
Cazas de Israel e Irán
La capacidad militar de Israel e Irán en tierra, mar y aire de cara a una guerra
Durante años, la rivalidad entre Israel e Irán ha sido uno de los ejes más tensos del tablero geopolítico de Oriente Medio y, por extensión, del mundo. Los dos países no tienen una frontera compartida, pero sí una línea de fuego constante que atraviesa Siria, Irak, el Líbano y hasta el mar Rojo. Lo que hasta ahora se había mantenido como una guerra de baja intensidad —marcada por sabotajes, ciberataques y conflictos indirectos— podría escalar rápidamente después de que Israel lanzase un ataque a gran escala la madrugada de este viernes.
Más allá de las cifras frías, comparar las capacidades militares de Irán e Israel es también adentrarse en sus filosofías de combate, en sus prioridades estratégicas y, sobre todo, en cómo cada uno ha construido su fuerza no solo para vencer, sino para disuadir.

Capacidad militar Israel e Irán

Capacidad militar Israel e Irán

Capacidad militar Israel e Irán
En la guerra terrestre, Irán parte con una ventaja aplastante en términos de cantidad. Sus Fuerzas Armadas superan el medio millón de soldados activos, respaldados por una reserva que puede superar el millón en caso de movilización. Además, cuenta con una estructura paralela —la Guardia Revolucionaria Islámica— que, lejos de limitarse al ámbito nacional, tiene tentáculos en casi todos los conflictos regionales: desde las milicias hutíes en Yemen hasta Hezbolá en el Líbano.
Israel, en cambio, basa su fuerza terrestre en un Ejército más pequeño pero extremadamente profesionalizado y preparado para desplegarse en corto plazo. Sus unidades de élite —como Sayeret Matkal, Golani o los paracaidistas— han sido moldeadas en décadas de operaciones relámpago y enfrentamientos urbanos. El sistema de reservas israelí, con 465.000 efectivos disponibles en caso de guerra, permite una rápida ampliación de la fuerza en caso de necesidad.
Es en el aire donde Israel alcanza su máxima expresión militar. Su fuerza aérea no solo es la más poderosa de Oriente Medio, sino que está diseñada para proyectar poder más allá de sus fronteras. Con más de 450 aeronaves de combate —incluyendo escuadrones de F-35I Adir, cazas invisibles adaptados por su propia industria—, Israel ha construido una doctrina basada en la superioridad tecnológica y la inteligencia operativa.
En contraste, Irán mantiene una fuerza aérea envejecida, compuesta por una mezcla de cazas estadounidenses de la era del Sha, aviones soviéticos de los años 80 y algunos modelos chinos y rusos. A falta de renovación, Teherán ha invertido en adaptar su estrategia aérea hacia sistemas no tripulados, con drones de largo alcance, enjambres autónomos, municiones merodeadoras. En Siria, Irak y Armenia ya ha demostrado que, con suficiente cantidad y creatividad, se puede competir sin necesidad de una flota moderna.
Sin embargo, es poco probable que Irán pueda establecer superioridad aérea en un conflicto directo. Sus bases están lejos, sus sistemas antiaéreos limitados y sus cazas expuestos ante un ejército que ha practicado —y ejecutado— ataques quirúrgicos a miles de kilómetros.
A nivel naval, el contraste vuelve a repetirse. Israel posee una marina pequeña, profesional y tecnológicamente avanzada, mientras Irán ha apostado por la cantidad, la dispersión y la intimidación. La joya de la corona israelí está bajo el agua, con sus submarinos clase Dolphin, supuestamente armados con misiles nucleares, que aseguran una capacidad de represalia incluso en el peor escenario. También cuenta con corbetas modernas, sistemas de defensa costera y drones marítimos.
Irán, en cambio, ha desarrollado una estrategia naval eminentemente asimétrica. Su flota está compuesta por centenares de lanchas rápidas, equipadas con misiles, ametralladoras y tácticas de enjambre. En el estrecho de Ormuz, estos pequeños botes son una amenaza real para petroleros, fragatas o buques de transporte. A esto se suman minas marinas, submarinos de bolsillo y misiles antibuque desplegados a lo largo de la costa.

Imágenes en Teherán tras el ataque
Un enfrentamiento naval directo beneficiaría a Israel si se produjera en aguas abiertas o fuera del Golfo Pérsico. Pero si la guerra llegara a los puntos de estrangulamiento como el estrecho de Bab el-Mandeb o el de Ormuz, Irán podría generar un caos logístico global, afectando el 20 % del petróleo que circula por allí diariamente.
Más allá de tierra, mar o aire, el verdadero corazón estratégico de esta rivalidad está en los misiles. Irán ha construido durante décadas un arsenal balístico diseñado para compensar su desventaja aérea. Misiles como el Shahab-3 o el Emad pueden alcanzar Tel Aviv, mientras que otros más nuevos, como el Kheibar Shekan, han demostrado mayor precisión y maniobrabilidad.
Israel, por su parte, ha levantado uno de los sistemas de defensa antimisiles más sofisticados del mundo. La Cúpula de Hierro —eficaz contra cohetes de corto alcance— se combina con el Honda de David y el Arrow-3 para interceptar amenazas de mayor distancia. Hasta ahora, han funcionado. Pero la pregunta es si pueden hacerlo frente a una lluvia masiva, simultánea y coordinada, lanzada no solo desde Irán, sino desde el Líbano, Gaza, Siria y Yemen.
Y, bajo todo esto, el factor nuclear. Israel mantiene una política de ambigüedad estratégica, pero es un secreto a voces que posee entre 80 y 200 ojivas nucleares. Irán, aún sin armas nucleares, tiene el conocimiento, la tecnología y el material para acercarse rápidamente al umbral si así lo decidiera. El cruce de esa línea sería, según han advertido los líderes israelíes, «una línea roja existencial».