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28 de marzo de 2024

Los ridículos de la educaciónjosé víctor orón semper

El fetiche de la actividad y la experiencia

Cuando se apuesta por una educación casi obsesionada con que el niño tenga que experimentar y experimentar se hace el ridículo y se animaliza al alumno

Actualizada 04:30

Hoy en educación hay un auténtico fetichismo por la experiencia o la actividad. Que el niño experimente, que toque… Esto está llevando a una sobreabundancia de estímulos sensoriales. La Real Academia de la Lengua Española llama fetiche a «ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos.» Y hoy en día a la experiencia sensorial se le atribuyen esos poderes sobrenaturales.
Cuando se apuesta por una educación casi obsesionada con que el niño tenga que experimentar y experimentar se hace el ridículo y se animaliza al alumno. Veamos la razón de tal postura. Para el animal aprender es recordar las experiencias afectivas vividas en ciertos contextos. Su situación emocional es lo que sirve para valorar la realidad experimentada.
En cambio, en el ser humano el aprendizaje no acontece en función de la experiencia sensorial, sino en función de lo que podríamos llamar la experiencia personal. El ridículo de la educación actual es confundir experiencia sensoria con experiencia personal.
Para el ser humano el mundo no tiene significado de por sí, sino que adquiere un significado u otro, en función de la experiencia personal vivida en torno a tal situación. La experiencia de relación interpersonal es la que acaba dando un significado concreto a la experiencia sensorial de una forma u otra. Y si sirve para el encuentro interpersonal será valorado de forma positiva. Al ser humano lo que le importa es otro ser humano.
En cambio, en el animal la experiencia sensoria es meramente interpretada desde su valoración afectiva. Un animal podría decir «ande yo caliente, ríase la gente». Es decir, mientras el animal esté a gusto la experiencia es buena.
Tanto el animal como el humano experimentan valorando la experiencia, pero mientras el humano lo hace desde la relevancia que tienen para la relación interpersonal, el animal lo hace desde su mera experiencia afectiva.
Cuando al estudiante se le lanza a experimentar y experimentar sin el peso de la relación se animaliza a la persona en su experimentar. Se presupone que el alumno tiene que experimentar, sentir y volver a sentir como si ese sentir fuera neutro. En verdad, ese sentir ya es valorativo.
Este ridículo se ve acrecentado con la creencia de una educación constructiva que propone una secuencia: primero un percibir sin valorar, luego analiza para conceptualizar y, en último lugar, valora. Esta mentalidad constructiva del conocimiento es sustentada desde muchas propuestas que igualmente, hacen el ridículo, pues el ser humano no procede constructivamente.
La percepción, incluido para el animal, no es un proceso constructivo, sino que desde el inicio es una percepción valorativa en la que cada uno además proyecta sus expectativas fruto de sus conceptualizaciones de la realidad. Así pues, percibir es ya una valoración. En el ser humano además percibir es también conceptualizar y hasta definir el tipo de relación con lo conocido.
El animal, por mucho que experimente, nunca llega a conocer propiamente la realidad pues está encerrado en su experiencia afectiva. En cambio, en el ser humano, su forma social de conocer le permite descubrir que la realidad antecede a su conocimiento. Para salvar la relación interpersonal el ser humano necesita situarse por encima de su pensamiento y examinarlo. Gracias a que las personas pensamos de forma distinta y se quiere salvar la relación entramos a cuestionar nuestro pensamiento y eso permite descubrir la antecedencia de la realidad sobre nuestro pensamiento. Sin el otro, no hay realidad conocida propiamente. Conoce el individuo, pero conocer no es un acto individual, porque nada en la persona lo es.
De lo contrario, en un pretendido acceso individual a la realidad, cada uno se queda encerrado en su pensamiento. ¿Qué acredita un pensamiento? ¿El mero hecho de ser pensado? Si un pensamiento es cierto por ser pensando, entonces todo pensamiento es válido y al mismo tiempo todo pensamiento es invalido. El animal lo resuelve acudiendo a su estado emocional que le sirve para acredita su pensamiento. Si pensar algo hace estar a gusto, entonces, para el animal el pensamiento es cierto. Muchos problemas de hoy en día tienen que ver con que no se distingue pensamiento de sentimiento.
Uno mismo no es contraste para su pensamiento, simplemente se queda con lo último pensado. La realidad del mundo tampoco es contraste para el pensamiento de uno, pues la realidad del mundo no tiene valor en sí. Si quiero hacer una mesa con madera, tal vez encuentre dificultades manipulando la madera. En el contraste con el mundo el ser humano, como el animal, puede aumentar en eficiencia en sus acciones. Pero ninguna madera pregunta ¿por qué quieres hacer una mesa? Eso solo lo pregunta otra persona. Ante el otro tengo la necesidad de acreditar y demostrar mi pensamiento. No ante uno, ni ante el mundo.
No se trata de que el niño experimente sensorialmente como un loco, sino de que tenga experiencias personales de la realidad, es decir, experiencias comunitarias en la que traten de introducir la realidad en la relación interpersonal.
Esto permite que el ser humano se descentre de sí mismo y descubra que tanto las cosas de este mundo como su propia experiencia sensorial no son él. El mundo existe como mundo y la experiencia sensorial es algo que se tiene, pero no algo que se es. Gracias a esto el ser humano no vive como un animal encerrado en su propia experiencia emocional.
En cambio, triste y ridículamente muchos proponen que la clave en educación es que el niño experimente sensorialmente y se le encienda la emoción. Cuando eso es justo lo que vive un animal. ¿No es esto hacer un soberano ridículo? Y como ocurre en todos los ridículos quien lo paga es el niño.
La actividad por la actividad no es significativa de por sí, sino que lo significativo es la experiencia de relación que se vive en torno a esa actividad.
  • José Víctor Orón Semper es director de la Fundación UpToYou Educación
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