Vladimir Putin y Donald Trump, durante una reunión den 2019 en Osaka, Japón
Nueva reunión en Alaska: El diferente simbolismo para uno y para otro
Desde que comenzó la guerra de Ucrania es indudable que muchas cuestiones han cambiado, sobre todo en nuestra querida Europa, representada ahora por la Unión Europea (UE), joven históricamente, pero vieja y lenta ante la realidad mundial. Hacemos poco o nada para posicionarnos y acabamos siempre rozando el ridículo en aquellos acontecimientos que definen quién es quién en el mundo.
Una de las cuestiones que, en mi humilde opinión, es de vital importancia, es la relacionada con la Corte Penal Internacional (CPI), porque difícilmente se puede buscar la paz si no es con justicia, y para ello debe existir un organismo cuya responsabilidad debe ser el control de los desmanes que los dirigentes de unos países cometen contra otros.
El Tratado de Roma, firmado el 17 de julio de 1998, acordó la creación de esta corte de carácter permanente y que sería la encargada de perseguir y condenar los más graves crímenes cometidos por individuos en contra del derecho internacional y afirmando en el preámbulo del Estatuto de Roma: «…. que los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto no deben quedar sin castigo y que, a tal fin, hay que adoptar medidas en el plano nacional e intensificar la cooperación internacional para asegurar que sean efectivamente sometidos a la acción de la justicia ….».
Pero, dice la Ley de Murphy que «si algo puede salir mal, saldrá mal» y realmente en esas estamos. Ya creíamos tener suficientes locos presidiendo países en el mundo y llegó Donald Trump. Y resulta que no solamente llegó, lo que ya es suficientemente grave, sino que eligió una pareja de baile inesperada, al menos para los ciudadanos del resto del mundo, especialmente para los europeos y nuestros compatriotas ucranianos. Y digo compatriotas porque, a pesar de no pertenecer aún a la UE, están defendiendo en el campo de batalla, entregando su vida en el empeño, nuestro sistema de vida, enfrentándose a una Rusia que es modelo de otro sistema y socio prioritario de China en su guerra contra Occidente.
Desde su llegada, el y su equipo recién nombrado, decidieron que la guerra de Ucrania debía ganarla Rusia, que les beneficiaba más defender al agresor y atacar al agredido, poniéndose rápidamente manos a la obra, no con astucia narrativa, porque su torpeza es manifiesta, pero sí con eficacia, anunciando además a la UE que su posición ha cambiado, trasladándola de la posición de aliado a la de traicionado y posteriormente a la de enemigo manifiesto.
Los ucranianos y europeos están pagando en sus carnes la lealtad a los Estados Unidos. Ellos eran los interesados en iniciar un conflicto para debilitar a uno de sus principales enemigos y desgastar a Putin, su líder. Los mandatarios de Estados Unidos de aquel momento, los demócratas, consideraron que era una buena oportunidad para debilitar al socio más importante de China y lanzaron a los ucranianos a las trincheras, a morir por la defensa de Europa y los intereses de Estados Unidos y a sus aliados europeos a mantener su posición de apoyo a esa guerra. Y, con el cambio de mandatario, con la llegada de «Judas» Trump, se produjo la traición y la conversión del agresor en bueno y el agredido en malo, algo de lo que en España tenemos cierta experiencia. Y en todo este proceso, tal como se anuncia en el título, el simbolismo es una parte muy importante, mucho más para dos líderes narcisistas como son Trump y Putin.
La relación entre Putin y Trump ha empeorado progresivamente
En el caso de Trump, primero detuvo el suministro prometido de armas a Ucrania, después detuvo el suministro de inteligencia, después favoreció que Rusia atacase las ciudades ucranianas al no enviar defensas antiaéreas y, por último, dio comienzo al teatro de las negociaciones para buscar la paz, dando tiempo a Rusia para que continúe llevando a cabo crímenes de guerra constantes mientras el sheriff sigue mintiendo y riéndose de Ucrania y los ucranianos, además de reírse también de Europa y los europeos.
Pero vayamos con algunos «símbolos» de esta macabra obra de teatro. El primero fue la reunión en el despacho oval de la Casa Blanca a la que fue invitado el presidente Zelensky y que Trump y su equipo convirtieron en una humillación internacional para el presidente ucraniano. El problema es que, fruto de su torpeza, considero que consiguieron el efecto contrario al deseado, consiguieron que el vencedor de aquella puesta en escena fuese Zelensky. Debemos tener en cuenta que estamos ante un líder que trata las relaciones internacionales de su país como si fuesen sus relaciones personales: « Si me gusta a mí, es amigo de los EEUU».
Trump también nos ha sorprendido con su intención de tomar bajo su control la isla danesa de Groenlandia. Muchas han sido las declaraciones al respecto, incluyendo la amenaza del uso de la fuerza. Lo simbólico fue la visita que inicialmente realizaría la esposa del vicepresidente Vance con su hija, para asistir a la tradicional carrera de trineos que se celebra en la isla anualmente, y a la que, finalmente, se unió su esposo y solamente se limitó a visitar la base militar estadounidense de Pituffik. Durante la visita, Vance afirmó: «Lo que creemos que va a pasar es que los groenlandeses van a elegir, a través de la autodeterminación, independizarse de Dinamarca y entonces vamos a tener conversaciones con el pueblo de Groenlandia». Algo de una gravedad tremenda como es alentar las revueltas independentistas y que pasó prácticamente desapercibido para una mayoría de los ciudadanos.
Y podríamos hablar del simbolismo de la reunión de Trump y Ursula von der Leyen en el campo de golf propiedad del primero en Escocia, en Turnberry, donde sellaron el acuerdo comercial que nos imponía un 15 % de aranceles a la Unión Europea. Es algo así como «en vuestro territorio, en mi campo de golf y vosotros a agachar la cabeza». La muestra del poder absoluto sobre nosotros que hemos ratificado por escrito.
Podríamos hablar también del simbolismo de muchas otras acciones y llegar a la conclusión de que uno y otro mandatarios, Trump y Putin, actúan de forma parecida, aunque considero que en esta batalla el segundo tiene alguna ventaja sobre el primero. Se enfrenta un hombre formado, ex espía de la contrainteligencia soviética y rusa, con un plan claro y evidente a otro personaje que es imposible que respete puesto que representa todo lo que odia. Sin preparación, egocéntrico, pedante y con muchas otras características que le convierten en un ser muy manejable. Recordemos que la técnica MICE (dinero, ideología, chantaje y ego), utilizada por los servicios de inteligencia en sus reclutamientos, considera esas vulnerabilidades como presentes en el ser humano y elementos facilitadores para conseguir su reclutamiento. El ego es uno de los elementos principalmente utilizados, además del dinero.
Cada reunión entre ambos escenifica un combate desigual, la lucha entre un hombre entrenado y cultivado contra un patán, no lo afirmo yo, sino que lo han afirmado algunos de sus más cercanos colaboradores del pasado, que identifica las relaciones internacionales con sus percepciones personales. Y el resultado, como no puede ser de otro modo, es siempre positivo para Putin y sus intenciones.
El próximo acto de esta macabra obra de teatro, para llevar a Putin a vencer en su contienda con Ucrania y en su contienda con Europa, es la reunión de este día 15 de agosto en otro lugar simbólico, Alaska. Estoy seguro de que ambos líderes interpretan de manera diferente esta reunión, porque ambos están rodando escenas diferentes.
Trump interpretará esta reunión algo así como: «Te invito a un territorio que antes fue tuyo y ahora es nuestro, muestra de nuestro/mi poder en el mundo, y evito que seas detenido por la CPI. Te estoy dando muestras de mi amistad nuevamente para que lleguemos a un acuerdo que nos tiene que conformar a los dos, Ucrania ni Europa pintan nada en esto, ellos están sometidos a mi poder».
Putin interpretará la escena de una forma muy diferente: «Ya en el año 2024 visité Mongolia para que rindieran honores al nuevo Putin I el Grande y aquellos que antaño masacraron a mi pueblo ahora inclinasen la cabeza ante mi presencia. Ahora estoy aquí, pisando este territorio y anunciándote, aunque tu seas incapaz de verlo, que en algún momento recuperaré este territorio para nuestro nuevo imperio».
Como muestra decimos que vale un botón y deberíamos considerar prestar atención a cuestiones que nos plantea uno, la falta de sometimiento a los tribunales internacionales para pasar a establecer un sistema del Far West donde se establecen «recompensas» por individuos, o el otro, caídas por las ventanas o atragantamientos y suicidios de los disidentes. ¿Realmente estamos dispuestos a que estos dos locos nos lleven a la involución?. ¿Realmente estamos dispuestos a tirar por la borda todo aquello por lo que hemos luchado durante siglos?.
El tiempo, como siempre, dará y quitará razones, pero deberíamos estar preparados para un futuro con negras borrascas y donde los enfrentamientos de mayor calado no serán dentro de muchos años, porque es la obra de dos locos a los que no les queda mucho tiempo de vida, Putin 72 y Trump 79 años. Parece que en ese sentido la naturaleza les va a obligar a tomar decisiones en pocos años y esas decisiones las sufriremos todos los demás habitantes del planeta.