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29 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Sánchez puede despedirse hoy

Si se da el peor escenario para el PSOE, las elecciones de este domingo podrían ser ya el clarín de que tienen las generales perdidas

Actualizada 11:08

Si te plantas muy cerca de un cuadro impresionista de Monet, con la nariz casi tocándolo, solo verás manchurrones informes. Es al alejarte del lienzo cuando todo encaja y aparecen los nenúfares flotando sobre el agua en una estampa bellísima, casi relajante. Con la política ocurre algo similar, quizá la miramos demasiado de cerca como para entenderla bien. La actualidad resulta tan taquicárdica, las novedades se agolpan con tal frenesí, que a veces se nos escapan las grandes tendencias de fondo que mueven la palanca del cambio.
Cuando en un futuro se estudie esta legislatura que ahora expira, creo que los historiadores repararán en un hecho harto significativo, un indicio clarísimo de que el PSOE había iniciado su cuesta abajo, pero que no fue lo suficientemente valorado en su momento. Los estudiosos señalarán que el principio del fin del sanchismo tuvo una fecha concreta, el 2 de diciembre de 2018. ¿Y qué ocurrió ese día, en un momento en que Sánchez llevaba solo seis meses en el poder? Pues sucedió uno de los mayores terremotos en el sistema político español desde la aprobación de la Constitución del 78. En aquella jornada el PSOE perdió su principal granero electoral, Andalucía, la región más poblada de España, con 8,4 millones de habitantes, donde llevaba 36 años gobernando de manera ininterrumpida. La fortaleza inexpugnable, antaño bien protegida por la red clientelar de los ERE, caía en manos de la derecha.
El segundo clavo en el ataúd del sanchismo se fijó durante la pandemia. El pésimo desempeño del Gobierno ante la crisis, la asfixiante propaganda de culto al líder, el traspaso de la gestión del problema a las comunidades, el encierro inconstitucional, las mentiras con los datos… todo eso quedó anotado en la memoria colectiva y pronto se expresó en las urnas. En la primavera de 2021, Isabel Díaz Ayuso reta a Sánchez, que maniobraba con Cs para echarla, y se la juega a cara o cruz adelantando las autonómicas madrileñas. La apuesta le sale bien: gana las elecciones sumando 35 escaños más de los que tenía y el PSOE se ve relegado a tercera fuerza, por detrás de la improvisada marca electoral de un político menor, Errejón. Algo marcha mal en el PSOE, que en febrero de 2022 deja también de ser el partido más votado en Castilla y León, donde pierde siete escaños, con lo que la derecha conserva el poder regional gracias a un fuerte crecimiento de Vox.
El tercer clavo llega con las autonómicas andaluzas de junio de 2022. Moreno Bonilla da la sorpresa y vapulea al PSOE en su feudo histórico con una mayoría absoluta. Se encienden ya todas las alarmas.
La verdad, ocultada al gran público por la incansable propaganda del sanchismo, es que el PSOE se viene arrastrando como un enfermo electoral desde diciembre de 2018. Por eso las elecciones de este domingo suponen para Sánchez la primera de dos finales a todo o nada. Los precedentes son pésimos para sus intereses. En mi modesta opinión, y por lo que olfateo también en calles y bares, tiene ya un pie fuera de la Moncloa.
La final de este domingo es tan importante que si el PP obtiene en las municipales un número total de votos muy superior al PSOE –una ventaja de más de 700.000– se podrá concluir con bastantes garantías esta misma noche que Sánchez tiene perdidas las generales. No le quedará tiempo para rehacerse. Puede despedirse hoy mismo de continuar otra legislatura.
En cuanto a la lectura autonómica de la final de hoy, la pérdida de la Comunidad de Valencia y un buen triunfo de Almeida y Ayuso en Madrid convertirían el 28-M en una jornada aciaga para el PSOE. Si a esas derrotas se sumase Aragón se podrá hablar ya de toña muy relevante. Y si pinchase también Page pasaríamos a la categoría de toña épica y Sánchez saldría de la velada como un pato cojo a la espera de que las urnas lo finiquiten a fin de año.
No matemos al oso antes de cazarlo, dirán muchos lectores. Y hablan bien, porque este Gobierno ha dilapidado ingentes cantidades de dinero público en la compra de voluntades electorales y porque sigue contando con el plus propagandístico de sus televisiones. Pero lo cierto es que existen serias posibilidades de que esta noche a Bego y Peter se les atraganten las palomitas siguiendo la jornada electoral en la pantalla de Palacio.
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