Winston Churchill, Harry S. Truman y Iósif Stalin
80 años
Las revelaciones del diario de Truman sobre Potsdam: «Yo también tengo dinamita que no voy a explotar ahora»
Sus anotaciones revelan sus impresiones sobre Churchill y Stalin, así como el momento exacto en que supo que Estados Unidos tenía en sus manos un arma que podía cambiar el curso de la historia
La ciudad alemana de Potsdam acogería la tercera y última de las reuniones entre los «Tres Grandes»: Gran Bretaña, Estados Unidos y la URSS. Del 17 de julio al 2 de agosto de 1945, los tres líderes de las potencias aliadas tuvieron que verse las caras para discutir cómo quedaría la geopolítica después de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque fue la primera en celebrarse en tiempos de paz en Europa, en Potsdam se vivió un ambiente mucho más tenso que en Teherán (1943) y Yalta (1945). Truman tuvo que tomar el relevo a Roosevelt, quien falleció en abril de aquel mismo año. Asimismo, Churchill tuvo que dejar la conferencia pocos días después al perder las elecciones ante el laborista Clement Attlee. El único que se mantuvo fue el dictador soviético.
Foto de grupo tras la conferencia Detrás de izquierda a derecha: William D. Leahy, Ernest Bevin, James F. Byrnes y Viacheslav Mólotov. Delante de izquierda a derecha: Clement Attlee, Harry S. Truman y Iósif Stalin
Truman solo llevaba tres meses de presidencia. Aunque llegó a Potsdam con ánimo de conciliador y separarse de la actitud agresiva de Churchill, sus sospechas y la noticia de que los científicos estadounidenses acababan de probar con éxito la bomba atómica le animaron a adoptar una posición más «dura» con Stalin.
En ese contexto de tensiones, cambios de liderazgo y decisiones trascendentales, el diario personal de Truman se convierte en una fuente única para entender cómo vivió, pensó y actuó uno de los protagonistas clave de la conferencia. Sus anotaciones revelan sus impresiones sobre Churchill y Stalin, así como el momento exacto en que supo que Estados Unidos tenía en sus manos un arma que podía cambiar el curso de la historia.
A continuación, reproducimos algunos fragmentos de su diario personal –publicados en Extraoficialmente: Los papeles privados de Harry S. Truman, libro editado por el historiador Robert Hugh que recopila escritos y correspondencia del 33º presidente de EE. UU. entre 1945 y 1971–, sobre lo que ocurrió realmente en Potsdam:
16 de julio
[...] Espero que haya algún tipo de paz –pero me temo que las máquinas van algunos siglos por delante de la moral y cuando ésta se ponga al día quizá no haya razón para nada de esto–. Espero que no. Pero sólo éramos termitas en un planeta y quizá cuando lo hayamos perforado demasiado, habrá que rendir cuentas. ¿Quién sabe?
17 de julio
Quiere despedir a Franco, a lo que yo no me opondría, y repartirse las colonias italianas y otros mandatos, que sin duda tienen los británicos. Luego llegó a la situación china y nos dijo qué acuerdos se habían alcanzado y cuáles estaban en suspenso. La mayoría de los grandes puntos están resueltos. Estará en el Japón el 15 de agosto. Menos japoneses cuando eso ocurra. Almorzamos, charlamos socialmente, montamos un auténtico espectáculo brindando por todos y luego nos hicimos fotos en el patio trasero. Puedo lidiar con Stalin. Es honesto, pero muy inteligente.
18 de julio
Dijo que era un gran incomprendido en EE.UU. y que yo era un incomprendido en Rusia. Le dije que cada uno de nosotros podía ayudar a remediar esa situación en nuestros países de origen y que tenía la intención de hacer todo lo que estuviera en mi mano para poner de mi parte en casa. Me dedicó una sonrisa de lo más cordial y me dijo que él haría lo mismo en Rusia.
Después fuimos a la conferencia y me tocó presentar la agenda propuesta por los ministros. Había tres propuestas y las presenté en poco tiempo, para sorpresa de Churchill Stalin estaba muy contento. Churchill también, después de recuperarse. No voy a quedarme en este terrible lugar todo el verano sólo para escuchar discursos. Iré a casa, al Senado para eso.
Sesión de una conferencia en la que participaron Clement Attlee, Ernest Bevin, Iósif Stalin, Vyacheslav Molotov, William D. Leahy, Joseph E. Davies, James F. Byrnes y Harry S. Truman
20 de julio
Izamos una bandera sobre nuestra zona en Berlín. Es la misma que se izó en Roma, Norte de África y París. Esa bandera [la estadounidense] estaba en la Casa Blanca cuando ocurrió lo de Pearl Harbor. También se izará sobre Tokio.
El tío Joe [la forma afectiva que tenía Roosevelt para referirse a Stalin] parece cansado y el primer ministro [Churchill] perdido. Yo les he dicho que EE. UU. había dejado de regalar sus activos sin retorno.
25 de julio
El objetivo será puramente militar y emitiremos una declaración de advertencia pidiendo a los japoneses que se rindan y salvar vidas. Estoy seguro de que no lo harán, pero les habremos dado la oportunidad. Sin duda es bueno para el mundo que la multitud de Hitler o de Stalin no haya descubierto esta bomba atómica. Parece ser la cosa más terrible jamás descubierta, pero puede convertirse en la más útil.
Discutimos las reparaciones y el traslado de poblaciones de Alemania Oriental, Checoslovaquia, Austria, Italia y otros lugares. Churchill dijo que Maisky había definido de tal modo el botín de guerra que incluía la flota y la marina mercante alemanas. Fue un bombazo y paralizó un poco a los rusos, pero tiene mucho mérito.
Iósif Stalin, Harry S. Truman y Winston Churchill en Potsdam, ca. julio de 1945
26 de julio
El Partido Comunista en Moscú no es diferente en sus métodos y acciones hacia el hombre común de lo que fueron el Zar y los Nobles Rusos (así llamados: eran cualquier cosa menos nobles.) Los nazis y fascistas eran peores. Parece que Suecia, Noruega, Dinamarca y quizás Suiza son los únicos gobiernos populares reales en Europa. Pero el resto son un mal lote desde el punto de vista de la gente que no cree en la tiranía.
30 de julio
Si Stalin llegara a cobrar de repente, acabaría con los «Tres Grandes» originales. Primero Roosevelt por muerte, luego Churchill por fracaso político y después Stalin. Me pregunto qué pasaría con Rusia y Europa central si Josef se desmayara. Si algún demagogo a caballo se hiciera con el control de la eficiente maquinaria militar rusa podría causar estragos en la paz europea durante un tiempo. También me pregunto si existe un hombre con la fuerza y el seguimiento necesarios para ocupar el lugar de Stalin y mantener la paz y la solidaridad en casa. No es habitual que los dictadores formen líderes que les sigan en el poder. No he visto a nadie en esta conferencia en la alineación rusa que pueda hacer el trabajo. Molotov no es capaz de hacerlo. Le falta sinceridad.
He dejado claro que los Estados Unidos no tienen la intención de pagar las reparaciones esta vez. Quiero la maquinaria de la industria de guerra alemana completamente desmantelada. [...] Nuestra única esperanza de obtener algo bueno de la guerra europea es la restauración de la prosperidad en Europa y el futuro comercio con ellos. Es una situación enfermiza en el mejor de los casos.