La inmigración pone contra las cuerdas a Europa y empuja a Países Bajos a nuevas elecciones
Junto al debate sobre la guerra de Ucrania y el aumento del gasto de Defensa, el control de la inmigración ilegal es un tema que divide a los electores y aviva los antagonismos ideológicos
El hasta ayer primer ministro de Países Bajos Dick Schoof y la presidente la CE Ursula Von der Leyen en Bruselas (Archivo)
Tan solo tres días antes de tumbar el Gobierno de coalición del cual su partido era socio mayoritario, Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad de Países Bajos, ya advertía en la Conferencia de Acción Conservadora en Budapest que lo pactado con sus socios en materia de inmigración era «demasiado poco y llegaba demasiado tarde».
Wilders, líder del partido mayoritario de la hasta ayer coalición gobernante fue claro en sus pretensiones que resultaron excesivas para sus socios minoritarios: «Queremos cerrar nuestras fronteras, no recibir más refugiados, detener la reagrupación familiar de los solicitantes de asilo y que el ejército vigile y proteja las fronteras».
De acuerdo con datos oficiales, en 2024 se procesaron en total 250.615 solicitudes de asilo en Alemania, la cifra más alta de toda la Unión Europea, según una comparativa realizada con datos de Eurostat, que coloca en segundo puesto a España (166.175 solicitudes), seguida de Italia (158.605) y Francia (157.945).
Países Bajos estuvo muy lejos de estas cifras, con tan solo 33.760 solicitudes, sin embargo, más allá de los números, el trasfondo de la dura posición de Wilders contra la inmigración masiva está en lo que llamó «islamización de Europa». El político neerlandés ha lamentado en varias ocasiones que «millones de europeos se sienten extranjeros en sus propias ciudades ante la islamización» y advirtió que el número de quienes practican esa religión se triplicará y pasará del 5 al 15 % a mediados de este siglo.
«Yo no quiero que el islam crezca en Europa, porque el islam y la libertad no son compatibles» señaló Wilders en la CPAC Hungría 2025 y aunque reconoció que «no todos [los que practican esa religión] son malos o criminales» agregó que «muchos están ansiosos de impregnar de odio nuestra sociedad».
Las palabras del líder conservador neerlandés hacen eco en quienes ven con estupor los vídeos de las revueltas protagonizadas por inmigrantes en París, Ámsterdam, Bruselas o el incremento de casos de violencia y robos callejeros que cada vez son comunes en las calles de Barcelona.
Cartel de frontera de los Países Bajos
El control o la permisividad a una inmigración masiva divide a Europa posicionándose como el tema central de debates televisivos y de las contiendas electorales. El triunfo del conservador Karol Nawrocki en Polonia que defiende un férreo control en la frontera para contener la inmigración ilegal -utilizada según los líderes conservadores polacos- como parte de una «guerra híbrida» de los enemigos de Europa es otro de los capítulos recientes de esta creciente confrontación.
Los conservadores europeos señalan a los izquierdistas de permitir una «invasión pacífica de Europa», mientras estos dicen defender la integración de los inmigrantes y los derechos humanos de quienes huyen de su país. La izquierda europea techa de xenófobos a los conservadores, que por su parte, dicen ser patriotas que defienden sus respectivos países. Todos dicen hacer algo bueno y legítimo, unos desde el 'buenismo' y otros desde el patriotismo.
No cabe duda que junto al debate sobre la guerra de Ucrania y el aumento del gasto de Defensa, el control de la inmigración ilegal es un tema que divide a los electores y aviva los antagonismos ideológicos poniendo en aprietos a los centristas europeos, acostumbrados a los cambios moderados y controlados.
Por lo pronto, Países Bajos vuelve al punto de partida y reabre un debate que para los «patriotas» y «los buenistas» es considerado existencial. Algunos temen que los extremos crezcan, es decir que los partidarios de Wilders se consoliden, pero también la extrema izquierda que apuesta por precisamente lo contrario: frontera abiertas, mayor protección a los solicitantes de asilos y unas políticas concertadas con Bruselas.
Como decía antes, el terremoto político en Países Bajos apenas comienza, pero amenaza con extenderse por toda Europa con réplicas en países donde la inmigración masiva, pero también la islamización de las ciudades ya es una realidad inocultable.