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25 de abril de 2024

Un mundo felizJaume Vives

Arquitortura

El feísmo lo impregna todo, desde el banco de la plaza hasta la iglesia de la ciudad. Y después de pensarlo mucho creo haber encontrado el porqué: la soberbia

Actualizada 01:30

Hoy me he levantado dispuesto a añadir un nuevo colectivo a la lista de los que me desprecian. Ya van unos cuantos.
El otro día tuve ocasión de comer con un grupo de estudiantes de Historia y Humanidades, quienes me estuvieron explicando que la facultad en la que estudian acaba de ser construida.
No salió de su boca ni una sola palabra amable sobre el monstruo de cemento en el que alimentan su saber y al que tienen que sufrir todos los días.
A ellos les hubiera gustado algo bello y armonioso, algo que, al cruzar el vestíbulo cada mañana, levantara su espíritu y elevara su alma, pero lo que tienen que ver es un triste cubo gris terriblemente feo.
La excusa es que es superfuncional, aunque me decían los estudiantes que de funcional nada. Frío en invierno, calor en verano y oscuridad todo el año. Y así una ristra de objeciones, algunas de lo más llamativas, como la propia incomodidad en las aulas y la ubicación de las pizarras.
La facultad parece más un hospital o un tanatorio que un centro educativo. Y muy acertadamente comentaba un profesor que acabaría convirtiéndose en una residencia de mayores. Si se aceptaran apuestas, creo que la de ese profesor sería caballo ganador.
Nunca hubo presupuestos tan abultados como ahora, total para acabar haciendo obras espantosas. El feísmo lo impregna todo, desde el banco de la plaza hasta la iglesia de la ciudad. Y después de pensarlo mucho creo haber encontrado el porqué: la soberbia.
Hay un afán bastante generalizado de romper con todo lo anterior. De pensar que el modo de ser original no es recibir lo que nos han transmitido y añadirle nuestro esfuerzo y nuestro ingenio sino prescindir de la sabiduría de nuestros antepasados. Como si fuera posible hacer algo bello sin tener en cuenta a la inmensidad de genios que han vivido antes que nosotros. ¡Como si nosotros fuéramos tan geniales como todos ellos juntos! Y claro, el fruto de esa soberbia sólo puede ser algo feo. Ya sea en filosofía, en música, en pedagogía o en arquitectura, que es el tema que nos ocupa.
Aunque con el tema de la arquitectura también hay otro factor que seguramente tiene mucho que ver. Antes el mundo estaba regido por lo que era invisible a los ojos, y por eso se hacían las grandes catedrales, para dar gloria a Dios. Hoy el mundo se rige sólo por aquello que nuestros ojos, tan limitados, pueden ver, y nuestra cabeza, tan pobre, puede entender, y por eso es tan difícil construir algo hermoso. Antes se construía mirando al cielo, ahora se construye mirándonos al ombligo.
Entre los arquitectos, cuando se refieren a la carrera que han estudiado, la llaman Arquitortura, pues no sólo es larga sino muy complicada. Pero a veces la tortura es tener que ver lo que algunos, después de tantos años y tantas dificultades, han diseñado. ¡Quién sabe si para castigar a sus profesores!
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