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29 de marzo de 2024

Los ridículos de la educaciónJosé víctor orón semper

La psicologización de la motivación

Todos los docentes ansían tener alumnos motivados. Pero, ¿qué entienden por motivación?

Actualizada 09:58

Imagina un perro, feliz y contento, saltando por el campo, totalmente motivado e ilusionado lanzado sobre sus pequeñas acciones. ¿Qué motiva a un perro? La respuesta parece sencilla: vivir como perro. Entonces, ¿qué motiva a una persona? Pues vivir como persona. Esto quiere decir que la motivación, en primer lugar, no es un tema psicológico, sino antropológico. Pues si vivir como persona es lo que motiva a la persona, hace falta saber quién es la persona, lo cual es una pregunta antropológica. Pero es triste ver el ridículo actual que considera la motivación como un tema meramente psicológico. Más aún, en ocasiones se busca motivar a los alumnos con el mismo tipo de motivación que se usa con un simpático perro.
Profundizando sobre la problemática de la motivación, descubrimos que el concepto que se tiene de motivación es de ordinario muy pobre. Todos los docentes ansían tener alumnos motivados. Pero, ¿qué entienden por motivación? Cuando preguntas a los docentes qué entienden por alumnos motivados te encuentras de todo, desde los que tienen una mirada amplia sobre sus alumnos, hasta los de mirada estrecha. Los de mirada estrecha, empobrecedora de la persona, piensan que el alumno motivado hace lo que se le manda y encima sonríe al profesor. Una vez en un claustro de profesores pregunté ¿qué esperan de los alumnos? Y me decían: que entreguen las tareas a clase, que atiendan, que se callen, que… Cuando vi la pizarra llena, completamente llena, comenté: «Todo lo que hay en la pizarra son comportamientos que esperáis de ellos, ¿no esperáis más?», y añadieron: «sí, obediencia, respeto y disciplina». Pregunté ¿y no esperáis ilusión, alegría...? En la medida que les oía me llenaba de angustia y pensé: «Pobres chicos». Gracias a Dios, hay muchos alumnos desmotivados porque se resisten a ser empobrecidos. En ocasiones es difícil distinguir si hablan de motivación o de cómo manipular al niño.
Pero también hay otros profesores que se pasan por el lado contrario, y parece que les dé todo igual y mientras no les molesten a ellos, que hagan lo que quieran. Ya no son niños manipulados, sino niños abandonados.
Del ridículo de los premios y castigos ligados a la motivación ya escribiré en otro momento. Veamos ahora la problemática de ciertas aproximaciones a la motivación: el esfuerzo, hacer cosas nuevas, las emociones o la utilidad de lo que se hace.
Decía que la motivación es en primer lugar una cuestión antropológica antes que psicológica. En cambio, hay gente que dice: motiva ver que con esfuerzo se superan las dificultades. Eso sería una lectura psicológica de la motivación. ¿Motiva superar dificultades?, o, ¿motiva descubrir que uno puede ser autor de su propia vida y que ni las dificultades ahogan este deseo profundo ni es abandonado ante ellas? Motiva más bien ver que se afrontan las dificultades junto a alguien y no el mero hecho de superar dificultades. Hay muchos que superan dificultades y no tienen alegría en su vivir. Superan dificultades los empresarios exitosos y también entre ellos hay el doble de probabilidad de entrar en depresión.
Otro ejemplo: ¿motiva el hacer cosas nuevas?, o, ¿motiva que en lo que haga se exprese la novedad de mi persona? Los esclavos pueden hacer muchas cosas nuevas y no creo que digamos que sea un contexto muy motivante.
Y otro más: ¿Motiva el estar emocionado?, o, ¿estoy emocionado porque estoy motivado? Muchos educadores, y también neuropsicólogos que juegan a ser educadores, van diciendo gratuitamente: «Hay que encontrar el botón de la emoción para así activar su motivación». De ahí surgirá el profesor cheer-leader, o el profesor-anuncio de televisión.
Otra triste línea de motivación es el de la utilidad: «Estudia y podrás pasar de curso» o «ponte el casco. Así, si te caes de la moto, no te matarás». Ciertamente, son cosas que vale la pena conseguir. Pero, ¿para qué pasar de curso?, ¿para qué vivir? Al «vivir para sobrevivir» parece que le falte algo. No es una mala motivación, pero si una pobre motivación.
Para trabajar la motivación, la buena, la consistente, hace falta que sea una motivación que pueda acoger una vida con sentido, una propuesta con sentido. ¿Qué propuesta de sentido ofreces a tus hijos y alumnos?
Si propones: «vive para hacer lo que quieras y estar a gusto» ¿en qué se diferencia eso de la motivación del perro? Si propones «se eficiente y muestra tu valía» o «insértate en esta sociedad», ¿en qué se diferencia eso de ser una máquina eficiente que tiene ya definido qué hacer? Si propones «cumple tus sueños», pero, ¿qué acredita un sueño? ¿El mero hecho de ser soñado? Si todo sueño vale, es que ninguno vale. ¿En qué se diferencia eso de un astronauta perdido en el espacio que puede moverse libremente sin saber de dónde viene y a dónde va?
¿Qué motivación ofreces a tus hijos y alumnos? ¿La del perro, la de la máquina, la del astronauta perdido, otra?
Las falsas motivaciones, unas pobres y otras malas, acaban siendo pan para hoy y hambre para mañana. Podríamos más bien preguntarnos: ¿Qué sentido de vida ofrecemos? Y ese sentido, ¿es capaz de acoger al que no comparte el sentido? De ahí surgirá una motivación como persona. Una propuesta de sentido buena es aquella que es capaz de acoger a los que no comparten mi propio sentido de vida. Por ello, podemos decir que el único reto digno del ser humano es otro ser humano. En la experiencia de encuentro está una motivación robusta que llena de energía a la persona para transformar este mundo. Pon todo al servicio del encuentro interpersonal y la energía de la motivación aparecerá.
¿Qué motiva a la persona? Vivir como persona, y ¿qué es vivir como persona? Esta es la pregunta que necesita ser respondida para no caer en el ridículo. Yo pienso que somos seres para el encuentro. Pero, ¿qué piensas tú?
  • José Víctor Orón Semper es director de la Fundación UpToYou Educación
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