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27 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

El PSOE es el Costa Concordia y Sumar una banda

El epílogo del sanchismo va a ser un espectáculo de miserables trincando los pocos chalecos salvavidas mientras hunden el barco

Actualizada 01:30

El PSOE es el Costa Concordia y Sánchez su capitán Schettino: primero estrella el barco y después abandona a los viajeros, reservando los botes y los chalecos salvavidas para él y su tripulación.
El sanchismo va a terminar como empezó, pero dejando a España hundida: una ceremonia de fuegos artificiales rimbombantes para tapar que el único objetivo es garantizarse un puesto, un sueldo y esa extraña impunidad que solo tienen los dirigentes políticos.
Si un pequeño comerciante acaba en la ruina y con el cierre bajado, es un moroso; pero si un presidente hipoteca el futuro de tres generaciones con una deuda infumable, para simular durante su mandato que todo va bien, es un gran solidario con un corazón que no le cabe en el pecho.
Las listas del PSOE son eso: una colección de enchufes de Sánchez que, ante la perspectiva de irse al paro, se cobijan en el Congreso a esperar que algún día escampe, con la barriga llena y la cuenta bancaria caliente.
Colocar de diputada a la jefa de la Guardia Civil, recién nombrada, es una confesión de derrota, amén de otro ejemplo de desprecio de Sánchez a las instituciones, convertidas con él en una ETT para leales dispuestos a hacer desde ellas el trabajo sucio que les pide el señorito.
Y la respuesta de los barones por ese nuevo ejercicio de nepotismo sanchista, otro indicio de que el PSOE está más cerca que nunca de seguir los pasos de los socialistas franceses o griegos, convertidos ya en especies en peligro de extinción.
Ninguno de ellos levantó la voz de verdad por los indultos a ERC, las cesiones al separatismo, el blanqueamiento de ETA, los acuerdos con Bildu, el saqueo fiscal a los ciudadanos, la deuda inmensa provocada en cinco años escandaloso, las leyes más liberticidas e inhumanas del Estado o la fragmentación en tres de un Gobierno formado por el peronismo de Sánchez, el chavismo de Iglesias y el comunismo pijo de Díaz. Solo se han atrevido a quejarse cuando han sacado a sus amigos de las listas, y no demasiado.
Mientras presenciamos el naufragio de Sánchez, irreversible ya, observamos también el nacimiento de Sumar con Yolanda Díaz al frente, que es Pablo Iglesias mejor vestida, con una colonia más cara y menos voces.
Aquí el espectáculo es igual de dantesco y tiene, como en el caso de los socialistas, un objetivo estrictamente laboral: colocar a los propios en puestos de salida y retirarles el salario a los enemigos internos, siguiendo los pasos de Aznar con Batasuna: cortarle la financiación institucional, ilegalizando a los bárbaros, fue tan eficaz para acabar con ETA como achucharle a la Guardia Civil y a la Policía Nacional.
Pero lo dice todo de la Fashionaria que haya apuñalado así a Iglesias y a Montero, sin los cuales no sería vicepresidenta. Y lo dice todo que utilice, para cargarse a la ministra de Igualdad, los estropicios de la Ley de Auxilio a Violadores que ella misma aprobó y ella misma se negó a reformar.
Ahora Sumar, que es Podemos sin chillar, pretende parecer algo nuevo, pero es el mismo populismo caníbal de siempre: doce o catorce partidos, compuestos en muchos casos por otros tantos escindidos del anterior, que llevan años extendiendo por España el nacionalismo regional, la ruina económica, la degradación institucional y el enfrentamiento social.
A Pedro Sánchez debería juzgarle, además de la historia, una exhaustiva auditoría de su pavorosa gestión que avergüence a los supervivientes sanchistas colocados por él en el Congreso. Y a Yolanda Díaz, que es su socia de andanzas, también.
De Podemos no digamos más: venía a asaltar los cielos y se conforma ya con asaltar un triste escaño, al precio de permitir que humillen en público a su Evita de mercadillo: tanto decir que el peligro para ellos era el fascismo y van y se dejan asesinar, por un puñado de dólares, por una banda de matones con el mismo concepto de la lealtad que tiene un tiburón por una foca.
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