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02 de mayo de 2024

Vilkhivka Ucrania

Una mujer contempla los restos de su casa destruida en VilkhivkaAFP

Los soldados rusos, a los civiles ucranianos: «Os estamos liberando»

La aldea de Vilkhivka quedó arrasada por las bombas rusas. Sus habitantes se niegan a abandonar sus casas, aunque temen que los soldados rusos puedan volver

En la carretera que conduce a Vilkhivka, al este de Járkov, yacen los restos de tres destrozados tanques, dos rusos, uno ucraniano.
Los esqueletos de los blindados muestran la violencia de los combates que permitieron a los ucranianos repeler a los rusos hacia su frontera y reconquistar localidades ocupadas desde el inicio de la invasión ordenada por Moscú.
Según los habitantes, la batalla para recuperar Vilkhivka se produjo a fines de marzo, pero el ejército ucraniano prohibió el acceso a la zona hasta hace pocos días.
La zona está tranquila y los soldados ucranianos se han confiado ante la falta de nuevos ataques rusos. Varios combatientes descansan despreocupados y toman el sol tumbados.
Uno de los calcinados tanques rusos muestra la inscripción «Azov estuvo aquí» pintada sobre el blindaje junto con el símbolo del batallón ucraniano.
Decenas de casas de este pueblo de unos 2.000 habitantes han sido devastadas por los obuses, las explosiones o los incendios.
En el interior de las viviendas, se desparraman destripados juguetes, aparatos electrodomésticos y ropa, mientras las calles rebosan de esquirlas y casquillos de bala. La enorme escuela del pueblo, de dos pisos, ha sido reducida a escombros por un incendio.

El infierno

El cuerpo de un soldado ruso yacía aún el sábado en el jardín de la escuela, mientras que el gimnasio, aparentemente utilizado como dormitorio por los rusos, alberga cajas de municiones vacías y sacos de dormir, todo ello mezclado con libros escolares y balones de baloncesto.
Cerca de la escuela, algunos voluntarios distribuyen comida al puñado de habitantes que decidió quedarse. Los rusos ocuparon la zona desde el inicio de la guerra el 24 febrero y su ofensiva contra Jarkov, relata Egdard Andresovich, un electricista que nunca dejó la localidad.
Según él, los rusos, que ya estaban presentes en la zona, intensificaron la ofensiva a fines de marzo (hacia el 24, 25 o 26, según los testigos), y tomaron el pueblo. Entonces, la mayoría de los habitantes decidió huir.
«Los rusos nos dijeron: 'Si vuestro ejército no dispara, nosotros no disparamos'. Les pregunté qué hacían allí. Me respondieron. 'Os estamos liberando'», asegura el electricista.
Al día siguiente, un diluvio de fuego precipitó sobre la localidad convertida en escenario de intensos combates. «Era el infierno, nuestras casas explotaban y se incendiaban», relata Viktor Ivanovich.
Evguen Zagumeny ha regresado al pueblo para «reconstruir su casa». «Hay que tener un lugar para vivir –explica–, no se puede vivir para siempre en el metro» de Járkov, donde se han refugiado muchos habitantes para protegerse de la guerra.

Miedo a un retorno ruso

Serguei Bilinijin, carpintero, ya está manos a la obra. «Tengo la impresión de que no tengo casa. Solo quedan los muros, ya no hay ni ventanas ni techo», dice. «Pero, si Dios quiere, habré terminado antes del otoño».
«Y no tengo razones para estar triste. Los muros han aguantado cuando tengo vecinos que lo han perdido todo. Mi familia está viva, mis dos hijos (de tres y siete años) en buena salud», se consuela.
Los rusos se han ido, pero no por ello los habitantes están tranquilos, la frontera está apenas a unos 30 kilómetros y las tropas rusas están aún a una decena de kilómetros de Járkov.
«Es muy cerca. Vinieron aquí como si estuvieran en su casa. Estoy preocupado», dice Edgard, y asegura que se «quedará mientras pueda».
«Los rusos no son buena gente. Si le digo lo que pienso de ellos, va a sonar el 'bip-bip-bip' (ruido de censura en la televisión). Pueden volver. Me preocupa. Siguen disparando», dice por su lado Serguei. «Pero he nacido aquí. He crecido aquí. Esta es mi patria. No me iré. Aquí está toda mi vida».
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