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03 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Hacia la dictadura

Van a ser más graves las novatadas del Colegio Mayor Elías Ahúja de Madrid, que el Gobierno denunció como si no hubiera un mañana, que el golpe de Estado del 1 de octubre de 2017 y el destrozo de los vehículos de las Fuerzas de Seguridad del Estado

Actualizada 01:30

Tengo un buen amigo venezolano que pasa temporadas en España y que argumenta con múltiples ejemplos que nuestro país sigue la misma ruta por la que Chávez llevó a Venezuela a la catástrofe que vive hoy. Con una diferencia: en España efectivamente se van dando los mismos pasos, pero se dan a mucha más velocidad.
Esta semana hemos vivido tres hechos teóricamente no relacionados, pero igualmente representativos de la degeneración de nuestra democracia.
Como se veía venir, el Gobierno ha decidido acabar con el delito de sedición por la simple razón de que la supervivencia de Sánchez en la Moncloa depende de partidos cuya dirección fue condenada por ese delito. Así que para continuar en el poder al menos hasta el fin del próximo año, Sánchez ha decidido renunciar a la unidad de España y permitir que se pueda perpetrar un delito de sedición sin consecuencias penales. Vamos, que van a ser más graves las novatadas del Colegio Mayor Elías Ahúja de Madrid, que el Gobierno denunció como si no hubiera un mañana, que el golpe de Estado del 1 de octubre de 2017 y el destrozo de los vehículos de las fuerzas de Seguridad del Estado.
En este nuevo escenario político en el que mentir no tiene ninguna consecuencia negativa para quien lo hace, Sánchez se empeña en decir que estamos intentando equiparar la pena en España con la de los países de nuestro entorno. En este ámbito, por ejemplo en Alemania, un partido político que defendiera la ruptura del país y la separación de uno de sus estados federados, todos los cuales tienen unas raíces históricas mucho más relevantes que Cataluña, esa formación política sería ilegal. Pero buscando, buscando, uno encuentra dos países dentro de Europa en los que la sedición no es delito: Montenegro y Kosovo. Y eso por razón de su propio origen como repúblicas sediciosas. Con eso es con lo que nos está equiparando Sánchez. Y, por cierto, Kosovo es un país que ni éste ni ningún Gobierno español ha reconocido como independiente. Pero sí queremos copiar parte de su legislación. No paramos de mejorar.
El mismo día en que Pedro Sánchez anunciaba en su televisión oficiosa, pero oficial, que pone en marcha la supresión de ese delito, la portavoz del Gobierno, Isabel Gutiérrez, defendía la conveniencia de obligar a todos los medios de comunicación a insertar la versión del Gobierno de lo que están haciendo. Es decir: muera el periodismo. Lo que yo he hecho es lo que yo le digo, no lo que usted quiera contar. Y esto ya lo inventó Hugo Chávez. No por su programa Aló, presidente, sino porque también obligaba a todas las televisiones del país a recoger la versión oficial de determinadas «noticias» cuando lo estimaba necesario.
Y, no contentos con esto, la víspera de que se produjeran ambos hechos gravísimos, Correos y Telégrafos anunciaba la emisión de un sello para conmemorar el centenario del Partido Comunista de España. El hecho de que el centenario fuera hace un año ya es de por sí un poco rarito. ¿No se han acordado hasta ahora? Vamos a celebrar el centenario de la presencia en España del partido articulado por la ideología más asesina de la historia de la humanidad. Partido cuya dirigente más relevante en este momento es la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz.
Estos indicios se han producido en sólo dos días del mes de noviembre de 2022. Y en los meses venideros es más que probable que todo vaya a peor porque Sánchez ha dejado ver a los que quieren romper España que todo el monte es orégano. Que pueden pedir y se les dará. Y al último resquicio de libertad que representan los medios de comunicación hay que silenciarlo. Como en Venezuela. Como en cualquier dictadura. Con un par.
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