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26 de abril de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Cien días de revolución y en Podemos, callados

Tal vez Irene Montero, como miembro del Gobierno de España, podría preguntar a la Embajada de la República Islámica del Irán, qué pena tendrían allí los transexuales a los que ella defiende aquí

Actualizada 01:37

Es cierto que la actuación de Podemos dentro de nuestra política nacional ya nos ocupa lo suficiente como para prestarles atención cuando salen de paseo por el mundo. Pero precisamente por la cantidad de aliados que tienen por otros lares, no está de menos fijarse en cómo les va a algunos. Por supuesto que lo más importante es Hispanoamérica. Y a mí me llama especialmente la atención el caso del caído «Sombrero Luminoso» de Perú, que ya está en la trena y su familia en el exilio viviendo a costa del contribuyente mexicano. Qué decir de Cristina Fernández de Kirchner, condenada a siete años de prisión. O de Gustavo Boric, que tuvo una derrota aplastante en el referendo constitucional. De tiranos aliados con Podemos que no tienen ni la más mínima apariencia democrática, como Nicolás Maduro, Daniel Ortega o Miguel Díaz-Canel creo que no merece la pena hacer un comentario. Y quiero creer que por eso el Rey, en su discurso de Navidad, habló de la importancia de Europa e ignoró a nuestros hermanos de sangre hispanoamericanos a los que tan bien conoce.
Pero ahora quiero señalar otro objetivo. Hoy hace 104 días que arrancó la revolución que se está desarrollando en Irán contra el régimen de los ayatolás. Una dictadura que viola los derechos humanos más básicos, que ahorca a los homosexuales, que humilla a las mujeres y en la que el poder último no está en manos del presidente elegido por la población, sino del líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei, quien dirige una teocracia. El poder no viene del pueblo, sino de Dios según lo interpretan Jamenei y sus acólitos.
Confieso que mi interés por Irán, dentro de la vocación internacionalista que siempre he tenido como periodista, surgió en mi adolescencia cuando estuve un curso estudiando en Suiza. Yo tenía 16 años y allí le hablé a una muchacha que gustaba decirse persa, cuyo padre había sido ministro del Sha y creo recordar que le llegué a coger la mano dos o quizá tres veces. Se llamaba Shamira Meshkati y me hablaba de su país con una añoranza y pasión que me generaron un enorme interés por ese país. Nunca me he atrevido a ir porque creo que he escrito demasiado a lo largo de los años sobre esa dictadura y tengo miedo. Y tuve un buen amigo que me dio mucha información de forma regular: mi llorado Ardeshir Zahedi, muerto hace un año, era un yerno del Sha, que fue siete años ministro de Exteriores, dos veces embajador en Washington y una en Londres. Y condenado a muerte varias veces por la teocracia. Ardershir y yo nos veíamos un par de veces al año en un grupo de amigos que nos reuníamos alrededor del mundo y él me fue contando las atrocidades del régimen que yo nunca encontraba en los medios de comunicación. Cuánto siento que no esté vivo para ver hogaño la revolución que está aconteciendo en su amado Irán y que él anticipaba que llegaría porque no había otra forma de acabar con esa dictadura.
Aunque ustedes no lo lean en los medios de comunicación, desde hace 104 días hay un levantamiento por todo Irán que tiene unas características muy similares a las que tuvo el que derrocó al Sha en 1979 y que había empezado en 1978. Por eso quiero llamar la atención sobre este grito de libertad que lanzan cada día, con más de 600 muertos ya, los iraníes. Se levantan contra un régimen que en España ha financiado el auge de Podemos por medio de la televisión de Pablo Iglesias, entre otras cosas. Y no diré yo que Iglesias y el ayatolá Alí Jamenei compartan ideología. Pero es casi peor. Porque este Iglesias cuya pareja ha promovido en España la perversa ley trans, es el mismo que recibía dinero de un régimen que cuelga de una grúa a los homosexuales. Igual que lo hacen ahora con los manifestantes que detienen, juzgan y condenan a muerte en cuestión de horas. Aunque sean, por ejemplo, un futbolista de fama internacional. Tal vez Irene Montero, como miembro del Gobierno de España, podría preguntar a la Embajada de la República Islámica del Irán, qué pena tendrían allí los transexuales a los que ella defiende aquí. Y una vez enterada, podrían organizar una manifestación con Iglesias y Montero a la puerta de la legación diplomática. No se preocupen. Que los manifestantes bloqueen la calle es fácil dos o tres docenas de personas. La calle Jerez de Madrid, a la altura del número 5, es muy estrecha.
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