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05 de mayo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Rollito gay mientras caen las bombas

El jefe del MI6 ha simbolizado el despiste de un Occidente reblandecido a la hora de establecer sus prioridades

Actualizada 09:13

Aunque los espías han existido desde que el hombre enreda por el mundo, el servicio británico para el espionaje en el extranjero nació de manera formal en 1909, con el Secret Service Bureau. Más tarde se convirtió en el Secret Intelligence Service (SIS), conocido popularmente como el MI6, nombre que adoptó durante la II Guerra Mundial. Los ingleses son maestros en vender todo lo suyo e investirlo de encanto novelero, por lo que el MI6 y sus historias forman parte de la cultura popular. A veces sus espías destacan repartiendo mamporros, como en el caso del comandante Bond (agente 007); y otras utilizando sus células grises, como George Smiley, el moroso y fascinante jefe del MI6 de las novelas de Le Carré.
Los padres de Bond y Smiley, los novelistas Ian Fleming y John Le Carré, sirvieron en los servicios de inteligencia en el siglo XX. Si hoy levantasen la cabeza, ambos arquearían las cejas ante los melindres políticamente correctos de la actual cúpula del espionaje británico. La prensa conservadora londinense ha desvelado un documento interno con nuevas pautas de conducta para el personal del MI5 y el MI6, titulado «Misión Crítica». Sus instrucciones ejemplifican la berza buenista en que andaba embarcado Occidente mientras ahí fuera avanzaba un autócrata energúmeno capaz de amenazar con violencia nuestro modo de vida.
Las instrucciones de la cúpula de espionaje fueron comunicadas en diciembre, cuando Vladimir ya amontonaba soldados y tanques en la frontera con Ucrania y la invasión era obvia para todo el mundo (excepto para nuestros expertos, que siguen opinando con suficiencia pese a haber fallado por todo lo alto en sus pronósticos de que no invadiría). La consigna que se imparte a los espías británicos en el documento es que eviten «reforzar patrones culturales dominantes» y fomenten «la diversidad y la inclusión». Deben evitar términos que sugieran «género», como las palabras «manpower» (recursos humanos), «control» o «fuerza». También han de ser cautelosos a la hora de elegir los pronombres, teniendo presente que además de él y ella tienen que emplear el «u otra cosa», por si algún transexual pudiese sentirse molesto.
La revelación del documento ha coincidido con un polémico mensaje en redes sociales del jefe del MI6, Richard Moore, un patricio de Oxford y el primer jefe de espías que se ha lanzado a tuitear (y lo que es peor, ¡hasta sube emojis!). «Con la tragedia y la destrucción castigando tan duro Ucrania debemos recordar los valores tan duramente ganados que nos distinguen de Putin, y ninguno lo hace tanto como los derechos LGTB», ha escrito Moore. O sea, que mientras Putin machaca a los ucranianos a las puertas de la mismísima frontera de la OTAN, el jefe de los espías británicos andaba enfrascado en el rollito gay políticamente correcto, tal y como le afean parte de la opinión pública y –sotto voce– algunos miembros del Gobierno de Boris. Resulta que los valores prioritarios que hemos de defender no son la democracia liberal y los tres pilares que han construido Europa (la filosofía griega, el derecho romano y el cristianismo), sino los LGTBI.
La anécdota, reveladora, refleja la inopia en la que venían viviendo unas sociedades infantilizadas, que le habían arrendado su defensa al primo americano y que pensaban que jamás tendrían que volver a afrontar otra guerra. Hasta que la hubo, por supuesto, porque el mal forma parte de la naturaleza humana y si no te defiendes, te destroza. Ahora bien, si quieren probamos a parar a Putin esgrimiendo la bandera arcoíris y nos enfrentamos a sus tanques con las carrozas de Chueca. Por supuesto, los homosexuales deben ver respetados sus derechos. Pero existen otras prioridades más imperativas. El «regresismo» está anteponiendo la agenda de determinadas minorías al interés general de la sociedad. Y eso cuando las cosas se ponen serias simplemente no funciona. Por eso no nos deben gobernar quienes nos gobiernan.
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