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07 de mayo de 2024

Florentino Portero
Florentino Portero

La diplomacia frentista de Pedro Sánchez

Netanyahu tiene toda la razón al acusar a Sánchez de respaldar al terrorismo, porque está, más o menos conscientemente, representando el guion redactado por Hamás para legitimar su política

Actualizada 04:30

El presidente Pedro Sánchez durante su encuentro con el líder de la Autoridad Nacional de Palestina, Mahmud Abás

El presidente Pedro Sánchez durante su encuentro con el líder de la Autoridad Nacional de Palestina, Mahmud AbásEFE

El presidente Pedro Sánchez ha inaugurado la nueva legislatura con dos actos diplomáticos significativos. El primero fue un público desprecio al recién elegido presidente de la República Argentina. No es necesario incidir en la importancia que tiene Iberoamérica en la diplomacia española y, dentro de ella, el muy relevante papel que juega ese país. El segundo ha sido viajar a Oriente Medio con el ánimo de buscar un enfrentamiento con Israel para tratar de posicionar a España en un supuesto campo árabe. Que España tiene unas especiales relaciones tanto con el bloque árabe como con Israel es igualmente obvio, de ahí la importancia de lo ocurrido y todo lo que subyace, tanto en el plano ideológico como en el político.
El Partido Socialista eligió a Rodríguez Zapatero como líder cuando comprendió que había perdido la mayoría social y que para gobernar necesitaba a independentistas y terroristas. El Pacto del Tinell en Cataluña y la negociación con ETA, en el País Vasco, son testimonio, sin duda lamentable, de aquel giro. Tras su desastrosa gestión, las bases impusieron como máximo dirigente a Pedro Sánchez, que ha sido fiel a su maestro, ajustando la velocidad del cambio a sus necesidades tácticas. Si Rodríguez Zapatero comprendió que necesitaba erigir muros entre la derecha y el resto, pasando del consenso que cimenta el pacto constitucional al frentismo que inevitablemente se lo llevará por delante, Sánchez ha comprendido que la necesidad le lleva a una fase aún más agresiva, con sus inevitables efectos en política exterior.
Sánchez ha ido a Israel para afirmar categóricamente que la violencia sólo genera violencia. Una sentencia tan matizada cabe esperarla de una candidata a Miss, pero de un presidente de Gobierno de un país con la historia de España sería deseable un análisis más matizado ¿De verdad la violencia contra el III Reich sólo generó violencia? En mi ignorancia creía que había dado paso al «orden liberal» y al proceso de integración europeo. Sencillamente, al período histórico más prolongado de paz en Europa, de libertad, de justicia, de prosperidad y de democracia ¿De verdad la violencia ejercida contra el Imperio Japonés sólo generó violencia? ¿No dio paso a un período de prosperidad y paulatina democratización del Extremo y Sureste Asiático, fundamento de que hoy sea la región más próspera del planeta? ¿La violencia contra al Qaeda y el ISIS ha sido un error? ¿Debemos negociar con ellos la constitución de un nuevo califato? ¿La violencia ejercida por Ucrania para defender su territorio es un error? ¿Debería negociar con Rusia su división?
Sánchez ha condenado a Israel por defenderse, acusando a este país de violar el derecho humanitario y exigiendo un alto el fuego. Parece olvidar que la responsabilidad de convertir a la población gazatí en un escudo humano corresponde a Hamás, un grupo islamista y terrorista, y que un alto el fuego indefinido supondría el triunfo de estos últimos, de un grupo terrorista sobre un Estado democrático.
Nuestro presidente trata de promover una conferencia de paz complicando, si cabe, aún más la situación. Con ello sitúa a Hamás como el actor de referencia, que con su sacrificio fuerza la movilización de la «comunidad internacional» en favor de la causa palestina, humillando a la Autoridad Nacional Palestina y al conjunto de Estados árabes que han establecido relaciones con Israel y que no dudan de que Hamás es el problema. Una iniciativa como ésta sólo beneficia a los grupos islamistas manejados desde la sombra por Irán, poniendo en peligro la frágil estabilidad del bloque árabe.
Lo que se presenta como un plan para tratar de liderar la política de la Unión Europea en la región con el objetivo de resolver una crisis enquistada, en realidad no pasa de ser un acto que combina, en incierta proporción, irresponsabilidad e ignorancia. España no va a ganar autoridad entre los árabes, que nos perciben como erráticos, pero quema sus naves en Israel, arruinando unas relaciones que nunca fueron sencillas, pero sí trascendentes por la historia del pueblo judío en España, en Sefarad. Una política en la que ha venido jugando un papel especial y sin duda positivo la Corona.
Podemos criticar a Sánchez, pero es incuestionable su coherencia, tanto con el legado de Rodríguez Zapatero como con su mayoría parlamentaria. Exige a Israel negociar de igual a igual con Hamás, como los socialistas hicieron con ETA. La organización terrorista había sido derrotada por los cuerpos y fuerzas de la seguridad del Estado, pero fueron dotadas de nueva vida por el Gobierno de Rodríguez Zapatero consciente de que necesitaba entenderse con ella en la arena política. La derrota del vencedor tituló Rogelio Alonso su ya clásico estudio sobre este penoso capítulo de nuestra historia reciente. Hoy Bildu, la heredera de ese entorno político, es parte de la mayoría parlamentaria. Se derrotó a la banda terrorista, pero triunfó su órgano político. Algunos parecen olvidar que el terrorismo es sólo un instrumento al servicio de un fin, en el País Vasco o en Oriente Medio. Bildu juega, en compañía de sus aliados catalanes, a tratar de destruir España de la misma manera que Hamás busca reconfigurar Oriente Medio.
Netanyahu tiene toda la razón al acusar a Sánchez de respaldar al terrorismo, porque está, más o menos conscientemente, representando el guion redactado por Hamás para legitimar su política y acabar con el Estado de Israel. Por mucho que nos lo repitan desde el Gobierno, esto no va de dos Estados. Hamás no tiene ningún interés en ello. Su objetivo va mucho más allá, más allá incluso de la destrucción del estado de Israel, y para ello cuenta con la irresponsable diplomacia frentista de Sánchez. Una vez más el Partido Socialista deja de lado los intereses nacionales para anteponer los suyos. Otro paso más en la destrucción del Régimen del 78.
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