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28 de marzo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

El gran español

«Me enterrarán con mi uniforme de los GAR, y el féretro lo cubrirán con mi Bandera de España. Y después, cuando mi cuerpo se haya fundido con la tierra de mi Patria, mis amigos se irán, según mis indicaciones, a tomar unos vinos para recordarme con alegría, no con tristeza»

Actualizada 08:54

En la sencillez está la grandeza. Estoy harto de tener que escribir de españoles que reniegan de su origen, poderosos, detestables, ostentosos, derrochadores, traidores y cretinos. ¿Por qué, todavía, no han conseguido derrotar a España? Porque en la inmensa soledad, en los espacios admirables del amor a España y el deber cumplido, hay decenas de miles de españoles ignorados que nos regalan todo sin pedir nada a cambio, y que, discretamente, invierten las ilusiones de su vida en la vocación de servir a los demás, a todos sin excepción, a los que sienten una profunda gratitud y admiración por ellos –que es mi caso–, y a los que detestan y desprecian su inconmensurable valor y devuelven el servicio cumplido con el odio y el resentimiento de sus páncreas. Hoy, primer paso del año 2022, me dispongo a escribir de un español ejemplar, que no busca medallas, que no aspira a homenajes, que se ha jubilado después de poner en un centenar de ocasiones su nuca a disposición de las balas asesinas a cambio de nuestra tranquilidad. Se llama don Manuel Peláez. Es Guardia Civil de primera. A los 17 años ya vestía el uniforme verde del valor y el sacrificio. Uniforme que ha llevado con orgullo durante 50 años de servicio ininterrumpido. Se llama don Manuel Peláez, y en nuestra sociedad tenemos la costumbre de olvidar a los de su casta, su madera y su sentido del servicio. Por ello, recuerdo a los lectores de El Debate por tercera vez que se llama y apellida don Manuel Peláez, siempre con el don –dominus–, de los grandes humildes por delante.
Don Manuel, sin cumplir los 20 años ya estaba destinado en la Unidad Antiterrorista Rural de la Guardia Civil, la UAR. «Lo difícil se hace; y lo imposible se tardará en hacer un poco más, pero también se hará». Interminables noches de invierno y verano con la mirada viva y el sueño dominado, durmiendo al raso, en las montañas cerradas de las provincias vascas. Después de 50 años de servicio ejemplar a todos los españoles se ha jubilado con una pensión mensual que equivale al desayuno de cualquiera de los gorrones de Pedro Sánchez en La Mareta, La Marismilla o Los Quintos de Mora. «Mi vida no tiene otro objetivo que servir a los españoles y a la Ley, haciendo favores sin pedir jamás que te los hagan a ti».
De los UAR a los GAR, pesadilla del terrorismo etarra, amparo de los perdidos en las montañas, de los heridos en los espacios abiertos. Han salvado decenas de vidas jugándose las suyas y no han recibido ni las gracias de sus rescatados. «Me enterrarán con mi uniforme de los GAR, y el féretro lo cubrirán con mi Bandera de España. Y después, cuando mi cuerpo se haya fundido con la tierra de mi Patria, mis amigos se irán, según mis indicaciones, a tomar unos vinos para recordarme con alegría, no con tristeza». Es posible que necesitemos, y yo el primero, recordar que este español grandioso se llama don Manuel Peláez, y que ha entregado los mejores 50 años de su vida, uniformado con el verde glorioso de nuestra Guardia Civil, a servirnos a los españoles sin pedir a cambio otra cosa que el silencio y el respeto. Sencillamente.
Son las cosas del mundo pequeño de cada sector de una sociedad ingrata e inculta. ¿Cómo es posible que España no haya sido destruida aún? Porque hay muchos españoles que siguen el ejemplo de don Manuel Peláez, y nos conceden la tranquilidad que no sabemos agradecerles.
Reciba, don Manuel, Guardia Civil de Primera, mi emocionado agradecimiento. No tengo medallas para concederle, ni usted busca que se las conceda. Las medallas, como habrá comprobado en los últimos días, se reparten entre los traidores a esa España que usted ha amado y defendido durante 50 años de su vida. No hable de su entierro. Necesitamos que siga ahí, heroico jubilado. Y que señale a los que le siguen el rumbo de su ejemplo. Que la Virgen del Pilar se lo pague y abrace en cada amanecer.
Se llama don Manuel Peláez y es Guardia Civil.
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