El primero en inaugurar la lista de proscritos por el gobierno de Vladimir Putin fue Boris Johnson y una decena de personas de su equipo. Más tarde, el Kremlin prohibió poner un pie en su territorio a una decena de altos cargos de la Unión Europea y hoy, le ha tocado el turno al primer ministro de Japón Fumio Kishida.
La decisión de Japón de hacer propias las sanciones de la UE contra Rusia por invadir y ensañarse con Ucrania, ha tenido sus consecuencias. Las represalias de Moscú no han tardado en concretarse.
El Ministerio de Asuntos Exteriores expresó su repudio a las decisiones del gobierno de Japón: «La administración de F. Kishida -protesta- lanzó una campaña antirrusa sin precedentes y permite una retórica inaceptable contra la Federación Rusa, que incluye calumnias y amenazas directas».
A renglón seguido la Cancillería rusa observa que su conducta, «encuentra eco en figuras públicas, expertos y representantes de los medios de comunicación japoneses, que están completamente comprometidos con las actitudes de Occidente hacia nuestro país».
En consecuencia, el ministerio que coordina Sergei Lavrov (según instrucciones de Putin) acusa a Japón de dar «pasos prácticos destinados a desmantelar las buenas relaciones de vecindad, dañando la economía rusa y el prestigio internacional del país».
El comunicado detalla entonces que, a partir de ahora, prohíbe la entrada a Rusia, «de manera indefinida», a 63 ciudadanos japoneses, entre ellos el primer ministro, miembros de su gabinete, legisladores, periodistas y académicos.