Xi Jinping, Putin y Kim Jong-un: el nuevo eje del mal le enseña su rostro más peligroso a Trump
Las máscaras parecen haberse caído definitivamente y el renovado eje del mal le ha mostrado su verdadera cara al presidente de EE.UU. que hasta ahora presumía de que todo se puede negociar y a todos se puede comprar
El presidente de China Xi Jinping, el de Rusia Vladimir Putin y el de Corea del Norte Kim Jong-un
Xi Jinping, Vladimir Putin y Kim Jong-un han desfilado, como un solo hombre, en la exhibición de poder militar de la República Popular de China esta semana en Pekín.
El primero, que lleva tres años y medio asegurando que la neutralidad es su bandera en la invasión de Ucrania, parece que difícilmente podrá sostener más tiempo un discurso que únicamente le compraron los ingenuos.
La asociación estratégica con Putin quedó sellada –y con su firma– pocos días antes de que el jefe del Kremlin ordenara bombardear Kiev y lanzara sus tropas a la inicialmente fracasada conquista por tierra del Donbás. Xi sabía, no impidió y quizás no trató de disuadir –ni antes ni durante– a su socio. Si lo hubiera hecho, otro sería el escenario en Europa y tal vez, hasta en Estados Unidos.
A Xi Jinping volver a tener a Donald Trump en la Casa Blanca no le ha venido nada bien. La revolución de los aranceles ha tensado la cuerda de unas relaciones que parecían discurrir sin mayores tropiezos con Joe Biden. Si los roces no se tradujeran en números de la economía, posiblemente, el líder comunista habría aplicado la serena paciencia oriental que caracteriza a su tierra. Pero con el dinero, y con la comida, a un chino –y a nadie– le gusta jugar.
En China durante los años del dragón las mujeres, como recordaba hace poco Juan Restrepo, buscan con desesperación quedarse embarazadas. La creencia popular o el convencimiento de la sociedad es que el niño que nace bajo la luz de este signo del zodiaco vendrá provisto de atributos formidables que le garantizarán un liderazgo y futuro promisorio. Xi, naturalmente, es dragón.
Los dragones, cuando rugen, arrojan llamaradas de las entrañas. Y este no es diferente, aunque el fuego lo enmascare con un desfile sin precedente donde mostró lo que tiene (y quizás no sea todo). Entre otras cosas, nuevos misiles con capacidad nuclear para lanzar desde tierra, mar y aire, otros hipersónicos y antibuques, drones submarinos y una colección de armamento espía que Putin y Kim Jong-un observaban con admiración.
China es una gran nación que jamás se deja intimidar por ningún abusador
Pero puestos a sacar bilis por la boca, Xi se dirigió a Trump sin mencionarlo directamente en el día del 80 aniversario del fin de la II Guerra Mundial tras la rendición de Japón: «China es una gran nación que jamás se deja intimidar por ningún abusador…»
El mensaje le llegó al presidente de Estados Unidos después de que él mismo pinchase donde más le duele al dragón al reprocharle en su red Truth Social, las bajas americanas y sacrificios de sus soldados para, «ayudarle a garantizar su libertad frente a un invasor muy hostil», en alusión a Japón.
En su despedida el presidente de Estados Unidos se acordó también de los otros ejemplares que sueñan, como Xi, con la inmortalidad y con quiénes cuando se reúnen parecen pasarlo en grande: «…Les pido que transmitan mis más cálidos saludos a Vladímir Putin y a Kim Jong-un, mientras conspiran contra Estados Unidos de América».
Las máscaras parecen haberse caído definitivamente y el renovado eje del mal le ha mostrado su rostro más peligroso –y nuclear– a Trump que hasta ahora presumía de que todo se puede negociar y a todos se puede comprar.