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07 de mayo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El amor de Pablo Manuel e Irene María

Hacen bien en refugiarse en el amor, porque todo indica que en el mundo de la alta política les queda ya poco

Actualizada 09:25

En Podemos siempre se ha mezclado ocio y negocio, romances con promociones. Así que nada hay de sorprendente en que Pablo Manuel, de 44 años, e Irene María, de 34, la pareja que mangonea el decadente partido morado, se diese un cálido beso en la boca en el escenario mitinero, desmintiendo por vía gráfica malévolos rumores de desavenencias. El enternecedor intercambio romántico ocurrió en la llamada «Uni de Podemos», nombre que supone un oxímoron, pues Universidad es un término asociado al saber y en Podemos impera más bien un entregado culto a la burramia. La «Uni» se celebró en un teatro de la Gran Vía de mil butacas. Quedan lejos los días en que la ilusión del inminente «asalto a los cielos» colocaba el cartel de no hay billetes en la plaza de Vistalegre.
Abbey road, el último y excelente disco que grabaron los Beatles, se cierra con la canción «The End», y en concreto con esta certera frase de McCartney: «Y al final, el amor que te llevas es el equivalente al amor que das». No sé si a Pablo Manuel y a Irene les gustan los Beatles, los veo más de Silvio Rodríguez y Rigoberta Bandini, pero pueden anotarse la cita. Bien harán en refugiarse en su amor, porque todo indica que su otra pasión, la política, va a abandonarlos en breve.
Aunque se mantiene tan lenguaraz como en sus días dorados, a Pablo Manuel ya lo tenemos prejubilado, descoletado y amortizado. En cuanto hubo de pasar de las musas al teatro se vio que todo era humo. Duró un año y 45 días como vicepresidente del Gobierno, víctima de una asombrosa gandulería y de su rampante desconocimiento de la Administración. No hizo nada. Pero aún así, obnubilado por la soberbia, decidió testarse como candidato en Madrid. Los electores le dieron un puntapié y se le acabó la política. Se habló entonces de una fulgurante carrera televisiva, que nunca ha acabado de arrancar. Pablo Manuel es una víctima más de una era de aceleración digital con emociones tipo clínex, de usar y tirar. Podemos creció espoleada por una televisión al rojo vivo y en la ola del justo enojo de personas a las que la crisis de 2008 les había destrozado la vida. Pero una cosa es predicar y otra dar trigo.
Irene María estudió Psicología. Al acabar trabajó unos meses en la caja de un súper de electrodomésticos y luego anduvo zascandileando, enredando con una tesis que nunca acabó. Tampoco tenía prisa por trabajar, porque su padre había montado una empresa de mudanzas y había dinero en casa. Y entonces apareció su caballero blanco, Pablo Manuel, que le abrió puertas con las que jamás habría soñado. Irene María entró en Podemos y se enrolló con el jefe. Tania (la anterior titular) fue desplazada por la coleta suprema al gallinero del Congreso. La nueva musa comenzó a promocionar como la espuma por vía amatoria. Su pareja la hizo portavoz parlamentaria en 2017, para estupefacción del irascible Errejón, y luego, ministra en la lotería de los acuerdos con Sánchez.
Irene María se ha revelado con una política ideológicamente histérica y de iniciativas flipadas (bendecidas por Sánchez, auténtico culpable de que este populismo amateur haya encontrado un lugar bajo el sol). Pero las encuestas se han torcido. Yolanda, con toda la pasarela y toda la ñoñería, carece del tirón del Pablo Manuel de los buenos tiempos. Sánchez cae mal y ha hecho demasiadas trampas. Feijóo funciona mejor que Casado. Vox más o menos aguanta. Ciudadanos ya forma parte del Museo Nacional de Arqueología. Así que el próximo año podría acabarse la fiesta del coche oficial y los viajes en Falcon con Pam e Isa.
Llegarán los días grises a las serranías de Galapagar. Pablo Manuel ejercerá de tertuliano y profe y se pegará atracones de series botellín en mano. Irene María acaso conserve un escañito. El brillo quedará atrás, mas siempre podrán acogerse a los versos de la «Oda a la inmortalidad» de Wordsworth que resonaban en Esplendor en la hierba, la maravillosa película de Elia Kazan de 1961: «Aunque nada podrá traer de vuelta la hora del esplendor en la hierba y de la gloria de las flores, no debemos apenarnos, sino encontrar fuerzas en lo que ha quedado atrás».
Lástima que Pablo Manuel e Irene María no son exactamente Warren Beatty y Natalie Wood. Me temo que encajan más bien en la saga Torrente. En este caso, el brazo tonto de la política.
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