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El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski

El presidente ucraniano, Volodimir ZelenskiAFP

Zelenski registra sus índices de popularidad más bajos mientras la guerra entra en su semana decisiva

El presidente ucraniano afronta una carrera a contrarreloj para ganar apoyos antes del encuentro del viernes entre Trump y Putin

Desde que tanto la Casa Blanca como el Kremlin confirmaron que el próximo viernes, 15 de agosto, Donald Trump y Vladimir Putin tendrán una reunión en Alaska, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha entrado en una carrera a contrarreloj para garantizarse el apoyo de sus socios europeos y que su país no quede marginado de las decisiones que se tomarán sobre su propio territorio.

De hecho, mientras Trump aseguraba en Washington que en la reunión se discutirá un «intercambio de territorios», Zelenski lanzó un mensaje horas después afirmando que cualquier decisión tomada sin Ucrania «nace muerta» y rechazó cualquier posibilidad de ceder territorio a Rusia.

Mientras las piezas del ajedrez diplomático se van moviendo de cara a la decisiva jornada del viernes, unos y otros actores intentan llegar lo más fuerte posible a dicho momento. Como se ha comentado, el líder ucraniano está intentando reforzar su posición internacional con llamadas a diversos mandatarios, pero a nivel interior la cosa es bien diferente.

De acuerdo a una encuesta realizada por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KIIS), publicada hace unos días por The Kyiiv Independent, la confianza de los ucranianos en su presidente ha caído en apenas dos meses de un 65 % a un 58 %. «Las razones del descenso en la popularidad de Volodimir Zelenski son, por desgracia, bastante claras: él y su equipo no entienden la correlación directa entre la ampliación de poderes y el aumento de responsabilidad», declaró al Kyiv Independent Yevhen Mahda, un experto en política ucraniana.

Este súbido descenso de apoyo ha coincidido con una serie de decisiones polémicas en el plano interno. Por un lado, la aprobación de una reforma anticorrupción que, días después, estuvo obligado a echar atrás debido a las fuertes presiones no solo en las calles, sino también desde diferentes partes del mundo denunciando esa acción. Además, hace unas semanas el presidente también decidió, de manera unilateral, renovar el Gobierno de su país nombrando a Yulia Sviridenko como primera ministra aprovechando que su partido tiene la mayoría absoluta en la Rada Suprema (el Parlamento unicameral ucraniano).

Una mujer con bolsas camina cerca de un edificio dañado en Kostyantynivka, región de Donetsk

Una mujer con bolsas camina cerca de un edificio dañado en Kostyantynivka, región de DonetskAFP

A ello se suman las crecientes dificultades económicas a causa de la guerra. La inflación, la escasez de bienes básicos y la fatiga de una sociedad sometida a un conflicto prolongado han erosionado la percepción de que la prioridad del Ejecutivo es mejorar las condiciones de vida de la población. Varios medios locales han publicado reportajes sobre la precariedad en la que viven las familias desplazadas internas y sobre el aumento de la emigración, incluso entre personas que inicialmente se habían comprometido a permanecer en el país durante la guerra.

En el ámbito militar, las tensiones con la cúpula de las Fuerzas Armadas tampoco han pasado inadvertidas. La destitución, a comienzos de año, de figuras de alto rango fue interpretada por amplios sectores de la opinión pública como una purga política más que como una medida estrictamente estratégica. Algunos exmandos militares han insinuado que la coordinación entre el liderazgo político y el operativo se ha deteriorado, algo especialmente delicado cuando se avecinan negociaciones que podrían redefinir las fronteras.

En este contexto, Zelenski necesita llegar al viernes con una posición de fuerza ante cualquier decisión que puedan tomar Putin y Trump en su ausencia, pero su capacidad de presión está limitada por la dependencia de la ayuda exterior y por un frente interno que empieza a mostrar fisuras. Las protestas contra la gestión de la guerra, las acusaciones de autoritarismo y el deterioro económico podrían mermar su margen de maniobra en unas negociaciones en las que, para bien o para mal, no tendrá la última palabra.

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