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El presidente ucraniano Volodímir Zelenski en un evento sobre Crimea (2023)

El presidente ucraniano Volodímir Zelenski en un evento sobre Crimea (2023)Oleg Petrasyuk / AFP

¿Por qué la península de Crimea, tras una década en manos de Rusia, sigue siendo clave para la paz en Ucrania?

Este territorio bajo control efectivo de Rusia desde 2014 ha vuelto a posicionarse en primera línea del debate entre los presidentes Trump y Zelenski

Desde la creación de los estados modernos, el control, el ejercicio de autoridad y la defensa de sus territorios han sido asuntos existenciales. Las islas Malvinas en América o la península de Crimea en Europa son solo dos ejemplos de las guerras en las que nunca, el perdedor se resigna a aceptar la amputación de su territorio. Es un asunto de orgullo nacional y una herida abierta políticamente.

En el caso de la península de Crimea anexionada por Rusia en 2014, ha recobrado importancia en el escenario internacional, luego de años de estar en el olvido del debate internacional, menos en Kiev, donde por idealismo mas que por posibilidades reales de recuperarlo, se aferran a la idea que su bandera ondee de nuevo ahí.

La Constitución de la República de Crimea, aprobada el 11 de abril de 2014 por líderes prorrusos de esa Península, señala que la República de Crimea «es un Estado democrático y de derecho dentro de la Federación de Rusia». Además, establece que la República de Crimea es una parte «inseparable» del territorio de Rusia.

La península se extiende por 27 000 km² y cuenta con unos dos millones de habitantes de los cuales 67 % se identifican como rusos

En la mesa de negociación para poner fin a una guerra a mayor escala lanzada por Rusia contra Ucrania en 2022, estaría incluido el reconocimiento internacional (o al menos de EE.UU. y la propia Ucrania) de la soberanía, que de facto, ya viene ejerciendo Rusia desde hace más de una década sobre Crimea.

Avance ruso en la zona de Crimea a 3 de marzo

Avance de la invasión rusa más allá de Crimea al 3 de marzo de 2022 (Archivo)Kindelan

Desde la visión pragmática del presidente de EE.UU. Donald Trump, Ucrania debe aceptar su realidad o luchar por cambiarla (es decir, recuperar lo que ya tiene perdido desde hace años). Por el contrario, desde el deseo legítimo, pero poco realista, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski se niega a renunciar a la integridad territorial de su país.

Es de suponer que si Zelenski no acepta reconocer una Crimea rusa, mucho menos aceptará una soberanía de Rusia sobre las cuatro regiones del sudeste ucraniano anexionadas ilegalmente el 30 de septiembre de 2022, tras la brutal invasión lanzada por Vladimir Putin en febrero de ese año.

Trump dijo el miércoles, tras la negativa del mandatario ucraniano de cualquier concesión a Rusia, que «nadie le está pidiendo a Zelenski que reconozca a Crimea como territorio ruso pero, si él quiere Crimea, ¿por qué no lucharon por ella hace once años cuando fue entregada a Rusia sin que se disparara un solo tiro?»

Un buque de guerra ruso navega cerca del puente de Kerch que une a Rusia con la península de Crimea (2023)

Un buque de guerra ruso navega cerca del puente de Kerch que une a Rusia con la península de Crimea (2023)AFP

Efectivamente, la anexión rusa de Crimea fue bastante pacífica dado que el 21 de febrero de 2014, el entonces presidente ucraniano Víktor Yanukóvich huyó de Kiev y la Rada Suprema tomó el control del país. Sin embargo, en Crimea, tropas no identificadas tomaron las sedes administrativas y bases militares y designaron como autoridad local a un prorruso.

El 11 de marzo tuvo lugar la Declaración de Independencia de Crimea y Sebastopol, por la que se constituyó la llamada República de Crimea. Tras el referéndum del 16 de marzo, en el que se impuso por mayoría la adhesión de la península a Rusia, el Parlamento de la República de Crimea votó con 85 votos a favor de la anexión y formalmente pasó a ser parte de Rusia el 18 de marzo de 2014.

Por la negociación o por la fuerza, parece poco probable que Ucrania o Zelenski logren recuperar Crimea y por el contrario su control efectivo -fuera de todo debate realista a estas alturas- puede convertirse en una arma arrojadiza de acusaciones mutuas para entorpecer cualquier posibilidad de acuerdo para poner fin a un conflicto activo y sangriento.

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