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27 de abril de 2024

Agua de timónCarmen Martínez Castro

Zapatero Superstar

Por muy exóticas que parezcan, conviene no tomarse a broma las excentricidades de ese Grupo de Puebla ya que sus postulados iliberales inspiran hoy mayoría de gobiernos iberoamericanos

Actualizada 01:30

Mientras Pedro Sánchez consumía minutos, minutos y más minutos de autobombo en la pasada moción de censura su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, participaba en Buenos Aires en el homenaje que el Grupo de Puebla rindió a Cristina Fernández de Kirchner. Lo más granado del populismo iberoamericano se dio cita para jalear a una política condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua por haber robado casi 500 millones de dólares y «haber creado en seno de la administración nacional una de las matrices de corrupción más extraordinarias que se hayan desarrollado en el país», según consta en el relato del fiscal del caso. El homenaje a Kirchner fue un aquelarre multitudinario contra el Estado de Derecho y contra la justicia argentina a la que se equiparó con los milicos de la sangrienta dictadura. Y allí, como gran estrella de esa orgía populista, figuraba José Luis Rodríguez Zapatero. A su derecha Baltasar Garzón y enfrente, entre el público, aplaudían entusiasmados Dolores Delgado, Gerardo Pisarello y Enrique Santiago, mano derecha de la candi-cuqui Yolanda Díaz.
Por muy exóticas que parezcan, conviene no tomarse a broma las excentricidades de ese Grupo de Puebla ya que sus postulados iliberales inspiran hoy mayoría de gobiernos iberoamericanos. Del mismo modo, conviene prestar más atención a las andanzas de José Luis Rodríguez Zapatero. Después de haber dejado a España al borde de la quiebra, el expresidente se pasea por todo el mundo blanqueando a cualquier autocracia que se ponga a tiro mientras en España trabaja por la estabilidad y el futuro del gobierno Frankenstein. Lo peor no es que Zapatero haya pasado de contar nubes a contar billetes de Venezuela o China, lo peor es que el más aciago de todos los presidentes de gobierno sea quien más influencia está ejerciendo sobre la situación política de nuestro país.
Aznar y González están en sus fundaciones, Rajoy en su registro y en sus libros, pero quien más manda en España sin que se note es José Luis Rodríguez Zapatero. No tiene ni fundación ni registro y es ágrafo, pero tiene a Miguel Barroso en PRISA y a Mauricio Casals en Antena Tres, además pastorea a buena parte de la extrema izquierda populista española. No duden de que a esta hora Zapatero está trabajando para cerrar un acuerdo entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias que permita una candidatura de unidad de la izquierda y a Sánchez seguir en el poder otra legislatura.
Zapatero significó la ruina económica de España y ahora significa la ruina moral de una izquierda que ha renunciado a la democracia. Una izquierda que ensalza a delincuentes y acosa a los jueces que les persiguen. Quienes claman contra la judicialización de la política, en España o en Argentina, claman por la impunidad; pretenden que los políticos, como Kirchner o como los golpistas catalanes, por el hecho de serlo, queden exentos de someterse al imperio de la ley. Pero curiosamente ninguno de ellos agita el fantasma del lawfare cuando el perseguido es Donald Trump o cuando Sánchez monta una moción de censura sobre las frases torticeras de una sentencia escrita por un amigo de Baltasar Garzón.
Lawfare, ¿y tú me lo preguntas? Lawfare eres tú.
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