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03 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Nada, nada y nada

El señor Lambán ha dicho que, últimamente, Alberto Garzón, ministro de Consumo por cuota podemita, no hace nada. Le sobra el adverbio. Ese adverbio, últimamente, no tiene nada que hacer ahí

Actualizada 01:30

Mientras aguardamos con expectación la relación de los 16 diputados puteros del PSOE y la mínima sanción de la UEFA al Fútbol Club Barcelona por comprar arbitrajes favorables a sus intereses durante 17 años consecutivos, el presidente de Aragón, el señor Lambán, ha emitido la opinión más sorprendente de lo que va de año. «El ministro de Consumo, Garzón, últimamente no hace nada». Perplejo me hallo.
Lo de los puteros va a intentar olvidarse poco a poco. Las cadenas de radio y televisión públicas, y las privadas subvencionadas, así como el antaño poderoso diario El País, han hecho caso omiso a los escándalos cocainómanos, puteriles y viagrenses de las huestes patricias socialistas, al mando del Tito Berni. Y en lo que respecta a la sanción de la UEFA al Barcelona, se habla de que constará de un año sin disputar competiciones europeas. Un castigo absurdo, por cuanto es el propio club azulgrana el encargado de sancionarse, colaborando con su extraordinario juego bonito a sus eliminaciones. Cuatro en los dos últimos años. La RFEF y la Liga no se atreven por orden del Gobierno y la tímida reacción del ministerio fiscal a tomar medidas similares a las adoptadas, por asuntos mucho menos graves, por la Federación Italiana de Fútbol, que mandó a la Segunda División a clubes tan prestigiosos y poderosos como la Juventus de Turín y el Milán.
Y de golpe, Lambán suelta la perla: «El ministro de Consumo, Garzón, últimamente no hace nada».
Un gran escritor sevillano, académico y agricultor, descendiente de un héroe de la Guerra de la Independencia y uno de los últimos señores de Andalucía que guardaba luto por la muerte de su caballo, fue visitado inesperadamente por su hijo en su casa sevillana. Le contó que estaba a punto de convertirse en empresario, y que tenía entre manos un negocio excepcional. No obstante, le habían exigido en el banco para concederle el crédito inicial para el negocio el aval de su padre, su aval. Y el gran escritor avaló el crédito de su hijo. El negocio resultó desastroso, como era de esperar, y el escritor pagó hasta el último céntimo de la deuda. Fue su hijo el que nos contó la reacción de su padre en el restaurante Oriza a Curro Romero, Antonio Burgos y al que firma. Porque el hijo no fue un gran empresario, pero sí un tipo genial y lleno de simpatía.
–Hijo mío, a partir de ahora, te ruego que hagas lo que muchos señoritos de Sevilla.
–¿Y qué es lo que hacen muchos señoritos de Sevilla, padre?
–Pues éso, hijo. ¡Nada, nada y nada!
El señor Lambán ha dicho que, últimamente, Alberto Garzón, ministro de Consumo por cuota podemita, no hace nada. Le sobra el adverbio. Ese adverbio, últimamente, no tiene nada que hacer ahí. Alberto Garzón, no ha hecho nada de nada ni últimamente, ni anteriormente, ni en el intervalo entre los dos adverbios. Lleva una vida abrazado a la nadería, a la inconsistencia, a no dar con un palo al agua, y a decir y hacer tonterías. No sirve ni para hacer la O con un canuto, porque ignora la existencia del canuto. Nada personal tengo contra él. Es más, me divierte que exista y hable de cuando en cuando. En Sevilla –a Sevilla vuelvo– existe una especie de tonto acuñada por Antonio Burgos que Jaime Campmany incluyó en su inconcluso Diccionario de Tontos. El «Tonto con Balcones a la Calle». Es decir, el tonto que ignora serlo, y se exhibe. Un tonto singularmente excesivo, como la Tonta del Bote, que es la tonta por excelencia, y que en el Gobierno está representada por Irene Montero, que ha superado los 600 delincuentes favorecidos por su leyecita. Alberto Garzón es de los que conducen su coche –el particular, claro– mientras hace con la colisión trepidante de su labio superior con el inferior el ruido del motor. Por ello, nada de últimamente.
No ha hecho nada, nada y nada desde que nació.
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