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20 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Secretaria de Estado

A la Agenda 2030 le viene de perlas una secretaria de Estado con ímpetu, gracia natural y no fingida, de sangre caliente y cabello de antorcha olímpica

Actualizada 05:20

A sus noventa años, María de Metternich, dominaba nueve idiomas, pero su modestia e inteligencia le impedían dar importancia a su poder políglota: -Creo que más que hablarlos, sé callarme en nueve idiomas-. Luis Ventoso nos recuerda que la flamante Secretaria de Estado de Agenda 2030, Lillith Verstrynge, habla cuatro idiomas, y que Ortega y Gasset dijo de Salvador de Madariaga que dominaba cinco lenguas, que era un tonto en cinco idiomas. Lillith Verstrynge es una chica con un encanto especial, con esa gracia belga que Dios le ha dado. Comparte el dominio de las lenguas con distinguidas compañeras de viaje, como Tania, Dina e Irene, porque los idiomas, los dialectos, las jergas y las lenguas en general, abren en Podemos muchísimas puertas , giratorias y estancadas. La de Lillith, enemiga del esfuerzo y los méritos personales, le suponen 125.000 euros al año, sin contar con los privilegios gratuítos que gozan los secretarios de Estado. Mi compañero de colegio, el ecuatoriano Raimundo Tovar, hablaba muchos más idiomas que la Metternich, Madariaga y la Verstrynge. Según él, el castellano o español – Covarrubias-, que se habla en América no es el mismo en todos los países. Y afirmaba que él hablaba a la perfección el ecuatoriano, el peruano, el colombiano, el argentino, el chileno, el paraguayo, el uruguayo, el boliviano, el venezolano, el portorriqueño, el cubano, el dominicano, el nicaragüense, el hondureño, el guatemalteco, el panameño, el mexicano, el californiano, el tejano, el florideño y se defendía en español y un poco en francés. Es decir, que era idiota en veintidós idiomas. Con todo respeto, creo que es mucho más saludable y provechoso ser tonto en un idioma que en cuatro, pero allá cada cual con sus preferencias. Tip dominaba el español, chapurreaba el francés y creó un idioma, el mangalofa, que sólo hablaban tres personas en todo el mundo. Dos camareros de su bar elegido de Valencia, sito en la travesía de Mosén Femades, y el propio Tip, su eximio creador. Una tarde entera invirtió en explicarle a un comercial de Durango los orígenes del mangalofa, y al término de la lección el durangués no tenía claro si Tip le hablaba en serio o se estaba riendo de él en sus narices. Pero pagó las copas, por si acaso.
A la Agenda 2030 le viene de perlas una secretaria de Estado con ímpetu, gracia natural y no fingida, de sangre caliente y cabello de antorcha olímpica. Lo malo es que esa agenda hay que llenarla, y la nueva Secretaria de Estado no es partidaria del trabajo. Considera que la meritocracia es una estupidez, como la remodelación del Bernabéu. Pero es de la pandi. La pandi de la Belarra, la Montero, la Serra, la Dina, y adversaria de la Yoli, la que suma. Todas ellas, están ahí por la influencia de un hombre al que han amado y servido – políticamente, me refiero-, con delicia y sumisión. Un hombre que ya no es nada en su partido y en el Gobierno, pero que tiene algo –imposible negarlo-, con sus chicas, a las que no abandona. Me gustan los jefes de las pandis que no olvidan los servicios prestados. Errejón es menos leal, Monedero está en sus cosas, y de Echenique últimamente no me fío. Pero Pablo cumple, aunque le haya perdido el exceso de verborrea, lo que mi bisabuela llamaba «tener la lengua muy larga».
Nuestra nueva Secretaria de Estado puede ser o no, una tonta en cuatro idiomas. De lo que estoy seguro es que se trata de una pija en cuatro idiomas, y una indolente en cuatro lenguas. Eso sí, con una gracia torrencial, caudalosa, y unas salidas y ocurrencias belgas tronchantes. ¿Qué más se puede pedir?
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