La enajenación anti Trumpista
La hostilidad hacia Donald Trump ha encontrado un terreno especialmente fértil en Europa y por supuesto en España
España lleva ya muchos años con una sociedad polarizada. Las razones son evidentes. Una izquierda cada vez más radicalizada decidió romper las reglas del juego, las leyes y la Constitución. Introdujo en la lucha política la reapertura de la guerra civil y en más de veinte años se ha roto mucha loza. Si a eso añadimos que literalmente todo lo que dicen los gobernantes socialistas actuales bajo el mayor falsario, Pedro Sánchez, es mentira y que nunca se ha robado en España como se roba ahora, tanto en lo que respecta a volumen como en descaro, hay razones para una extrema hostilidad en política y medios. Añádase a ello el temor, creciente y cada vez más asumible, de que quienes delinquen tanto en el poder serán capaces de todo, de cualquier cosa, por no perderlo.
Ahora ha irrumpido en la política española otro factor que no solo ha agudizado el enfrentamiento. Ha movido los frentes o quizás simplemente haya hecho más visibles las líneas reales de los frentes políticos e ideológicos en España. Ese factor añadido de polarización es el presidente norteamericano Donald Trump. El 45º y 47º presidente de EE.UU. genera pasiones en todas partes. En su país, tantas que desde hace tiempo se habla del Trump Derangement Syndrome (TDS), «síndrome del trastorno Trump», que afectaría a aquellos a los que la hostilidad hacia Trump ha llevado a cotas de irracionalidad que rayan o entran ya en pensamiento y conducta dementes. De eso ya se habló en su primer mandato y también se vio que esa hostilidad tenía un terreno especialmente fértil en Europa y por supuesto en España.
Trump es inmensamente polarizante y genera tanto entusiasmo y devoción como rechazo, indignación y odio. Hasta entre muchos que aplauden su política y consideran que sus intenciones son correctas, que aprueban como bueno su «guion», lamentan que personalmente sea un error de «casting». Muchos creen que un hombre más mesurado en las formas y menos egocéntrico haría mejor ese papel de liderar un cambio revolucionario que combata con decisión las lacras que ha acumulado la deriva izquierdista en todo Occidente en los pasados 70 años. Creen que esos rasgos personales y elementos arrolladores y caóticos de su pasión, obsesión y voluntad ponen en peligro esos objetivos políticos suyos que en sí no solo son deseables para una mayor libertad y prosperidad en todo Occidente, sino absolutamente necesarios. Otros pensamos que todos estos defectos son parte consustancial de sus extraordinarias cualidades de tenacidad, espíritu de lucha, resistencia, pujanza, inteligencia y fuerza descomunal que forman parte de un cuadro de características absolutamente extraordinarias. Y que sin todos sus defectos jamás habría podido tener la energía y la visión para desplegar sus muchísimas virtudes.
Su entrada arrolladora a este segundo mandato tiene «al mundo en vilo» porque han empezado a pasar muchas cosas que cada vez más ciudadanos en Occidente desean que pasen en sus respectivos países, con un desmantelamiento de corrupción, hipocresía y obediencias ideológicas que se han consolidado bajo la total hegemonía socialdemócrata que se ha impuesto en el pasado medio siglo en Occidente.
Es lógico que se espanten las fuerzas socialdemócratas que quieren llevar a Occidente, -supuestamente, ya no está claro, por un camino más amable que los comunistas- a un régimen tan igualitario que no requiere libertades. Las elites gobernantes creían tener ya todo encauzado en este mundo multilateral en el que pronto ya nadie creería necesario pero tampoco sería capaz de defender su identidad, su historia, su individualidad, su nación, su familia y su derecho a ser distinto.
Socialdemocracia hoy son tanto Friedrich Merz como Olaf Scholz, tanto Emmanuel Macron como Jean Luc Melenchon, tanto Pedro Sánchez como Núñez Feijóo. Con esto no quiero equiparar a unos con otros como personas, porque los hay delincuentes y los hay que no lo son. Pero sus diferencias políticas son de matiz y de ritmo en llegar al objetivo de la igualdad y de su mundo feliz con control absoluto de información y voluntades. Hace unos días quedaron claras las diferencias entre socialistas y populares cuando hablaron del delirante proceso de descarbonización. Que es puro programa de empobrecimiento de la población por dictado ideológico. Los populares quieren prohibir lo mismo que los socialistas, pero tres años después. Estas son las diferencias entre los partidos que gobiernan en la alianza en la Unión Europea que es hoy la punta de lanza de este proceso hacia la fase final del socialismo.
Es para interrumpir radicalmente esa fase final y enmendar toda la deriva gramsciana brutal para lo que han surgido los partidos nacionales en toda Europa y el resto de Occidente. Trump no es uno de ellos, porque Trump surge como un proyecto personal con sus cambios ideológica y con el único objetivo real de servir a los intereses de EE.UU. Los partidos nacionales europeos tienen desde antes de Trump objetivos muy claros en esa defensa de los intereses de sus respectivas naciones. Pero Trump coincide en sus objetivos de renovación y reconstrucción y de guerra a la hiperregulación y al socialismo con los partidos patriotas, nacionales, conservadores y soberanistas europeos.
Como en España es Vox el único partido que lleva la bandera de la lucha contra esa deriva socialdemócrata, es VOX quien recibe todas las cargas de hostilidad que genera Trump en el mundo entero. Cierto que también hay mucho cálculo político, porque hay mucho miedo en el frente socialdemócrata ante el único partido en España que crece y el único que tienen una alternativa real a lo que es en la práctica un partido único con tendencias mal avenidas. Si con el guerracivilismo del PSOE, en el PP aun había dudas sobre dónde se estaba, con la irrupción de Trump se ha clarificado el frente y el PP está con el PSOE contra Trump y Abascal. El PP está con el PSOE pero también con los comunistas y hasta con los separatistas como se demostró hace unos días en Rentería. Y como vemos en el Parlamento Europeo donde todos juntos colaboran para negar cargos y demás derechos a Vox y sus aliados.
Así, Santiago Abascal se ha convertido en la diana, por un lado, de todos los odios que Trump pueda general por su política, cuyos resultados, por cierto, aun nadie conoce porque está en sus inicios, pero que todos combaten y descalifican. Por otro lado, Abascal es también la cabeza a liquidar porque es el único líder en España que representa una oferta nacional de reconstrucción y libertad frente a la deriva socialista, cada vez más brutal y sin escrúpulos y la sumisión moral de un Partido Popular que no se atreve a hacer oposición al partido al que acaba siempre emulando.
Las agresiones, difamaciones, injurias y barbaridades que se escuchan sobre Abascal y otros dirigentes de Vox entran muchas veces plenamente en ese delirio del Síndrome de Trastorno Trump/Abascal. Sin embargo, todo este proceso que está enajenando a tantos, acaba de empezar y son muchas las cosas que se van a mover. Y todo lo que ha aguantado Trump y el movimiento MAGA está dispuesto a resistirlo Abascal y Vox: Por primera vez en muchos años, y en medio de enormes movimientos, peligros y zozobras, se puede tener esperanza y algunas certezas de que, entre las muchas cosas que van a pasar, van a haber bastantes muy buenas.