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28 de marzo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

La forjera

La forja es el lugar donde se reduce a metal el mineral de hierro. Nadie viaja con forjas. Una portavoz del Gobierno no puede confundir la alforja con la forja, y menos en público, y aún menos, mientras se ríe como Pam

Actualizada 01:30

Se da por seguro que la ministra de Política Territorial y Portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez García, es mucho más culta que cualquiera de las mochales de Igualdad. Aunque sonriente, no creo que se tronche de risa, como la segunda de Irene Montero, la tal Pam, con las rebajas de condena de 140 violadores y delincuentes sexuales, veintidós de ellos ya en la calle, gracias a la intolerable y gamberra ley que han aprobado en el Congreso los socialistas, los comunistas, los independentistas y los filoterroristas. Rebajas de condena y libertades inconcebibles que son consecuencia de esa ley que le produce tanta risa. No, Isabel Rodríguez no es una analfabeta con dieciséis sexos en la cabeza, como Irene Montero y sus churris. Es abogada, ha sido senadora y diputada por Ciudad Real, y en la actualidad es tenedora de la cartera de Política Territorial y Portavoz del Gobierno. Pero tiene que mejorar su español. Pulir su lenguaje.
Se da mucho en España el mal uso de los refranes y los tópicos coloquiales. «Ese tiene muchas ínsulas», en lugar de ínfulas. Muchas ínsulas, y concretamente en el mar Egeo, tienen los herederos de Aristóteles Onassis. Ínfulas, el presidente del Gobierno del que Isabel Rodríguez es su portavoz. También se dice mucho, cuando alguien ha adquirido un objeto valioso en el mercado, «que le ha costado un huevo de la cara», cuando lo que se pretende afirmar desde la figuración es que le ha costado un ojo de la cara. Porque en la cara hay ojos, pero no huevos. Para explicar mejor la sensación de estupor, asombro o hecho inesperado, abundan los que comentan con cadencia solemne: «Se me han puesto los pelos de gallina». Las gallinas no tienen pelos. Eso sí, ante una situación o una narración impactante –por ejemplo, el máster de Begoña–, o como consecuencia de un placer momentáneo, la piel puede proceder a granularse efímeramente emulando la piel de las gallináceas desplumadas. «Se me ha puesto la carne de gallina o la piel de gallina» son expresiones correctas, no así «los pelos de gallina», si bien en ocasiones puntuales es válida. Cuando un cobarde huye metido en el maletero de un coche y abandona a los suyos, y está bien dotado de frondosidad pilosa, como Puigdemont, los pelos de gallina son académicamente aceptables. También se da el exceso voluntario de la sagacidad en algunas noticias de los periódicos. «Robo a mano armada en una agencia bancaria de Aranda de Duero». Y se lee. «El ladrón no ha podido ser identificado, pero por su aspecto, se ha deducido que tiene 42 años, se llama José Ramón y es natural de Horcajo de la Cuesta».
Todo este preámbulo, farragoso por cierto, para recordar a la Portavoz del Gobierno, que entre alforja y forja se establece una gran diferencia. Le ha dicho a Borja Sémper, recuperado político vasco por Feijóo: «Para este viaje no hacía falta tantas forjas, Sémper». Alforjas, señorita Isabel, alforjas. Se trata de un dicho al uso de la calle. Para este viaje no hacen falta tantas alforjas, que son talegas abiertas por el centro y cerradas por los extremos, los cuales forman dos bolsas grandes para llevar cosas de una parte a otra. Más o menos, las mochilas del ayer. Y Conrado Blanco creó una reunión poética, «Alforjas para la Poesía», y no forjas, como usted dice. La forja es el lugar donde se reduce a metal el mineral de hierro. Nadie viaja con forjas. Una portavoz del Gobierno no puede confundir la alforja con la forja, y menos en público, y aún menos, mientras se ríe como Pam, cuando celebra entre otras mujeres indescifrables con grandes carcajadas, la rebaja de condenas a 140 violadores y la libertad a más de veinte gracias a su Ley de Protección a los Violadores y Delincuentes Sexuales.
Alforjas, doña Isabel. Las forjas y las forjeras, a la fraguas, siempre calientes y abrasadoras, como algunas de las que se sientan en la misma mesa del Consejo de Ministros de la que usted es portavoz.
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