Israel e Irán, camino a otro choque directo
A pesar de la relativa brevedad de la Guerra de los 12 Días, el conflicto expuso la fragilidad del equilibrio regional, la preocupación sobre proliferación nuclear y la compleja relación entre aliados
Imagen de la cúpula de hierro en Israel
La respetada periodista Roxana Levinson afirmó este martes que «se siente la sombra iraní, aumentando su producción misilística, y esto puede provocar un error de cálculo que acelere otra guerra». Medio año después de culminada la Guerra de los 12 Días, primer conflicto directo entre Jerusalén y Teherán, parece acercarse otro. Mucho más duro que el anterior. Irán, aunque no tiene fronteras con el Estado judío, siente la obsesión de destruirlo por su fanatismo islámico. Y aunque el descontento y la crisis económica tienen al pueblo harto, los ayatolás no olvidan su objetivo.
La guerra anterior comenzó con la ofensiva León Naciente, dirigida contra instalaciones nucleares iraníes, incluyendo las bases de Natanz, Fordow e Isfahán. El objetivo declarado fue destruir capacidades nucleares y debilitar el potencial militar. Irán respondió con 530 misiles balísticos y drones lanzados contra territorio israelí, el 90 % interceptado, pero otros lograron dañar estructuras civiles y militares. Este ataque masivo puso a prueba sistemas defensivos como la Cúpula de Hierro.
La destrucción causada por Israel fue precisa y masiva, logrando el pleno dominio aéreo. Estados Unidos, finalmente, intervino con bombas especiales contra instalaciones nucleares subterráneas. El conflicto dejó un saldo importante de muertos y heridos, especialmente en territorio iraní, y mostró la peligrosidad de un choque directo entre dos potencias bien armadas. Las operaciones israelíes incluyeron campañas encubiertas, como el asesinato de científicos, que enlentecieron el programa nuclear. Tras 12 días de combate, se acordó un cese de hostilidades, aunque la situación sigue siendo muy frágil.
Israel e Irán son los países con las Fuerzas Armadas más significativas de Oriente Medio, aunque sus estructuras y capacidades son muy diferentes. En el caso de Israel, su fuerza se basa en tecnología avanzada, una aviación moderna y un sólido sistema de defensa, además de un presumible arsenal nuclear no declarado oficialmente pero estimado en 150 ojivas. Por su parte, Irán dispone de una gran fuerza terrestre, un considerable número de misiles balísticos y una doctrina enfocada en la guerra asimétrica. De todos modos, entre ambos países se encuentran Jordania e Irak, o sea que el choque terrestre es prácticamente imposible.
Una guerra por aire
Jerusalén posee unos 350 aviones de combate modernos, incluyendo F-35, y helicópteros de ataque, lo que le brinda dominio aéreo en toda la zona. Irán cuenta con cerca de 320 aeronaves, modelos antiguos como F-4, F-5 y F-14, además de fuerzas de tierra masivas, con superioridad numérica en tanques y artillería pesada. La infantería iraní es numéricamente más grande, con más vehículos blindados, aunque la calidad de su equipo es inferior. La marina iraní es más numerosa en barcos de superficie, pero no comparable en capacidad con la hebrea.
Teherán posee gran variedad de misiles balísticos de corto y mediano alcance, como los Khorramshar y Sejil, que pueden alcanzar objetivos en Europa. Israel ha desarrollado sistemas de defensa antimisiles como la Cúpula de Hierro, Honda de David y Arrow 3 para interceptar cohetes y misiles en diferentes rangos, apoyado técnicamente por sistemas americanos avanzados (THAAD). Asimismo ya está en funciones su rayo láser, considerado el futuro en defensa aérea.
La cúpula de hierro, el sistema de protege a Israel de los bombardeos
Israel no ha reconocido oficialmente su arsenal nuclear, pero múltiples análisis externos lo sitúan como potencia atómica de facto. Irán, por otro lado, según declaraciones de sus líderes y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), insiste en que su programa nuclear es civil, aunque la acumulación de uranio enriquecido y la infraestructura subterránea demuestran objetivos militares. El primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, ha centrado su agenda en la seguridad nacional, percibiendo a Irán como la principal amenaza existencial, debido a su apoyo a grupos terroristas y su meta nuclear. Tras la Guerra de los 12 Días, afirmó que la victoria abriría la puerta a la expansión de acuerdos de paz y consolidaría la seguridad, aunque esta afirmación se ve con escepticismo.
Netanyahu ha centrado su agenda en la seguridad nacional, percibiendo a Irán como la principal amenaza existencial
Israel está evaluando nuevas acciones contra Irán y fortaleciendo alianzas, incluso su cúpula militar apuesta por atacar nuevamente el país persa para «terminar con el expansionismo islámico», según el ministro de Defensa, Israel Katz. El liderazgo iraní, desde el Líder Supremo, sostiene que la defensa de sus intereses y su programa estratégico –que incluye misiles– es legítima. Si bien proclaman que no buscan armas nucleares, sus amenazas de duras represalias ante acciones externas ha generado alarma global. También se ha intensificado una brutal represión interna, incluyendo torturas y ejecuciones de opositores, en medio de una sensación de acoso externo tras la guerra.
El papel de Washington
Estados Unidos ha sido históricamente un aliado clave de Israel, proveyendo apoyo militar, político y diplomático. En el conflicto de junio de 2025, Washington intervino directamente, atacando instalaciones nucleares iraníes y reforzando la defensa antimisiles de Israel con sistemas como el THAAD y tecnología avanzada.
La Administración estadounidense ha buscado equilibrar su apoyo a Israel con evitar una guerra total en la región. Sin embargo, ciertos sectores políticos estadounidenses presionan por acciones más agresivas. Un conflicto abierto a gran escala entre Israel e Irán podría surgir si alguno de los dos percibe que sus intereses vitales están en juego. Analistas señalan que, aunque el intercambio de ataques como el de 2025 es posible, un enfrentamiento total implicaría movilizaciones continentales y el involucramiento de otros aliados. Una guerra mayor tendría graves consecuencias regionales y globales:
–Escalada militar en Oriente Medio: un conflicto extendido podría arrastrar a otros actores como Arabia Saudí o Turquía.
–Interrupciones energéticas: cualquier enfrentamiento grave afectaría a flujos de petróleo y gas, impactando en los mercados globales y la economía mundial.
–Crisis humanitaria: un aumento de víctimas civiles y desplazados sería seguro.
–Polarización internacional: las alianzas se profundizarían, así como las tensiones entre grandes potencias (EE.UU., Rusia, China).
El riesgo de proliferación nuclear, aunque considerado bajo, no puede descartarse en un conflicto prolongado. La sola posibilidad de que un actor con capacidad nuclear use o amenace con usar armas de destrucción masiva aumentaría exponencialmente el coste humano y económico del conflicto.
Israel e Irán son dos potencias clave en Oriente Medio, con metas estratégicas opuestas. A pesar de la relativa brevedad de la Guerra de los 12 Días, el conflicto expuso la fragilidad del equilibrio regional, la preocupación sobre proliferación nuclear y la compleja relación entre aliados. La posibilidad de un enfrentamiento mayor es una amenaza actual, con consecuencias peligrosas para la seguridad global, la economía y la estabilidad. La caída del régimen teocrático de Alí Jamenei –como en el caso de Venezuela– sería la solución ideal.