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05 de mayo de 2024

A la izquierda Natalia y Anastasia en el Chateau de Sache (Francia)

Natalia y Anastasia con sus hijos en el Chateau de Sache (Francia) donde las recibe un grupo de vecinosAFP

El incierto futuro de las mujeres ucranianas que huyen de su tierra: «Perdimos nuestra vida»

Más de dos millones y medio de personas han huido de la guerra en Ucrania, los hombres se quedan a luchar y las mujeres se llevan a sus hijos pequeños

«Perdimos nuestra vida, nuestra seguridad», dice Anastasia Kazankina, una abogada que espera frente a un abarrotado centro de refugiados en la ciudad fronteriza polaca de Przemysl. Como a muchas de las refugiadas que huyeron de la guerra de Ucrania, dejando atrás maridos e hijos.
«No podemos planificar ningún futuro porque no sabemos lo que habrá mañana», dice Kazankina, agarrada de su hijo Ilya y de su perra Marsia. En este aparcamiento, situado frente a lo que fue un supemercado Tesco y que ahora acoge a refugiados, Kazankina, que vino de Kiev, dice que quiere quedarse en Polonia pero que no sabe qué hacer mientras su marido está en el ejército.
Con la bandera de Ucrania

Con la bandera de UcraniaAFP

Más de dos millones de personas abandonaron Ucrania desde que comenzó la invasión rusa el 24 de febrero. Más de un millón han acabado en Polonia y muchas llegaron a Przemysl desde la ciudad de Leópolis, en el este de Ucrania, a través del paso fronterizo de Medyka.

Espero poder volver algún díaYulia Sokolovskaya, refugiada

En el aparcamiento de Przemysl, los autobuses van y vienen, en su mayoría llenos de mujeres y niños que esperan estar por fin a salvo pero preocupados por los que dejaron atrás. Uno de los autobuses se dirige a Estonia. Vera Verozub, una abuela de Kiev, se acerca a él con dos pesadas bolsas, ayudada por sus nietos de 4 y 14 años. Sus padres se quedaron para «defender el país».
«Tomamos un tren hacia Leópolis. Desde Leópolis, tomamos el autobús un rato y luego caminamos», recuerda con ojos llorosos asomando por encima de una capucha roja y un gorro, en una mañana fría. Cerca de allí, Anna Martynova, asistente en una residencia de ancianos del sur de Ucrania, está de pie junto a sus dos hijos después de pasar parte de su viaje en un autobús sin asientos. «Ha sido duro, llevamos dos días de viaje. Hubo interrupciones, nuestras vías están destruidas, los puentes de las carreteras están destruidos». Martynova es quizás afortunada porque su marido ya vive en Polonia, trabajando en el ferrocarril.
Anastasia con su hijo Dary en brazos

Anastasia, con lágrimas en los ojos y su hijo Dary en brazosAFP

Yulia Sokolovskaya, en cambio, explica que tuvo que dejar a su cónyuge cuando abandonó su ciudad natal de Járkov, bajo las bombas, junto a su hijo de siete años. «En Ucrania, pasamos algunos días en el metro porque era peligroso salir a la calle», observa. Ahora espera poder ir a alojarse con unos amigos en Italia –«un buen lugar para descansar»– pero su optimismo se desmorona cuando recuerda a su marido, que tuvo que quedarse. «No puede salir del país, sigue allí. Compruebo cada hora si está bien», dice, rompiendo a llorar. «Dejé toda mi vida allí y realmente espero poder volver algún día».
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