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29 de marzo de 2024

Olaf Scholz, canciller de Alemania, y Fumio Kishida, primer ministro alemán

Olaf Scholz, canciller de Alemania, y Fumio Kishida, primer ministro de Japón, se dan la mano en TokioWikimedia Commons

La posición de Alemania y Japón en el nuevo orden mundial

La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto lo mucho que Alemania y Japón necesitan a Estados Unidos, y su necesidad de invertir en presupuesto de Defensa

La guerra de Ucrania está suponiendo un verdadero catalizador histórico. El curso de la historia está sufriendo una verdadera alteración, en el transcurso de este conflicto, que modifica las condiciones dadas en el orden internacional, posterior a la Segunda Guerra Mundial y sostenidas durante la guerra fría.
Alemania y Japón, los grandes perdedores de la gran contienda, durante los tres cuartos de siglo posteriores a 1945, renunciaron conscientemente a su condición de grandes potencias y adoptaron enfoques pacifistas en política exterior.
Hoy se mantienen como la tercera, Japón, y la cuarta, Alemania, economías del mundo. Pero su papel secundario, discreto y silenciado puede tocar a su fin. Ambas naciones se han visto obligadas, de forma antinatural, a una pacificación forzada.
La ocupación de Ucrania, y un creciente antagonismo entre Estados Unidos y China, aumenta la hegemonía regional de Japón y Alemania.
Alemania ha reorientado fundamentalmente su política exterior, comprometiéndose a aumentar radicalmente el gasto en defensa y adoptando una línea dura frente a Rusia.
Y Japón, en el Pacífico, receloso de la asertiva preponderancia de China en la hegemonía regional, parece estar más cerca que nunca de una transformación similar.

Alemania se recalibra

La hegemonía de Estados Unidos es incuestionable pero el co-protagonismo de Japón y Alemania está en alza. Norteamérica tendrá que reinventar sus alianzas, tratando a los aliados como verdaderos interesados y no como socios menores infantilizados.
La transición podría ser dolorosa y difícil para Washington a corto plazo. Pero a largo plazo, estos cambios serán saludables para el orden mundial e incluso para los propios Estados Unidos.
Cierto que Alemania necesita un proceso de adaptación a su nuevo estatus desde que su canciller, Olaf Scholz, anunció un «punto de inflexión» («zeitenwende») en la política exterior alemana, en la política energética y en defensa. Unos cambios tan profundos que podrían cambiar la identidad del país.
Berlín decidió suministrar armas a Ucrania después de décadas de resistirse a armar a los beligerantes en cualquier zona de conflicto, y ha establecido un fondo de 100.000 millones de euros para mejorar sus fuerzas armadas.
El «cambio de dirección» de la política alemana, principalmente en defensa, ha tenido un fuerte efecto en Japón, donde los funcionarios de seguridad se han enfrentado a una China cada vez más agresiva. Enfrentarse a una potencia en ascenso frente a una en declive como Rusia coloca a Japón en una situación más compleja que la de Alemania, y posiblemente más precaria a largo plazo.

La encrucijada de Japón

En 2005, Japón y China tenían presupuestos de defensa casi idénticos. Ahora, el presupuesto de defensa de China es cinco veces mayor que el de Japón, y para 2030 se prevé que sea nueve veces mayor. En comparación, el presupuesto de defensa de Rusia era sólo un 18 % mayor que el de Alemania antes de que Berlín anunciase su cambio de rumbo.
Para mantener una apariencia de equilibrio en la región, Japón ha seguido una triple estrategia. En primer lugar, ha aumentado progresivamente su gasto en defensa en los últimos años, de 45.100 millones de dólares en 2017 a 54.100 millones en 2021.
El Partido Liberal Democrático (PLD) que gobierna Japón ha argumentado que el país debería aspirar a gastar el dos por ciento de su PIB en defensa, lo que significaría duplicar su presupuesto actual.
En segundo lugar, Japón ha tratado de profundizar en su alianza con Estados Unidos. El PLD ha iniciado debates internos sobre la disuasión nuclear, incluso sobre la controvertida cuestión de un posible acuerdo de reparto nuclear con Washington, que obligaría a Tokio a participar en las consultas sobre las armas nucleares y su uso como parte de una estructura de toma de decisiones compartida.
Y Japón también está reformulando sus relaciones de seguridad con otros socios de la región, especialmente con Australia, India, Filipinas, Singapur y Vietnam. Tokio está incorporando estos cambios en una nueva estrategia de seguridad nacional que se publicará a finales de año.
Hoy en día, dos tercios de los japoneses apoyan el fortalecimiento de las capacidades de defensa de Japón, y la mayoría está de acuerdo con la propuesta de su gobierno de gastar el dos por ciento del PIB en defensa.
Los estrategas japoneses piensan que el país necesita invertir más en su propia defensa y «diversificarse más allá de Estados Unidos». La preocupación para los japoneses es: «hasta qué punto podemos confiar en que Estados Unidos defienda a Taiwán frente a las amenazas nucleares chinas».
La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto lo mucho que Alemania y Japón necesitan a Estados Unidos. Las respuestas de ambos países sugieren una reactivación –e incluso una expansión– de sus tradicionales alianzas con Washington a corto plazo.
Muy posiblemente una mayor asertividad alemana y japonesa, si gana protagonismo, irá acompañada de un repliegue estadounidense y una reducción de su poderío económico y militar a largo plazo. Pero a una tendencia así, no se llegará en poco tiempo.
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