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Los dos Marios

Mientras Bergoglio adelantó la etapa final de la aprobación de su noviciado en la ciudad española de Alcalá de Henares, entre 1970 y 1971, Vargas Llosa se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid

Madrid Actualizada 09:21

Fotomantaje del Papa Francisco y Marios Vargas Llosa

Fotomantaje del Papa Francisco y Marios Vargas LlosaFotomontaje David Díaz

En una semana se ha sentido dos veces un frío en el corazón de los hispanoamericanos por la partida de dos maestros que marcan para siempre la historia de una región habituada a vivir en los extremos de la euforia y de la frustración. Estos dos hombres rompieron el molde de lo local y lo regional para plantar su bandera en lo más profundo de la historia contemporánea.

Nacidos ambos en 1936, uno de ellos en marzo y el otro en diciembre, recibieron el mismo nombre el día de su bautizo. Al de marzo le pusieron Jorge Mario Pedro Vargas Llosa y al de diciembre, Jorge Mario Bergoglio. El primero acarició la vida en Arequipa, Perú, y el otro lo hizo en la enigmática y siempre señorial ciudad de Buenos Aires, en el barrio porteño de Flores.

Ambos Marios pasaron su infancia con figuras familiares que los influyeron desde el principio y experimentaron el sufrimiento latinoamericano como producto de todos los populismos posibles. Padecieron los desequilibrios sociales y políticos que nos sacuden a millones de Hispanoamericanos. En cambio, fueron la fe y la religión, la disciplina y la rebeldía, el fútbol, los libros y el cine los espacios culturales que los motivaron todos los días.

Bergoglio y Vargas Llosa se hicieron adolescentes y jóvenes viendo con ojos de rabia la pobreza y los traumas de una sociedad que no cesa en sus reclamos de equidad colectiva. Una equidad que sea capaz de brindar oportunidades para que la movilidad social no sea la hazaña de unos cuantos. Cada uno a su manera, y antes de cumplir los veinte años, eligió el recorrido más difícil: el de la liberación y la vocación de servicio.

Bergoglio decidió en 1957 andar el camino del sacerdocio en el seminario Villa Devoto

Bergoglio decidió en 1957 andar el camino del sacerdocio en el seminario Villa Devoto y en el noviciado de la Compañía de Jesús. Culminó sus estudios en el juniorado jesuita de Chile y concentró su inquietud intelectual en historia y literatura. Complementó su formación como Técnico Químico en la Escuela Industrial Hipólito Yrigoyen. Tales bases académicas fundamentaron su labor como profesor de literatura, para hacer de la pedagogía el principio rector de su destino religioso. Delante de los alumnos se valió del humor, el cariño y el conocimiento para cautivar a los más jóvenes.

En ese camino conoció a Borges y mantuvo la vista puesta en la evolución ideológica del peronismo.

En 1957, Vargas Llosa decidió ser un escritor sin contemplaciones. En los años sesenta irrumpió con obras que le merecieron admiración mundial: La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la catedral, por las que ganó los codiciados premios Biblioteca Breve (1962) y Rómulo Gallegos (1967). Y al igual que Bergoglio, la filosofía, las letras y las humanidades le delinearon el futuro. Curiosamente, los dos llegaron a Europa en los años 70. Así que sus pasos recorrieron una misma era.

Vargas Llosa se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid

Mientras Bergoglio adelantó la etapa final de la aprobación de su noviciado en la ciudad española de Alcalá de Henares, entre 1970 y 1971, Vargas Llosa se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, con un estudio inigualable sobre Gabriel García Márquez. Justo en esos años, el argentino y el peruano afianzaron sus vocaciones, pero entraron en conflicto con sus afinidades ideológicascon las realidades sangrientas de las dictaduras latinoamericanas.

Bergoglio fue en los setenta Provincial de los Jesuitas argentinos, un cargo que disfrutó a plenitud y que lo acercó a los sectores vulnerables, en los que hizo notorios su carisma y misericordia para cumplir con coherencia y congruencia la tarea esquiva de liderar con el ejemplo. Enfrentó entonces la tortura y la desaparición forzada de varios sacerdotes que adelantaban servicio social, por quienes intercedió, aunque luego muchos de sus críticos le hayan cuestionado sus posturas en casos que estremecieron a Argentina y al mundo.

Enfrentó la adversidad con integridad y estoicismo y siguió formando nuevos creyentes en los años 80 como rector del Colegio Máximo de San Miguel y asumiendo como párroco en el barrio San José de Buenos Aires, al lado de las comunidades más vulnerables.

Vargas Llosa cumplía en esa época una travesía espiritual semejante, rompiendo gradualmente, pero sin reparos, con las ideas de izquierda, y encarando las dictaduras sin importar ideologías, para esculpir su formación en la postura firme y estructurada del liberalismo clásico. El peruano fue, para la izquierda y el progresismo bisoño de entonces, un traidor de la «revolución», y como tal, trataron de arrinconarlo.

Él ganó el pulso publicando más novelas, ensayos y artículos periodísticos, dejando claro el sendero de una madurez intelectual que se alejaba, como en el ciclismo, del lote de los otros ruteros de la literatura.

En los 80 y los 90, terminaron de cuajar sus proyectos vitales con dolores que superaron en solitario

Bergoglio y Vargas Llosa, en los ochenta y los noventa, terminaron de cuajar sus proyectos vitales con dolores que superaron en solitario. Bergoglio fue enviado a la provincia de Córdoba como sacerdote por varios años. Algunos franciscanólogos llaman a este período suyo como el del ostracismo. Luego, él asumió como obispo de Oca y posteriormente de Buenos Aires.

Vargas Llosa acorazó su actividad intelectual liberal ganando el Premio Príncipe de Asturias (1986), se involucró de lleno en la defensa de los Derechos Humanos y sufrió una durísima derrota en las elecciones presidenciales del Perú. Pero como todo genio que es también un obrero, el autor peruano sobrepuso con obras clave para la narrativa, entre ellas Lituma en los Andes, galardonada con el Premio Planeta (1993).

A los 75 años, y en el inicio del nuevo milenio, Bergoglio fue elegido Cardenal por Juan Pablo II. El argentino asumió un papel protagónico en la Conferencia Episcopal, disputando las batallas que nadie quería frente al gobierno kirchnerista, y se caracterizó por su constante llamado al diálogo social. Justamente en esos años escribió más de 7 libros, incluido su maravilloso diálogo con el rabino de Buenos Aires, Abraham Skorka, titulado Sobre el cielo y la tierra (2010). Sus textos lo convirtieron en uno de los más respetados evangelizadores de la Iglesia Católica, debido a su precisión conceptual, aun en los temas más polémicos, en los más inciertos.

Es en el final de la primera década de este milenio que Vargas Llosa se convierte en el más importante escritor de habla hispana. Cabalga solo como representante de la literatura latinoamericana y su dimensión como ideólogo liberal gana el reconocimiento global por su defensa de la economía de mercado, de la democracia y de la libertad de elegir.

Lo curioso de estas dos vidas paralelas es que, al superar la edad de los 74 años, cuando la mayoría busca sosiego, los dos latinoamericanos alcanzan su punto máximo de trascendencia. En 2010, Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura, según la Academia Sueca por ser un «cartógrafo del poder», y en 2013, a los 77 años, Bergoglio fue elegido Sumo Pontífice, luego de la renuncia del Papa Benedicto XVI, convirtiéndose en Francisco, el único Pontífice latinoamericano de todos los tiempos.

Vargas Llosa escribió, en menos de tres lustros, 4 grandes novelas y 13 libros de ensayos que podrían ser todo lo que un excelente escritor es capaz de publicar durante una vida dedicada a escribir. En febrero de 2023, el genio peruano se convirtió en el primer autor de habla hispana en ser elegido miembro de la Academia Francesa.

Bergoglio visitó en su misión papal cerca de 50 países

En síntesis, si esto es posible, Bergoglio visitó en su misión papal cerca de 50 países. Publicó, además, 4 encíclicas: Lumen Fidei, Laudato Si, sobre la protección del planeta frente a la crisis climática; Fratelli Tutti, respecto de la fraternidad con los migrantes; y Dilexit Nos, que profundiza en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Son piezas esenciales de Francisco que se suman a sus casi 10 libros de mensajes y de diálogos, entre ellos Esperanza, que es la única autobiografía publicada por un Papa en vida. Allí narra con franqueza el camino emprendido en medio de la austeridad, de la bonhomía y del amor por el prójimo.

En esta hermosa parábola vital recorrida por estos dos hombres, tan imperfectos como magistrales, tan suramericanos como universales, y que, habiendo nacido y vivido vidas diferentes pero unidas por los acontecimientos, está presente el coraje, la disciplina, la justicia y la búsqueda de la sabiduría como virtudes estoicas. Y, por supuesto, hay unas dosis enormes de humor, de aventuras y de aquella escasa capacidad de sorprenderse más por lo simple que por lo sofisticado.

Los dos abrazaron las banderas de la inmigración como una tragedia que demanda empatía y fraternidad, y de la que muy pocos quieren hacerse cargo. Lucharon en favor de la justicia social en medio del ejercicio de la libertad y por la integración de las minorías en el desarrollo. Y pusieron en el centro de las coyunturas globales la responsabilidad impostergable de cumplirle a un planeta que demanda armonía con la naturaleza.

Se han ido el primer Papa y el más grande intelectual de una región que se queja muchas veces de no tener un espejo donde proyectarse de cuerpo entero, pese a sus contradicciones. Estos dos Marios reflejan esta región que se debatirá por muchos años entre lo enigmático y lo transparente, y que es tan conflictiva como fraterna, y al mismo tiempo humana, pero en ocasiones despiadada. Creyente y desafiante por igual, pero que sobresale por esa pureza de mantener un ímpetu en la búsqueda de la paz, o por lo menos, de la convivencia.

Una gran región, todavía muy joven, que gracias a estas dos vidas paralelas que la han sabido interpretar, tiene un mojón de enseñanzas para guiarla en sus luchas y dejar claro su lugar incuestionable en la historia universal.

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