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20 de mayo de 2024

Police officers stand guard as supporters leave the King Baudouin Stadium following the Euro 2024 qualifying football match between Belgium and Sweden in Brussels on October 16, 2023, after two Swedes were shot dead in an attack in Brussels. Belgium's Euro 2024 qualifier against Sweden was abandoned at half-time and fans were kept in the stadium for security reasons after two Swedes were shot dead in an attack in Brussels on October 16, 2023. (Photo by HATIM KAGHAT / Belga / AFP) / Belgium OUT

Agentes de Policía tras el atentado de BruselasAFP

En la escena de la tragedia: «El barrio estaba tranquilo y escuché seis disparos»

El asesino, armado con un fusil, abrió fuego contra varias personas en la zona norte de la ciudad y todavía no ha sido detenido

El Boulevard du Neuvième de Ligne, cerca de la plaza de Saintclette, ha sido el escenario de otra noches de Bruselas teñida de sangre tras el asesinato de varias personas por un hombre con un fusil estilo M-16 estadounidense al grito de «Alá es grande».
De camino al lugar del atentado pasan varias furgonetas y coches de la policía con las sirenas a todo volumen y las luces tiñendo la ciudad por donde pasan con ese azul inconfundible.
Esto no es algo extraño para el que vive en Bruselas. Noche tras noche, vehículos de policía se mueven a toda velocidad entre el tráfico insufrible de la ciudad.
Y esto cada vez es más común, Bruselas se ha convertido en lo contrario que supone que debería ser la capital de Europa.
Ya en el lugar del atentado damos un rodeo. Queremos ver si hay otra manera de acceder al lugar. Imposible. Al otro extremo de la manzana, pegado al río, hay un furgón policial con dos agentes dentro. Uno está mirando el móvil, el otro está hablando por teléfono.
Preguntamos si podemos hablar con un oficial mientras enseñamos el carné de prensa para que vean que somos los habituales en los sitios que muchos no quieren estar cuando menos hay que estar. Balbuceando nos indican que pronto habrá una rueda de prensa. Obviamente no iba a ser así, pero entendemos el mensaje: «no molestéis».
Desandamos parte del camino y nos juntamos con el grupo de periodistas que había ya en el lugar. No más de diez.
Aquí, sobre un puente en una zona residencial y despoblada, resonaron los disparos que acabaron con la vida de hasta tres personas en la tarde de este lunes. Una fue tiroteada dentro de un portal. Las otras dos, dentro de un vehículo. Aunque la información oficial solo reconoce dos por el momento, ahí todos hablan de tres. Incluso más pero en otros lugares de la ciudad.
La iluminación es tenue y la calle, que normalmente estaría llena de vida, muestra un panorama desolador. Pocos transeúntes se atreven a caminar por la zona, y los que lo hacen, lo hacen con cautela.
Coches de policía van y vienen, y la sirena de vehículos no identificados rompe el silencio de vez en cuando. La policía belga ha acordonado toda la zona con verjas, impidiendo el acceso incluso al otro lado de la carretera. Con frío, los periodistas esperamos desde la acera opuesta a alguna declaración oficial que nunca llega.
Mientras unos policías descansan en un furgón, otros, armados y en posición firme, vigilan la zona. La tensión es palpable. A pesar de que el ataque tuvo lugar a las 19:15, los refuerzos siguen llegando. Se aproximan a la zona también vehículos de la científica entre sirenas policiales y la mirada atenta de la prensa.
A través de las vallas cubiertas con el blanco y azul de la policía se llega a vislumbrar lo que está ocurriendo al otro lado. Un grupo de cinco o seis personas ataviadas con los trajes de polietileno blanco típicos de la científica junto a guantes y gafas de protección.
Están peinando la zona con linternas y recolectando pruebas. Toca recuperar los casquillos y cualquier muestra de tejido y líquido que pueda servir para identificar al asesino, así como para reconstruir la escena.
Aficionados suecos se abrazan tras conocer el atentado

Aficionados suecos se abrazan tras conocer el atentadoAFP

Mientras esperamos, conseguimos hablar con dos testigos. La zona del atentado es una conexión entre tres calles: la principal y dos perpendiculares. Uno de los edificios es un bloque de viviendas que se asemeja al edificio Flatiron de Nueva York; el otro es un edificio de oficinas de construcción bastante reciente. No desentona en el lugar pero se nota la diferencia de años con lo que tiene alrededor.
En el hall de entrada de este último es donde tuvo lugar uno de los ataques. «Suele estar vacío», asegura uno de los testigos que resulta ser un vecino que vive en el edificio esquinado. Sin embargo, en el momento del atentado, sí había gente.
Entre los que estaban cerca de edificio de oficinas estaba Bejat Suleyman, estudiante de 20 años que se vio desafortunadamente envuelto en el tiroteo. «Pude ver al atacante entrar en el edificio. Escuché los disparos a mi alrededor, pero no me di cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que vi a una víctima precipitarse y caer. Me quedé congelado, tenía miedo, pero mis pies estaban pegados al suelo. No podía moverme, estaba en trance. Hasta que un hombre me empujó y me desperté», explica, tembloroso, Suleyman.
El joven logró escapar a duras penas; salió corriendo, sin saber ni a donde iba. Al volver cuando ya el peligro había pasado, se encontró con la policía intentando resucitar a otra víctima.
«En Bruselas suele haber mucho ruido, pero hoy el barrio estaba en silencio. Y entonces escuché seis disparos. Y luego silencio. Y luego otro y después otro más. Ahí es cuando me dije que podría ser un arma», explicó, por su parte, el vecino que vive en el edificio de enfrente. Se encontraba en su salón, viendo la televisión, cuando oyó el ataque.
«Pero la policía fue muy eficiente. Llegaron en apenas 10 minutos, quedé gratamente sorprendido», agregó el vecino. La criminalidad ha aumentado hasta tal punto en el que la misma policía reconoce que no da abasto.
Las imágenes en las redes sociales corren como la pólvora. La víctima de dentro del edificio de oficinas fue rematada de un disparo en la cabeza. Parte de la masa encefálica se encuentra esparcida por el suelo. Las otras víctimas aparentemente fueron acribilladas dentro de un vehículo. Los periodistas comentamos qué puede ser verdad. Hoy ya nadie puede fiarse de lo que vea en redes sociales después de un hecho semejante. La policía tampoco nos despeja las dudas.
A pesar de lo terrible del momento, algunos no parecen pensar lo mismo. Un par de jóvenes se acercan por el lado del atentado. La policía les grita que deben cambiarse de acera. Lo hacen sin mucha gana pero al llegar a donde estamos lo primero que hacen es tomar fotos de la zona vallada y luego hacerse un selfie sonriendo.
Poco después aparece un coche con cuatro hombres de apariencia árabe en su interior al grito de «¡Viva Palestina!». Intentamos acercarnos corriendo para preguntarles pero pisan el acelerador y el coche se pierde calle abajo.
Volvemos al lugar del atentado con una idea en la cabeza: esto solo acaba de empezar. ¿Cuántos inocentes deben morir en suelo europeo para que la sociedad se dé cuenta de la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos? ¿Hemos interiorizado que esto pasará de tanto en cuanto como si acaso fuera algo normal?
Por el momento, la lista de muertos en nombre de Alá acaba de ampliarse. Bruselas acaba de recordar de un plumazo aquellos atentados del 22 de marzo de 2016 que dejaron un saldo de 32 muertos y más de 300 heridos.
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