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Violeta Chamorro

Violeta Chamorro

Violeta Barrios de Chamorro (1929-2025)

Reconcilió a los nicaragüenses tras décadas de dictaduras

Señora de gran prestigio moral, fracasó, sin embargo, en erradicar la corrupción y la pobreza

Violeta Chamorro

Violeta Barrios Torres

Nació en Rivas (Nicaragua) el 18 de octubre de 1929 y falleció en San José de Costa Rica, donde llevaba años exiliada, el 14 de junio de 2025

Hija de terratenientes, en 1949 conoció a Pedro Joaquín Chamorro, heredero de familia influyente, con el que se casó en 1950. El matrimonio tuvo cuatro hijos. Violeta no participó en política hasta el asesinato de su marido en 1978. Desde entonces fue ganando enteros en la oposición. Fue presidenta democrática de Nicaragua entre 1990 y 1997

El 9 de enero de 1978, lunes, caía asesinado en Managua Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, editor del diario La Prensa y principal opositor al régimen de los Somoza. Un crimen que jugó un papel de acelerador en el triunfo, año y medio después, de la Revolución sandinista que a su vez desembocó en una dictadura de tipo marxista y en un sangriento conflicto civil saldado con un balance de 30.000 muertos.

Difícilmente podía imaginar la viuda de Chamorro, Violeta Barrios, que le incumbiría, doce años después, a partir de 1990, encabezar el proceso de democratización y reconciliación nacional de Nicaragua. Antes del asesinato de su marido, Violeta Chamorro apenas participaba en la política. Mas a medida que el país se sumía en el enfrentamiento su figura afloraba paulatinamente, potenciada por su posición moderada y por el hecho de no estar adscrita a ninguna de las catorce formaciones que configuraban la Unión Nacional Opositora (Uno), que su marido había contribuido a fundar a finales de los sesenta, y que seguía en pie -tras sus inevitables renovaciones de personal y contenido- en 1990, de cara a las primeras elecciones presidenciales genuinamente democráticas.

Unos antecedentes, consensuales y desprovistos de controversia, que determinaron su designación como candidata única de la Uno. Le fueron, además, de gran utilidad en una campaña electoral en la que, si bien presentó pocas propuestas políticas específicas, su permanente atuendo de color blanco y su promesa de poner fin al servicio militar y de reducir el tamaño del ejército, por entonces uno de los más grandes de Latinoamérica, Sin embargo, la torpezas comunicativas -le costaba recordar los nombres de los líderes extranjeros o remitía las cuestiones políticas importantes a sus asesores- hicieron que muchos observadores la consideraran una contrincante improbable para Daniel Ortega, quien afirmó que no tenía ni la más remota posibilidad de perder. Al final, ganó Chamorro con el 55% de los votos, tomando posesión el 25 de abril de 1990.

Durante sus siete años como presidenta, logró el gran objetivo del desarme, supervisó un programa de austeridad económica que redujo la inflación del 11 000 % a aproximadamente el 11 %, inauguró un período de pluralismo político y fijó la supremacía del poder civil sobre el militar y el policial. Mas también fue criticada por no ser lo suficientemente dura con los exsandinistas acusados de abusos contra los derechos humanos -y que seguían influyendo en la judicatura, por ejemplo- y por no frenar la corrupción gubernamental rampante.

No solo fue la corrupción la única de las carencias estructurales de Nicaragua que Chamorro no logró erradicar. Al final de sus siete años de mandato, más de la mitad del país seguía desempleada o viviendo en condiciones precarias. También estaba en el punto de mira de sus críticos su forma de ejercer el poder, que la consideraban una figura decorativa que delegaba en sus familiares Antonio Lacayo, su jefe de gabinete y yerno. Pero la reputación de gran señora que pacificó un país hecho añicos permaneció.

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