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27 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

La sanidad madrileña

Ayuso haría mal en conformarse con denunciar la demagogia de sus adversarios, que han encontrado aquí la única vía de ataque serio a la presidenta

Actualizada 01:35

Los médicos cobran poco en España. Y lo de las enfermeras, que son mujeres mayoritariamente, es tercermundista. Las consultas en especialidades se demoran sine die y la atención primaria es francamente mejorable, sobre todo desde la pandemia: allí se cerraron buena parte de los centros de salud y nunca han recuperado su antiguo ritmo, por desidia política y, también tal vez, profesional.
Con la covid los hospitales se convirtieron en heroicos fortines donde médicos y enfermeras se dejaron sus vidas en salvarnos las nuestras; mientras el ritmo en los ambulatorios quedó en un limbo de videollamadas y esperas que hoy de algún modo subsiste.
La sanidad española, siempre alabada por su carácter «gratuito» y universal, se puso a prueba con el virus y exhibió miserias y limitaciones, agravadas por la negligente gestión de un Gobierno, el de Sánchez, que siempre estuvo más pendiente de cargarle el muerto a otro y borrar la huella de sus crímenes que de actuar con diligencia y seriedad.
El PP le perdonó la vida, en lugar de insistir en investigar, denunciar y destripar al Gobierno firmante de una de las peores mortandades del mundo. Y esa ingenuidad explica en parte que ahora se atreva a acosar de nuevo a Ayuso en un asunto, el sanitario, donde tiene todo que callar.
El madrileño es bien consciente de las lagunas de su sanidad, pero también de sus aciertos, y salvo una minoría ruidosa y sindical, nadie compra el relato apocalíptico que vende la infantería sanchista, escondida en esa laya de plataformas, sindicatos y partidos que llevan 30 años intentando conquistar Madrid por lo civil o lo militar.
Y es consciente, también, que todos los males sanitarios madrileños se multiplican por tres en el resto de las Comunidades Autónomas, y en especial en las gobernadas por el PSOE, con Valencia y Castilla-La Mancha a la cabeza del desastre sanitario.
Pero saben, o sabemos, que faltan sanitarios, que cobran poco, que las ambulancias tardan en llegar, que las especialidades se demoran y que, en general, padecemos un progresivo deterioro que a futuro irá a peor por el envejecimiento poblacional y la ruina económica de España.
Ayuso haría mal en no olfatear el problema cierto que existe bajo la formidable capa de manipulación, mentiras y mala baba de una izquierda incapaz de entender a Madrid y dispuesta siempre a insultarla con las más absurdas justificaciones tabernarias.
Y haría peor en no darse cuenta de que ésta es la única bandera, la sanitaria, que puede torcer la pletórica victoria electoral presagiada en todos los sondeos.
La sanidad madrileña no es un caos, nadie lleva la tarjeta de crédito en la boca para ser atendido y no se acumulan los muertos anónimos en fríos pasillos abandonados. No, eso no ocurre.
Pero ocurren cosas, son serias y no es excusa que sean peores en otras latitudes, que Pedro Sánchez esté detrás de la conjura o que las mareas blancas o verdes tengan más interés en acabar con Ayuso que en salvar a un paciente o en educar a un niño.
A este sectarismo no se le combate ni se le vence con otro de la misma intensidad pero del sentido opuesto, sino gestionando mejor, escuchando más y tomando cuantas decisiones sean oportunas para mejorar el panorama y cerrar unas cuantas bocas.
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