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30 de abril de 2024

Enrique García-Máiquez

La llibertat és una llibreria

Qué impotencia que, por unos evidentes intereses electoralistas, desentierren a un hombre. Fíjense que a Franco también lo expulsaron de El Valle de los Caídos en la antesala de otras elecciones

Actualizada 01:30

Deshojo la poesía de Margarit diciendo «sí, no, sí, psch, no, sí…». Quiero decir, que no me entusiasma unánimemente. Pero un sí en poesía (como ella esconde –poe--a– en el corazón de su nombre) vale mil veces más que un no y que un psch. El poeta catalán tiene un verso inolvidable, que nunca le agradeceremos bastante. Traducido reza: «La libertad es una librería».
Por supuesto, si hoy fuese ayer y estuviésemos celebrando el Día del libro, el verso nos serviría para la defensa general del libro y sus libertades. Ya saben: elegir aquellos difuntos con los que queremos vivir en conversación y aquellos muertos a los que escucharemos con los ojos y la boca abierta. Escapar de la degradante esclavitud de ser hijos de nuestro tiempo. Vivir las aventuras de otros y que éstas nos expliquen nuestras aventuras de incógnito. Etc.
Sin embargo, hoy es hoy y escribo para el día. He recordado aquel verso bueno de Margarit a raíz de José Antonio Primo de Rivera. Qué impotencia que, por unos evidentes intereses electoralistas, desentierren a un hombre. Fíjense que a Franco también lo expulsaron de El Valle de los Caídos en la antesala de otras elecciones. No se molestan en disimular. De nada sirve explicarles la barbarie que eso implica según todas las civilizaciones. La enemistad nunca debe ir más allá de la muerte, si no queremos que los odios se eternicen. Explicar esas cosas de nada sirve, porque necesitan avivar el fuego de las pasiones. Por racionalidad no van a conseguir ni un voto, como es lógico. Les conviene que haya tensión.
Y entonces surge lo que me ha recordado a Margarit. He visto en las redes sociales a varias personas que anunciaban que iban a leer algunas biografías de José Antonio Primo de Rivera: la de Antonio Rivero Taravillo, la de su amistad con García Lorca de Jesús Cotta, la de Zavala… A bote pronto, podría parecer un gesto de impotencia, pero enseguida vi que «la libertad es una librería», esto es, que, en el reino de la soberanía personal, la lectura es una reparación, un homenaje, una resistencia, y se alza contra la indignidad. Aunque todos, yo y mi libro, no.
Cuidado, por tanto, con la manía actual de cambiar los textos y de cancelar a los autores. Ha hecho muy bien Fernando Bonete en escribirnos un libro sobre La cultura de la cancelación. No es un tema menor ni anecdótico, aunque lo parezca cuando retocan los libros de Enyd Bliton o de Roald Dahl y hasta se atreven a poner sus sucias manos sobre nuestro Wodehouse. En el subtítulo de su libro, Bonete nos desvela lo que pretenden: «No hables, no preguntes, no pienses». O sea, no seas libre.
Por eso, la libertad es una librería, y, si las cosas siguen así, será una librería… de viejo. Las bibliotecas domésticas adquieren una nueva dimensión: son las firmes murallas de nuestra casa, que es un castillo.
Hemos hablado mucho de la profecía que es la novela 1984 de George Orwell. Y efectivamente: «Al final el Partido anunciaría que dos más dos son cinco, y habrías tenido que creerlo. […] La herejía de las herejías era el sentido común […] El Partido te decía que rechazases la evidencia de tus ojos y tus oídos. Era su orden final y más esencial […] Lo obvio, lo tonto, lo verdadero, debía ser defendido. Las verdades son verdaderas, ¡aférrate a eso! […] Con el sentimiento […] de que estaba fijando un axioma importante, él escribió: «La libertad es la libertad de decir que dos más dos son cuatro». Si eso está permitido, todo lo demás se sigue de eso». Pero cuidado con otra distopía que nos acecha por la espalda: Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Allí el poder arbitrario quemaba los libros. Bradbury sabía que «la libertad es [también] una librería». Defendámonos, sumemos, leamos.
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