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30 de abril de 2024

Martti Ahtisaari

EFE

Martti Ahtisaari (1937-2023)

Finlandés y ciudadano del mundo

Incansable mediador de conflictos internacionales, le fue concedido el Nobel de la Paz en 2008

Martti Ahtisaari icono
Nació el 23 de junio de 1937 en Víborg (Rusia) y falleció el 16 de octubre de 2023 en Helsinki (Finlandia)

Martti Oiva Kalevi Ahtisaari

De origen humilde, consiguió formarse como maestro de instituto antes de ingresar en la carrera diplomática en 1965. Entre 1973 y 1977 sirvió como embajador en Tanzania, y posteriormente trabajó tres lustros como alto cargo de la ONU. Fue presidente de Finlandia entre 1994 y 2000.

El afán de Martti Ahtisaari para contribuir a resolver un importante número de conflictos estaba relacionado con lo vivido durante su infancia: tenía apenas cinco años cuando el imparable avance del Ejército Rojo le obligó, en compañía de su madre, a un agitado periplo en búsqueda de lugares seguros. Es más, el futuro diplomático y estadista vino al mundo en lo que entonces era el municipio finlandés de Viipuri, que hoy en día forma parte de Rusia bajo el nombre de Vyborg. Tal vez sea la razón de que Ahtisaari viniera apoyando desde hace décadas, en contra –por entonces– de la élite del país escandinavo, la adhesión de Finlandia a la Alianza Atlántica, efectiva desde hace unos meses.
El detalle no es baladí, porque en la perspectiva de Ahtisaari la búsqueda de la paz nunca equivalió a un pacifismo ingenuo. Valga, como botón de muestra, su apoyo –a título personal, pues ya había abandonado la presidencia de Finlandia desde hacía tres años– a la invasión norteamericana de Iraq, impulsada por George W. Bush. Entre sus opiniones geopolíticas polémicas destaca, asimismo, su apoyo decidido al ingreso de Turquía en la Unión Europea, que defendió, sin ir más lejos, en noviembre de 2009 en Madrid, invitado por una conocida fundación, junto con otras personalidades españolas y extranjeras.
En todo caso, estos posicionamientos algo divisivos no emborronan su exitosa trayectoria en otros escenarios, ya fuera como alto comisario onusiano o como personalidad cualificada. Se asocia a Ahtisaari, en primer lugar, con las largas y tortuosas negociaciones para poner fin a la guerra de guerrillas entre los insurgentes namibios y la Sudáfrica del apartheid, que ejercía de potencia ocupante –y en constante desafío a Naciones Unidas– en un territorio del sur del África meridional escasamente poblado, pero de gran importancia estratégica. Tras obtener aquel territorio su independencia en 1990, Ahtisaari recibió la ciudadanía honoraria del nuevo Estado y muchos namibios le honraron poniendo su nombre a sus hijos recién nacidos.
No llegaron a tanto serbios y kosovares, pero sí que le agradecieron sus esfuerzos, que culminaron en la retirada del país eslavo del disputado territorio. Lo mismo hizo en el sureste asiático en 2005, al lograr que Indonesia otorgase la autonomía a la provincia ide Aceh, sin olvidar su papel de supervisor, junto con el sudafricano Cyril Ramaphosa, del delicado proceso de desarme del Ejército Republicano Irlandés, como consecuencia del Acuerdo de Paz de 1998. Una hoja de servicios lo suficientemente repleta como para que nadie discutiese su idoneidad para ser agraciado con el Premio Nobel de la Paz en 2008; o para ser elegido presidente de Finlandia catorce años antes, como candidato del Partido Socialdemócrata.
En el cargo, Ahtisaari hizo saltar chispas por unas intromisiones constantes en política exterior que, según ministros y parlamentarios desbordaban sus competencias, y también por sus no menos constantes viajes por la geografía finlandesa, encaminados a mostrar cercanía a la gente, vistas como un cuestionamiento de la clase política. Las críticas recrudecieron y Ahtisaari optó por no representarse en 2000.
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