Cinco héroes olvidados del Imperio español

La historia de España está repleta de personajes intrépidos que, con su compromiso y su lucha incansable, contribuyeron a forjar y desarrollar un Imperio. Sin embargo, muchos de estos héroes se han quedado en el olvido, esperando que sus gestas vuelvan a ser cantadas. Desde El Debate recopilamos cinco hazañas que quizá no conocías.

Jerónimo de Ayanz

Nacido en Pamplona en 1553, Jerónimo de Ayanz destacó en diversos campos: fue inventor, ingeniero, científico, administrador de minas, comendador, regidor, gobernador, militar, pintor, cantante y compositor de música, según indica el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia (RAH).

Lope de Vega, que dedicó parte de una obra de teatro y un epitafio en forma de soneto a su muerte, lo calificó como el «Hércules español», por su impresionante habilidad en las armas y la extraordinaria fuerza de sus brazos. Como militar sirvió en las campañas de La Goleta, Lombardía, Flandes y Portugal. Tiempo más tarde, en 1597 fue nombrado administrador general de las minas del reino por Felipe II. Como tal, implementó un sistema para mantener y extraer la plata del Potosí.

Sin embargo, fue en el campo de la invención técnica donde Ayanz desempeñó su máxima actividad. Muchos de sus más de cincuenta invenciones se adelantaron a las que se desarrollarían en Inglaterra durante la Revolución Industrial. Entre ellos destacan sus equipos de buceo creados en 1602 que probó ante Felipe III en el Pisuega.

Inés Suárez

Se casó a los 19 años con Juan de Málaga, quien, poco después, embarcó rumbo a Panamá. Tras años sin noticias, en 1537 consiguió que el rey le otorgase una licencia para partir al Nuevo Mundo. Una vez en Perú, recibió la desagradable noticia de que su esposo había muerto en la Batalla de las Salinas (un decisivo conflicto militar entre las fuerzas de Hernando y Gonzalo Pizarro contra las de Diego de Almagro por la disputa por la posesión de la ciudad de Cuzco).

Destrozada por la muerte de su esposo, decidió quedarse y trabajar cuidando a los soldados heridos, lavando y cosiendo sus ropajes; pues tampoco en España le quedaba nada. Su vida cambiaría al conocer a Pedro de Valdivia, militar y conquistador español que formó parte de las huestes de Francisco Pizarro, gobernador del Perú. Tal fue la confianza de Valdivia en Inés que cuando la ciudad de Santiago fue amenazada por el ataque de miles de indígenas, este acudió a ella.

«Cuando la situación era desesperada y los españoles comenzaban a flaquear y cedían terreno ante la indiada que asaltaba la residencia del gobernador », escribe Juan Eslava Galán en La conquista de América contada para escépticos.

Inés se dio cuenta de que el rescate de los cabecillas sería razón para alentar la sublevación de los nativos por lo que salió del hospitalillo y dirigiéndose a la prisión con espada en mano, lideró a los soldados, reaccionando ante el caos y la confusión y mató a siete caciques prisioneros logrando que los atacantes se retiraran. La ciudad de Santiago no sucumbió.

Teresa Herrera

Aunque conocemos pocos datos de la vida de Teresa Margarita Herrera y Pedrosa, sabemos que nació en La Coruña allá por 1712. De origen humilde y huérfana de padre desde la infancia, permaneció 24 años fuera de su hogar «ganando la vida con su trabajo y habilidades» para ayudar a su madre y a sus nueve hermanos, siete de los cuales fallecieron antes de la adolescencia, tal y como recoge la RAH en su Diccionario Biográfico.

Regresó para cuidar de su madre enferma hasta su muerte y tras heredar la casa familiar la utilizó como refugio para mantener y dar cobijo a mujeres enfermas sin recursos. Su proyecto pudo sostenerse gracias a su trabajo y a la limosna que le daban los fieles de la iglesia de San Nicolás a la que acudía diariamente a rezar. Así, su casa se convirtió en el Hospitalillo de Dios, donde aquellas pobres y enfermas mujeres «recibían cama, comida y una precaria asistencia hospitalaria».

Su labor humanitaria la hizo famosa, sin embargo; en 1777, ante la falta de recursos para mantener el establecimiento, solicitó permiso al Ayuntamiento para pedir por las calles. Pronto, su trabajo sería reconocido por el Arzobispo de Santiago de Compostela, quien concedió además 80 días de indulgencia a quienes colaborasen «con esta piadosa obra».

Pero su labor no se limitó a La Coruña. Gracias a sus donaciones, se pudo construir el Hospital de la Caridad, destinado fundamentalmente a fines de Maternidad y Orfanato, para ayudar a las mujeres sin recursos a dar a luz, acompañándolas y evitar el abandono de los recién nacidos de los que las familiar no se podían hacer cargo.

Años después, la Casa de Expósitos del Hospital de la Caridad colaboró en la expedición Balmis, portadora de la vacuna antivariólica a América, China y Filipinas, ayudando en la primera campaña sanitaria de rango internacional que dio la vuelta al mundo. Cuando murió a los 77 años, cedió todas sus posesiones a la Cofradía de los Dolores.

José Celestino Mutis

Nació en Cádiz en 1732. Estudió Medicina y Cirugía en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz y más tarde en la Universidad de Sevilla. En 1760 salió de Cádiz y puso rumbo a Cartagena de Indias, donde aceptó el cargo de médico del virrey Pedro Mesía de la Cerda. Allí, «entusiasmado por su riqueza natural, planeó un mejor conocimiento y explotación de la rica flora americana», indica el Diccionario Biográfico de la RAH.

Poco después se trasladaría a Santafé para impartir clases en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. En 1783, tras varias propuestas, el rey Carlos III aprobó una expedición botánica para explorar el Nuevo Reino de Granada, dirigida por Mutis: se creó un herbario extenso, se recolectaron miles de muestras vegetales, se ilustraron con una detallados dibujos y se visitaron distintas regiones. Esta expedición ayudó al conocimiento de numerosas especies nuevas.

En el ámbito sanitario destacó su labor durante la epidemia de viruela en 1782 cuando apoyó e impulsó campañas de inoculación y medidas sanitarias. Asimismo, emprendió campañas mineras, buscando explotaciones de quina, una actividad muy importante para la economía de la Corona.

«Dejó un legado de vocación científica, curiosidad ilustrada, compromiso con la salud pública y la educación. Su nombre hoy se asocia con estaciones botánicas, observatorios y memorias científicas, siendo uno de los grandes referentes de la ciencia virreinal hispánica», destaca Gestas de España.

Salvador Fidalgo

En las gélidas costas de Alaska, por encima de los 60 º de latitud norte, hay dos pueblos pesqueros, Valdez y Cordova, que evidencian la huella de España en aquellas remotas tierras. Fueron bautizadas por el leridano Salvador Fidalgo, que en 1790 recorrió la región y tomó posesión de ella en nombre del rey Carlos IV.

Salvador Fidalgo nació en 1756 en la Seu d'Urgell. Con tal solo 14 años ingresó en el Real Colegio de Guardiamarinas de Cádiz y más tarde fue elegido para formar parte del equipo de cartógrafos de Vicente Tofiño, autor del primer atlas de los puertos de España.

En 1778 partió al Nuevo Mundo para no volver a la península y tomó el relevo de grandes oficiales que exploraron la costa del Pacífico noroeste con el objetivo de reafirmar la soberanía de España frente a rusos e ingleses como la expedición dirigida por Juan José Pérez Hernández en 1774.

Así, Fidalgo partió de San Blas el 3 de febrero de 1790 dentro de la expedición de Francisco de Eliza rumbo a San Lorenzo de Nutka. Desde Nutka, el 5 de mayo, zarpó con el San Carlos para reconocer Prince William Sound y Cook Inlet y verificar la presencia rusa. Tras explorar la costa, el 3 de junio realizó la toma de posesión en Orca Inlet, bautizando «Puerto Cordova»; y el 15 de junio nombró «Puerto Valdez».