Las claves del paso de Vance por Europa
De nuevo, los europeos no entienden ni a esta administración ni a EE.UU.

J.D Vance vicepresidente de los Estados Unidos en la cumbre de IA en París
Esta semana, el vicepresidente Vance ha iniciado su andadura europea con dos discursos muy significativos: uno en París, ante una reunión internacional sobre inteligencia artificial, y otro en Múnich, dirigido a los mandatarios europeos que asistían a la conferencia sobre seguridad internacional.
La polémica en Múnich
Como era de esperar, el discurso en Múnich ha sido el que más revuelo ha causado entre el grupo de eurócratas allí reunidos. Ha sido interesante ver cómo estos líderes escleróticos se rasgan las vestiduras porque el vicepresidente Vance les ha cantado las verdades del barquero. Europa tiene dos opciones: empezar a pagar por su propia defensa o asumir que su segundo idioma será el ruso. Estados Unidos, para que quede claro a todos, no va a volver a financiar la fiesta europea. Además, Europa debe recordar por qué pelea. La Guerra Fría se ganó contra regímenes que cerraban iglesias, encarcelaban a la oposición e ignoraban la opinión de sus poblaciones.
Vance puso un espejo ante los europeos, citando ejemplos en varios países donde el control sobre la libertad de opinión y creencias está siendo aplicado por las mismas élites que dicen querer defender la democracia. Les dejó claro que estas leyes y actitudes erosionan la esencia del régimen de libertades que dicen proteger.
Fronteras, libertad de expresión y la crisis de identidad europea
También les recordó que una política de fronteras abiertas con inmigración indiscriminada desde regiones y culturas incompatibles con el modelo de vida occidental solo conducirá al desastre. Insistió en que la libertad de expresión es el pilar central de los valores democráticos y occidentales, especialmente cuando se trata de la expresión de ideas contrarias o incompatibles con aquellas defendidas por el gobierno de turno. Llamar a toda opinión discrepante «desinformación» e intentar aislarla y bloquearla en vez de discutirla en foros abiertos es una receta para el desastre.
Finalmente, advirtió que no es posible gobernar ignorando o creando «cordones sanitarios» para excluir a partes significativas de la población, ya que esto solo llevará a la deslegitimación de los gobiernos.

El vicepresidente de Estados Unidos, saluda mientras aborda el Air Force Two
El revuelo ha sido inmediato. Los eurócratas han optado por pasar de puntillas sobre las acusaciones de censura e intolerancia que estaban en el centro del discurso de Vance y han preferido centrarse en aspectos periféricos. Se han mostrado especialmente molestos con lo que perciben como una interferencia de la administración estadounidense y de Elon Musk en la política europea. Vance les recordó que si Estados Unidos ha podido sobrevivir a Greta Thunberg por más de una década, Alemania seguramente podrá sobrevivir unos meses de críticas de Elon Musk. Pero, digo yo, ¿dónde estaban estos mismos líderes cuando George Soros intervenía en cada elección en Europa?
Inteligencia Artificial: Estados Unidos marca el camino
El discurso que considero más relevante fue el que Vance presentó en París, en la reunión sobre inteligencia artificial. En su intervención, dejó claro que la administración estadounidense mantendrá una política de libertad y mínima regulación en el desarrollo de la inteligencia artificial. Solo así se puede garantizar el liderazgo de Estados Unidos en una tecnología que transformará nuestras vidas.
Echó en cara a sus colegas europeos que estén obsesionados con los miedos que les suscita esta revolución tecnológica en un momento donde apenas está naciendo. Vance subrayó que los intentos de regular esta incipiente industria están destinados al fracaso, no solo por la dificultad de implementarlos, sino porque el principio más esencial que debe regir este desarrollo es la neutralidad ideológica de los modelos de lenguaje y la creación de un marco de neutralidad entre los jugadores establecidos y los innovadores rompedores. Invitó a los países europeos a seguir este camino junto a Estados Unidos, pero dejó claro que, independientemente de la decisión europea, EE.UU. continuará por esa senda. Eso sí: todo en un ambiente de protección férrea de la propiedad intelectual, en un claro aviso a China.

JD Vance (2.a izq.) y su mujer Usha (2.a der.) visitan la catedral de Notre Dame de París con sus hijos
Es significativo que, en la reunión de París, todos los países participantes firmaron una declaración pidiendo que la inteligencia artificial sea «segura y confiable». Los únicos dos países que se negaron a firmar fueron Estados Unidos y el Reino Unido. No deja de ser llamativo que las dos democracias más antiguas del mundo sean las únicas que se resisten a aceptar la censura como modelo de desarrollo para la inteligencia artificial.
Vance fue aún más allá y expresó la convicción del gobierno estadounidense de que «las compañías de inteligencia artificial no deben limitar el lenguaje ni censurar lo que se publica», incluso cuando se trate de desinformación o propaganda. La respuesta debe provenir de los usuarios o de las partes afectadas. El modelo en sí, al igual que el Estado, debe ser neutral. El impacto de sus palabras fue inmediato: OpenAI ha anunciado que su nuevo código de conducta permitirá a sus modelos hablar sobre temas que hasta ahora eran considerados demasiado sensibles y que buscará la total neutralidad ideológica.
Europa y su crisis con la libertad de expresión
Ambos discursos revelan la profunda divergencia entre el concepto de libertad de expresión entre Estados Unidos y Europa. En EE.UU., la libertad de expresión está protegida de forma amplia por la Constitución, y la filosofía es que las ideas se combaten con otras idas, no con prohibiciones. Solo así se entiende que se protejan hasta las marchas de partidos abiertamente Nazis, o de otras ideologías que están directamente prohibidas en muchos países de Europa. En Europa, en cambio, existe una concepción más paternalista, limitada y regulada, con élites que desconfían de la capacidad de sus ciudadanos para formarse su propia opinión y sienten la necesidad de solo exponer a sus ciudadanos a contenidos moderados y convenientemente censurados por ellos mismos.
La diferencia es clara: Estados Unidos cree en la sabiduría colectiva de su pueblo, mientras que Europa sigue empeñada en «moderar» lo que la gente puede escuchar, no sea que se «confundan».
Suena baladí, pero no lo es. En un futuro muy cercano, donde los gobiernos europeos necesitarán que sus ciudadanos se rasquen el bolsillo para financiar su propia defensa, la pregunta que surge inmediatamente es, ¿defender qué? ¿Un Estado administrativo está cada vez más alejado de sus necesidades? ¿Elites que tienen tanto miedo a sus propios ciudadanos que insisten en mediar lo que pueden escuchar y lo que no? ¿Tecnocracias que cancelan elecciones cuando no les gusta el resultado y que se niegan a incluir en la conversación a todo el espectro político? ¿Por qué AfD o Vox no, pero los comunistas de podemos o los otros amigos de los Castro y Maduro, sí? El tiempo de ignorar estas cuestiones ha pasado. O Europa empieza a tener una conversación seria sobre los problemas reales que afectan a su gente, escuchando la voz de sus ciudadanos, no solo las voces de los cenáculos de Davos, París, Múnich o Bruselas, o el mismo modelo que se formó tras la Segunda Guerra Mundial, perderá su razón de ser.