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20 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Bello silencio

No es buena amiga la Belarra, Irene, y te lo había advertido. Consuela tu tristeza con Echenique, y concede el gran valor que tu derrota ha aportado a la historia de la belleza

Actualizada 01:30

Ni al difunto Ernst Marischka, guionista de la trilogía cinematográfica de «Sissi», interpretada por Romy Schneider y Karl Böhm, se le habría ocurrido una frase tan bella como la emitida por Pablo Iglesias para comentar la patada en el culo que le ha propinado Yolanda Díaz a Irene Montero. «Me voy a callar para que no se me caigan las lágrimas». En la serie venezolana «Cristal» surge un comentario de parecido primor. La protagonista se acerca, y los dos rivales que desean acostarse con ella, se rinden al unísono ante la elegancia de sus andares. «Hay que “reconoser» que camina en «bellesa». Creo que fue la contenida cantante Karina la que respondió en una entrevista de este modo a la pregunta ¿Qué es lo que destacaría del físico de su novio? – Sus ojillos picaruelos-. Dichos y comentarios inmortales, si bien ninguno alcanza la sensibilidad esplendorosa del bello silencio de Pablo Iglesias. «Me voy a callar para que no se me caigan las lágrimas». Porque de los ojos de Iglesias, no se asoman las lágrimas, ni fluyen las lágrimas, ni resbalan por el rostro las lágrimas. En el hijo de la señora Turrión, las lágrimas caen, rotundamente, y para impedirlo, se calla.
Y tampoco ha sido admitido en las listas del partido de Yolanda Díaz y de las –ya van 347–, organizaciones de la ultraizquierda estalinista que conforman la mole de Sumar, Pablo Echenique, el amigo leal. Disgusto inmenso, como la piedra que le extirparon a Edgar Neville en la quinta década del siglo XX. Acudió a visitarle a la clínica Rúber Antonio Mingote. –¿Era grande la piedra que te han quitado, Edgar?–; –Antoñito, era tan grande que cabía el mensaje publicitario «Ulloa, Óptico». Los jóvenes no le encontrarán la gracia, pero hubo un tiempo en el que, en la carretera de Madrid a Burgos, a la altura de La Cabrera, en las grandes rocas de aquella antesierra, la Óptica de Ulloa se anunciaba piedra sí y piedra no.
No me ha gustado la actitud de la Belarra. Ha traicionado por un escaño a su íntima amiga de Podemos. Tampoco hay que alarmarse por tan notoria deslealtad. Lo dejó escrito Demócrates, que era un tío, un pájaro de cuentas. « La amistad de un solo sabio vale más que la de un gran número de tontos». No se apreciaba sabio alguno en el horizonte de esa amistad, o como se ha demostrado, de esa fingida amistad. El gran escritor de humor Pierre Daninos, autor de «Los Cuadernos de Míster Thompson» y el «Daninoscopio» escribió que «la amistad de dos mujeres es, casi siempre, una intriga contra una tercera mujer». Por conservar el escaño, Belarra y Díaz han reanudado su vieja amistad en perjuicio de una tercera amiga, Irene Montero, la productora de lágrimas caídas de Pablo Iglesias.
Amistad nunca mudable
Por el tiempo o la distancia,
No sujeta a la inconstancia
Del capricho o del azar,
Sino afecto siempre lleno
De tiernísimo cariño,
Tan puro como el de un niño,/
Tan inmenso como el mar.
De Zorrilla, don José.
En la política, cuando se advierte la llegada del desasosiego y la inseguridad económica, la amistad desciende muchos peldaños en la escala de los valores inmutables. La amistad es mutable, y prueba de ello es que la pareja atómica de las obsesiones sexuales, ha dejado de serlo. Una con Yolanda, la otra, abandonada. La amistad es caprichosa.
Recuerdo, con gran afecto, al notario mallorquín Alejandro Bérgamo. Una tarde-noche, en San Sebastián, tomando una copa en la terraza de su maravillosa «Villa Almudena» en el Paseo de la Concha, le formulé una pregunta muy impertinente. De joven, yo era bastante impertinente. –Alejandro, ¿Por qué en San Sebastián la mayoría de tus amigos son bastante tontos?-. Y me respondió. –Porque descanso. Me ayudan a descansar de los avariciosos buitres invernales-.
No es buena amiga la Belarra, Irene, y te lo había advertido. Consuela tu tristeza con Echenique, y concede el gran valor que tu derrota ha aportado a la historia de la belleza. La belleza del silencio de tu pareja, Iglesias Turrión. «Me voy a callar para que no se me caigan las lágrimas».
¿Se puede decir algo más bonito?
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