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08 de mayo de 2024

Edgardo Pinell

El kirchnerismo les arrebató tanto a los argentinos que también les quitó el miedo

La pobreza y el alto coste de la vida inmunizaron a los electores argentinos del discurso que convertía a Sergio Massa en el mal menor a elegir

Actualizada 04:30

El discurso del miedo al caos y al retorno a las cavernas implantado por la izquierda ha sido tan efectivo en Brasil y España que amenazaba con hacer estragos en la línea de flotación de la campaña de Javier Milei en Argentina. Sin embargo, la ruina económica y el hastío social de los argentinos no fue terreno fértil para inocular el miedo.
Hasta ahora, la izquierda ha sido eficaz en utilizar la campaña del miedo para movilizar a sus votantes y forzar una decisión entre los indecisos, así como para imponer encuadres al centro derecha y cordones sanitarios a lo que ellos etiquetan como extrema derecha.
«Recuperar la concordia nacional» es el discurso recurrente en boca de Rodríguez Zapatero y Sánchez, quien llegó a decir en un vídeo que «Sergio Massa representa la apuesta por la convivencia democrática, por la concordia, y ofrece un proyecto de unidad, de solidaridad» insistiendo que son ellos, la izquierda, la salvadora de la democracia y la garante de los derechos frente al caos y la barbarie.
Este discurso lo explotan al máximo en su estrategia de comunicación y en las últimas elecciones generales de España ralentizó y neutralizó el crecimiento electoral de PP y Vox.
Esta misma fórmula parecía perfecta para que el peronismo y el kirchnerismo retuvieran el poder en Argentina. Algunas encuestas incluso hacían temer esa posibilidad, pero la personalidad de Milei y la acertada estrategia de su equipo, especialmente en el debate y la recta final de la campaña, logró, no solo desactivar el envenenado mensaje de la «concordia», sino que permitió que «la esperanza se impusiera al miedo» como pidió el ahora presidente electo.
Los contundentes resultados han dejado claro que los argentinos no sucumbieron al mensaje del miedo ni a la trampa de la «concordia» ofrecida por Massa. Estaban hartos de las mentiras, la corrupción, pero, sobre todo, de la desastrosa gestión económica del ministro-presidente (en ausencia notable en los últimos meses de Alberto Fernández).
La pobreza y el alto coste de la vida inmunizaron a los electores argentinos del discurso que convertía al peronismo en el mal menor a elegir. Al fin y al cabo, ¿qué cosa peor podría pasar que cuatro años más de hambre, inflación y devaluación?
Otro factor importante para salir del corsé de la izquierda internacional es la peculiar imagen de Milei, quien personificó bastante bien al argentino promedio, pero sobre todo al más joven y disruptivo que demostró ser indomable ante la hipnosis revolucionaria que cabalga en las juventudes del resto de Hispanoamérica.
Por otro lado, la necesidad de un cambio era tan grande y el elevado coste de facilitar o ser cómplice del triunfo del oficialismo por inacción, llevó al expresidente Mauricio Macri y Patricia Bullrich a brindar un apoyo decidido y «desinteresado» a La Libertad Avanza, según palabras de Milei.
Finalmente, y no menos importante para la democracia argentina y de la región, la alta participación en el proceso electoral y el voto masivo por el cambio, permitió una diferencia de votos imposible de revertir fraudulentamente o intentar desvirtuar con subterfugios legales como acostumbra la izquierda. Tanto así que Massa no cayó en esa tentación y no tuvo más remedio que hacernos una noche electoral corta y despejada tras un rápido y decente reconocimiento de su derrota.
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