Fiabilidad
La cultura popular automovilística dice que cuando llegamos a una gasolinera o similar conviene no apagar el coche bruscamente, especialmente en el caso de automóviles diésel con turbo, un dispositivo muy habitual desde hace años.
De esta forma evitamos que los sistemas de lubricación y refrigeración del coche se desconecten cuando todavía muchas de las partes del motor que trabajan en constante fricción están a temperatura muy elevada. Nos referimos por ejemplo al citado turbo, que puede girar hasta 150.000 veces por minuto sobre un rodamiento.
Lo que no es tan popular es que a la hora de arrancar el motor del coche también conviene esperar unos segundos, en concreto hasta que se apaga una de las luces del salpicadero.
Nos referimos en este caso a los motores turbodiésel. Este tipo de motores disponen de calentadores, una pieza imprescindible para el funcionamiento de estos propulsores que necesitan algo de tiempo para alcanzar su temperatura óptima de trabajo.
La función de estas piezas es el precalentamiento de las cámaras de combustión del motor antes de que entre el combustible.
Una vez que damos el contacto, en la mayor parte de los vehículos diésel se enciende un testigo de color naranja en el cuadro de instrumentos que representa una especie de muelle (calentador). Hasta que no se apaga este pequeño chivato conviene no arrancar el motor, pues podría costarle más de la cuenta ponerse en funcionamiento por baja temperatura.
En cualquier caso hablamos de una espera inferior a los diez segundos y que es especialmente importante en invierno, cuando las temperaturas bajan más de lo normal.
Los calentadores son una pieza bastante delicada y es frecuente que se estropeen con el uso, el precio de sustituir los cuatro, uno por cámara de combustión, puede superar los 200 o 300 euros en función del coche y de cuántos se rompan.
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