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01 de mayo de 2024

Enrique García-Máiquez

Bandini se bandea bien

Tiene el don de darle un sesgo épico a los asuntos de su corazón cuando de verdad le importan. Lo hizo con su madre y lo hace como madre

Actualizada 01:25

En los tiempos de vino y rosas de Rigoberta Bandini, cuando su soprendente canción Ay, mamá nos sorprendía, escribí Vivan las tetas en El Debate glosando, verso a verso, su mensaje de rebelde feminidad eterna. Se leyó y discutió bastante.
Enseguida, Bandini salió explicando que su canción era, en realidad, una proclama feminista. Esa sería, como mucho, su intención, porque la canción no había más que oírla. No obstante, muchos amigos, conocidos, saludados y contactos de Twitter me enviaron inmediata y amablemente sus declaraciones con un retintín guasón. Yo respondía que las obras de arte hay que interpretarlas en sí mismas. No por eso me han dejado de enviar con suma puntualidad todas las declaraciones de Bandini en las que advertía que ella no es del Opus y cosas así.
Sin embargo, su defensa auténtica de la maternidad ahí quedó. Y yo no pensaba escribir más de ella para no despertar las ansias enviantes o enviadoras. Pero ahora, después de escuchar, casi de rebote, Canciones de amor a ti voy a volver, como la burra, al trigo.
La letra aporta un importante matiz. Es una entusiasmada carta a su hijo, al que confiesa que «ahora sólo puedo escribir canciones de amor a ti». Esto es la clave. El arte verdadero es irremediablemente inevitable y escapa del control del artista. «Nadie elige su amor», dejó dicho para siempre don Antonio Machado. Rigoberta Bandini ha reconocido en alguna entrevista que se preocupó porque no encontraba más temas de los que escribir que su hijo y que temió que le saliese un disco monotemático y empalagoso. No ha sido el caso.
Tiene el don de darle un sesgo épico a los asuntos de su corazón cuando de verdad le importan. Lo hizo con su madre y lo hace como madre. En esta canción, además, las apariciones del padre son estelares: invocando su presencia para siempre y unas lágrimas más viriles, no se sabe por qué, que las que promociona el Ministerio de Igualdad, aunque quizá lo sean porque no habla de un hombre blandengue sino de un padre.
Este canto a la maternidad hecho por alguien que en todas sus declaraciones recalca su desapego de los postulados más tradicionales tiene su utilidad teórica. Nos recuerda lo de Unamuno: «Las cosas naturales siempre vuelven». Es una razón para la esperanza. Robert Conquest afirmó en su primera ley de la política que «Todo el mundo es conservador en aquellos asuntos que conoce de primera mano». Es una ley infalible, piénsenla mirando a los progres: de derechas en su vida y de izquierdas en la de los demás. Pero todavía se le puede dar un giro más: «Todo el mundo es tradicional en aquello que ama de primera mano». Piénsenla oyendo a Rigoberta Bandini.
Jamás le diría qué tiene ella que pensar de esto o de aquello ni cómo coordinar el feminismo o la maternidad. Eso lo puede explicar en sus entrevistas, que no me interesan especialmente (aviso a los amigos). Bandini se bandea bastante bien, y es capaz de afirmar unas cosas que ella piensa y escribir canciones con lo que ella siente, que es lo que a mí me interpela. De la abundancia del corazón canta la boca.
Veamos cómo la naturaleza se abre paso, y la verdad de las cosas y los sentimientos profundos. Que llevan aparejados su compromiso social. Otra canción de Bandini titulada Que vivir sea un jardín da ese paso hacia el mundo mejor que todos los padres con un hijo en los brazos desean naturalmente. La cantante Conchita, en otra hermosa canción de maternidad, El viaje, apuesta por esa apertura: «Cuando te miro a los ojos el mundo parece más grande». Y Sidecars. Para Rigoberta Bandini un hijo multiplica la vida por mil. Los padres somos mejores gracias a los hijos y el mundo debería serlo también. Rigoberta Bandini ha vuelto a escribir un himno.
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