Gustavo Adolfo liderando una carga de caballería
Picotazos de historia
Gustavo II Adolfo: el rey sueco que desafió a los Tercios españoles y transformó la guerra moderna
Se concentró en el desarrollo de una táctica y distribución de tropas que supusieran una mejora sobre la formación más potente de la época: el tercio de infantería española
Recientemente, mientras buscaba libros por internet (actividad de la que me reconozco adicto), he podido comprobar las pocas biografías que existen (excepto en sueco, claro está) acerca de la figura del rey de Suecia Gustavo II Adolfo. Este monarca, figura señera del siglo XVII, transformó el arte de la guerra hasta el punto de que hoy se le reconoce como el padre de la guerra moderna. No solo fue un reformador en lo militar: sus reformas abarcaron también la economía y la administración de su país. Bien es cierto que, a su muerte —murió con treinta y siete años—, dejó a Suecia en una situación económica muy precaria, pero había transformado su ejército, ampliado las fronteras y fortalecido la administración.
Le llamaron el Grande, pero el nombre por el que es más conocido es el de El León del Norte. Hoy les hablaré un poco de Gustavo II Adolfo Vasa. Y digo «un poco», ya que no les hablaré tanto de su vida como de las reformas que realizó en su ejército y que transformaron la guerra en Europa, cuya influencia se extendería a todo el mundo.
Muy consciente de que la nueva reina del campo de batalla era el arma de fuego, se concentró en la mejora de estas y en el desarrollo de una táctica y distribución de tropas que supusieran una mejora sobre la formación más potente de la época: el tercio de infantería española, señor absoluto de los campos de batalla europeos durante los siglos XVI y XVII.
Gustavo centró primero su atención en el armamento. Suministró a sus tropas mosquetes más ligeros, con sistema de ignición de golpe de pedernal. Con la distribución del nuevo armamento vino una importante innovación: a cada soldado se le distribuyeron entre diez y doce cartuchos de papel que contenían la pólvora necesaria y el proyectil. De esta manera, se facilitaba la carga del arma y se aumentaba la cadencia de disparo.
Fue el primero —desde la época romana— que ideó y puso en práctica la uniformidad de vestimenta en todo su ejército. Esta simple idea ayudaba a mantener alta la moral, otorgaba al soldado un orgullo de cuerpo y de pertenencia a una unidad especial. Además, suponía una mejora en sanidad, ya que elevaba los estándares de higiene colectiva. Gustavo II siempre insistió en la buena calidad de los paños con los que se fabricaban los uniformes de sus soldados, así como de las botas que calzarían, correajes, etc.
Regularizó la paga (soldada) y la calidad del rancho que recibían. Por otro lado, exigió un grado de disciplina mucho mayor que el que se encontraba en otros ejércitos, y esta era exigible a oficiales y soldados por igual.
En términos de organización de unidades de combate, Gustavo rechazó la formación del tercio (cuadro de piqueros con mosqueteros protegiendo las esquinas) por considerarla poco flexible para sus propósitos. De esta necesidad surgió una nueva unidad militar: la brigada. Formada por tres o cuatro de los futuros regimientos, que se subdividirían en pelotones y secciones, contaba con el apoyo de todas las demás armas y unidades, de modo que pudiera actuar como unidad independiente.
En el campo formaría una línea de batalla de seis hombres en fondo, con los piqueros en el centro (cada vez en menor número y progresivamente sustituidos por los fusileros). Con este despliegue, se aprovechaba más la capacidad de fuego de la unidad.
Gustavo Adolfo en Breitenfeld en 1631
La artillería fue otro de los campos en los que destacó Gustavo II Adolfo. Fue el primero en establecer una clara distinción entre artillería de sitio (generalmente de calibre 24), la de campaña (cañones de calibre 12) y la regimental (aquella más ligera, que daba apoyo directo al regimiento al que pertenecía). Estas dos últimas fueron las grandes creaciones del rey sueco. Se idearon nuevas cureñas para facilitar el transporte de los cañones. Se adoptaron nuevas técnicas de fundición, lo que permitió la creación de cañones de 3 libras de calibre. Estos podían trasladarse de un punto a otro del campo de batalla con rapidez, ya que para su transporte solo se necesitaban un par de caballos. Por primera vez, la artillería podía acompañar a la infantería y darle apoyo directo.
Además, cada cañón estaría acompañado por un armón —primero de cuatro, luego de dos ruedas— que transportaría las cargas ya preparadas, junto con los proyectiles. De esta manera, también se aumentaba la rapidez de disparo de la pieza. La insistencia del rey en la coordinación de esta nueva artillería móvil elevó notablemente su efectividad en el campo de batalla.
Tampoco la caballería se libró de las reformas de Gustavo II. Entonces, la forma más común de ataque por parte de la caballería pesada o de combate (caballos coraza, les llamábamos en España) consistía en acercarse todo lo posible a la unidad enemiga, descerrajar un par de disparos con las pistolas que llevaban en el arzón (de ahí el nombre de «pistolas de arzón») y retirarse al final de la propia unidad de caballería. A esta maniobra se la denominaba caracola, y se suponía que erosionaba la cohesión de las picas enemigas hasta permitir a la caballería cargar y romper la formación en el punto más afectado.
Gustavo II rechazó esta táctica por lenta y engorrosa. Permitió las pistolas de arzón, pero estas pasaron a ser un arma secundaria frente a la espada de caballería. Las dos primeras líneas de la formación de caballería dispararían sus pistolas frente a la unidad enemiga y tomarían posición en la retaguardia. El resto del escuadrón cargaría rápidamente sobre ese punto ya afectado por los disparos, antes de dar tiempo a reaccionar. Esta forma de ataque se reveló efectiva contra la infantería hasta la mejora de la bayoneta fija y la creación de la formación en cuadro, en el siglo XVIII.
También se prestó una enorme atención a la infraestructura y a la logística, tanto civil como militar, que permitieron las importantísimas funciones de transporte y abastecimiento de suministros y reemplazos con rapidez. Para ello, se requirió una serie de reformas tanto en la estructura civil como en la militar.
Muerte de Gustavo Adolfo en Lützen, por Carl Wahlbom
En definitiva, durante su reinado se impulsó el comercio, la industria, la investigación, etc., todo orientado a mantener un ejército revolucionario (por lo novedoso), que marcaría los estándares modernos. Gustavo II fue el gran creador del Imperio sueco y se hizo famoso por entrar en batalla con su sombrero blanco, adornado con una gran pluma del mismo color, para ser fácilmente identificable en medio del fragor de la batalla.
Gustavo II Adolfo murió cargando al frente de la caballería de Småland (antecesora del actual regimiento sueco de húsares de Småland) durante la batalla de Lützen (6 de noviembre de 1632). Cuando recogieron su cadáver y lo prepararon, encontraron que tenía cinco heridas de proyectil y cuatro de arma blanca. Tenía treinta y siete años al morir.