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08 de mayo de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

La fresa española

El Gobierno culmina su ataque a agricultores, ganaderos y pescadores aliándose con Alemania para hundirse definitivamente el 23-J

Actualizada 01:30

El Gobierno de España, con la inestimable ayuda de una Unión Europea zopenca, ha dedicado buena parte de sus energías en acabar con los ganaderos, dejar en puerto a los pescadores y arruinar a los agricultores.
Será por la célebre Agenda 2030, que defienden con ahínco personas que no recuerdan lo que hicieron ayer pero se ven capaces de prever el futuro, o por mera ignorancia, lo cierto es que el sector primario ha sufrido como nunca con Sánchez, y con su amiga Von der Leyen, el ataque sistemático de las instituciones, los rigores de la adversa climatología, la crueldad de las subidas de precios y la estupidez general de quienes, en nombre del razonable debate sobre el cuidado del planeta, imponen una religión ecologista plagada de profetas del apocalipsis con nulo aprecio por la ciencia, muy clara señalando peligros pero también cautelosa sobre las causas y los remedios.
Agricultores, ganaderos y marineros supone en torno al 9 por ciento del PIB nacional, aportan alrededor de 100.000 millones de euros y asumen más de dos millones de puestos de trabajo, unas cifras rotundas que, además, añaden un valor intangible e impagable: dan identidad a España, conforman ese espacio indefinible que nos retrata y explica y mantienen en pie, a duras penas, eso que los cursis llaman ahora la «España vaciada» y han sido nuestros pueblos de toda la vida.
Los mismos catetos disfrazados de Coronel Tapioca que están hundiendo el campo, el mar y la vida rural, con leyes, impuestos y restricciones homicidas; se preocupan luego por el deterioro del planeta que ellos mismos destruyen con sus políticas suicidas para, a continuación, justificar sus propios puestos y su expolio fiscal en las tareas de salvación.
Y así hemos llegado a la polémica por la fresa de Huelva, objeto de una campaña de acoso y derribo por parte de los garzones, yolis, pedritos y pablitos alemanes, muy excitables con los bulos sanchistas sobre Doñana pero muy tolerantes con la contaminación carbónica de Scholtz, responsable junto a Putin de la peor crisis energética de Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Lo curioso del episodio no es que haya tontos en varios idiomas, sino que a los tontos en cuestión les pongan alfombra roja los tontos domésticos, con la ministra de Trastornos Ecológicos haciendo el trabajo sucio al propio Sánchez, primer instigador del boicot alemán.
Huelga decir que el PSOE ha puesto el último clavo en su ataúd con el ataque a los agricultores andaluces, por si hacía alguna falta. Y no hace falta insistir en la evidencia de que Sánchez tiene tendencia a bajarse los pantalones hasta las pantorrillas con cualquiera que quiera mal a España, sea un Rey Moro, un bobo germano, un lerdo vasco o un bruto catalán.
Pero tiene que haber algo más que explique el suicidio público del Gobierno, a unos días de votar, para agradar a una porción ínfima de la clase política alemana a promocionar su fresa a costa de la nuestra, que es como aplaudir a Holanda desde el palco en la final del Mundial en Sudáfrica.
Si Sánchez se estaba buscando un trabajo, una vez fracasada la intentona de dirigir la OTAN, tan verosímil como designar a Putin para el Nobel de la Paz, no le faltarán opciones en algún comisionado ecolojeta ni un acta de concejal en Renania tras esta gesta contra el campo español, que abre oficialmente la temporada de incendios y coloca al PSOE al borde de la extinción.
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