El interior de una bomba de racimo contiene centenares bombas que se dispersan para mayor alcance
Las bombas de racimo dejan un saldo de 1.200 muertos y heridos en la guerra de Ucrania
Pueden ser lanzadas desde aviones o disparadas desde el suelo con cañones antes de explotar en el aire y dispersar municiones más pequeñas
Están prohibidas por convenciones que no respetan y de las que los países Bálticos y Polonia, entre otros, han decidido alejarse por la amenaza de Rusia.
Las bombas de racimo arrasan con todo lo que hay alrededor y no hay forma de dirigirlas para que tengan mayor precisión. En estos tres años de invasión rusa han dejado no menos de 1.200 muertos y heridos civiles en Ucrania.
En su informe anual, el Observatorio de Minas Terrestres y Municiones en Racimo denuncia «retrocesos preocupantes» en los esfuerzos mundiales para erradicar este armamento.
También destaca el uso exhaustivo que se hizo de estas armas por parte de Moscú y Kiev desde el primer día de la invasión rusa a Ucrania. Sin embargo, Ucrania es el país del mundo donde más víctimas de bombas de racimo se contabilizan cada año.
Solo en 2024, este país registró al menos 193 de las 314 víctimas contabilizadas en todo el mundo, según el informe. Y la mayoría de los más de 1.200 civiles muertos o heridos en Ucrania desde el inicio de la guerra lo fueron en 2022.
Solo en 2024 se produjeron unos cuarenta ataques con municiones en racimo en territorio ucraniano
El informe, difundido por Afp, reconoce que el número de víctimas es probablemente muy inferior a la cifra real, ya que solo en 2024 se produjeron unos cuarenta ataques con municiones en racimo en territorio ucraniano, sin que se haya facilitado un balance de víctimas humanas.
Las bombas de racimo pueden ser lanzados desde aviones o disparadas desde el suelo con cañones antes de explotar en el aire y dispersar municiones más pequeñas. La principal característica de estos explosivos es que poseen un dispositivo que, al liberarse, diseminan muchas otras bombas de menor dimensión.
El gran riesgo de estas bombas, sobre todo, estriba en el hecho de que no cuentan con un mecanismo de guía, por lo que su zona de impacto puede ser demasiado amplia. Su margen de error, por otro lado, es muy alto (5 %), lo que se debe al hecho de que muchas de las municiones pueden no detonarse o, como sucede con las minas, hacerlo tiempo después.
Muchas no explotan en el momento del impacto y pueden activarse años más tarde
Ni Rusia ni Ucrania figuran entre los 112 Estados parte de la Convención sobre Municiones en Racimo de 2008, que prohíbe su uso, transferencia, producción y almacenamiento.
Los únicos otros dos países en los que se registraron ataques con este tipo de municiones el año pasado, Birmania y Siria, tampoco forman parte del tratado.
EE. UU. principal suministrador
Estados Unidos, que tampoco ha adherido a la Convención, provocó una ola de indignación cuando decidió en 2023 suministrar este tipo de armas a Ucrania.
Desde entonces entregó al menos siete cargamentos de municiones en racimo a la exrepública soviética, informó el Observatorio.
Desde el punto de vista militar, las bombas de racimo permiten atacar a un gran número de soldados, inutilizar una pista de aterrizaje o minar un vasto territorio para obstaculizar el avance enemigo.
En 2025 se descubrieron submuniciones con inscripciones en coreano en los territorios controlados por Ucrania.
Pero el informe indica que sigue siendo difícil determinar si fueron utilizadas por las fuerzas norcoreanas que luchaban junto a los rusos o si simplemente fueron adquiridas por Rusia a Corea del Norte.
A nivel mundial, el monitor advierte de «retrocesos preocupantes» en los intentos de establecer nuevas normas internacionales para eliminar el uso de estas armas.
En marzo, Lituania, que comparte fronteras con Bielorrusia y el enclave ruso de Kaliningrado, se convirtió en el primer Estado en retirarse del convenio de 2008, alegando motivos de seguridad regional.
Una salida que Tamar Gabelnick, directora del Observatorio, denunció, al temer un «efecto dominó más amplio».
Tanto este país báltico como Polonia, Letonia, Estonia y Finlandia, comunicaron posteriormente su intención de retirarse del tratado que prohíbe las minas terrestres antipersonales ante la «agresión rusa».