En 1808, España atravesaba una grave crisis política y social. El descontento hacia Carlos IV y su valido Godoy se extendía entre la nobleza, el clero, los ilustrados y el pueblo. El Motín de Aranjuez forzó la abdicación del rey en favor de su hijo, Fernando VII, «pero pronto se iba a comprobar que la crisis de la Monarquía absoluta no iba a solucionarse con el cambio de su titular», indican Marta Friera Álvarez e Ignacio Fernández Sarasola de la Universidad de Oviedo en un artículo. las tropas francesas ocupaban el país tras el Tratado de Fontainebleau. En este clima, Napoleón convocó a padre e hijo a Bayona y los forzó a renunciar al trono, imponiendo como rey a su hermano José Bonaparte. «El rey Carlos [IV] no pudiendo las circunstancias actuales ser sino un manantial de disensiones, tanto más funestas cuanto las desavenencias han dividido su propia familia, ha resuelto ceder, como cede por el presente, todos sus derechos al trono de las Españas y de las Indias al emperador Napoleón, como el único que, en el estado a que han llegado las cosas, puede restablecer el orden», rezaba el acta de abdicación de Carlos IV en favor del francés. El episodio desató un rechazo generalizado y un levantamiento popular que marcó el inicio de la Guerra de la Independencia.